Antonio Salgado

Quinta parte
Cuarta parte
Tercera parte
Segunda parte
Primera parte

Con motivo de las eliminatorias para concurrir a los Campeonatos Nacionales de Boxeo Amateur de 1949, en Valencia, ya comenzaron los púgiles tinerfeños a lucir camisillas siguiendo las directrices marcadas en una circular emitida por la Federación Española de la especialidad.
Hasta la fecha, los amateur habían combatido con el torso desnudo, como los profesionales. Eran épocas de penurias presupuestarias y para llevar a cabo lo establecido, los boxeadores saltaban al ring con la “camisilla de vestir”.

Uno de los primeros púgiles en lucir esta prenda entre el ensogado fue Urbano López, que hizo de telonero con Tony, eficiente número de la Cruz Roja y un gran estilista entre el ensogado. Urbano López, que ya no está en este mundo, nos recordó un día que por aquel entonces no se conocía ni por asomo las camisetas publicitarias y que la coquilla “era como un cucharón que cabía en el bolsillo”. Eran los tiempos de Kid Coco, de Zurdo Moreno y Luis Quintero. Y también, eran los tiempos de un pesito mosca con un denso lunar en el rostro al que El Rubio, su preparador, había bautizado con el cariñoso apodo de Sombrita, que ya empezaba a destacar en el tradicional cuadrilátero del Tinguaro, donde hoy está emplazada la trasera del edificio Olimpo.

La nueva Federación de Boxeo, presidida por Alejandro Padrón, ya sostenía siete salas de entrenamiento a tope. Había conseguido para la provincia de Tenerife los cuatro primeros campeones de España en terreno aficionado: Domingo Mena, José Antonio, Zurdo Price y Teivol. Igualmente, había promovido campeonatos por equipos interregionales e interesantes combates intersalas. Se había llevado el boxeo a Santa Cruz de la Palma y a diferentes localidades de Tenerife. Había logrado que el público acudiese, en masa, a las veladas celebradas en diferentes locales de la capital tinerfeña. Sí, había logrado, en definitiva, un buen plantel de pugilistas.

No hubo, como en cierta ocasión nos señaló el preparador Paco Valentín, “ningún héroe de todos los nombres mencionados porque todos, en diferentes engranajes, componían una máquina que impulsaba con su afición”.

Ya era un recuerdo el nombre de Andrés Llombet, que había sido el primer delegado que, en Tenerife, tuvo la Federación Regional Canaria, cuya sede central, como ya hemos apuntado, había estado en Las Palmas.

En esa apresurada génesis del boxeo en Canarias no hay que olvidar a espectadores de calidad, que siempre ocupaban los mismos sitios de ring-side: Don Corvianiano Rodríguez López, Don Ángel Capote, Don Tomás Zerolo, tres doctores del máximo prestigio. Don Arturo Spargg, que llegó incluso a arbitrar algún que otro combate. Mr. Wilfred Hamilton, Don Pedro Medina, Don Felipe Ravina, Don Alberto Camacho y otros tantos.
Justo también recordar al promotor José Mari, todo un caballero. “Si había beneficio en la velada, lo repartía como extra entre los púgiles”, como orgullosamente pregonaba Alejandro Padrón.

Fue, insistimos, el abono, la semilla y el celo que posteriormente haría desarrollar un árbol genealógico con ramificaciones no solo a niveles nacionales sino europeos y universales, donde Tenerife, ostentó un historial sin parangón local con otras manifestaciones del músculo.