Alejandro Padrón y Federación Tinerfeña

Antonio Salgado

Cuarta parte
Tercera parte
Segunda parte
Primera parte

Tras ciertos y determinados períodos, surgía un osado promotor que, con aquel escaso material humano de rentados del cuadrilátero, montaba una velada. Pero el público no acudía. Esto le daba a entender que tanto su tiempo como su dinero, tenía que dedicarlo a otras actividades más crematísticas.

En aquella etapa, la Federación Regional de Boxeo tenía domicilio en Las Palmas de Gran Canaria, que presidía Gregorio Paz Jiménez. Tenerife solo era una delegación de aquella. Los miembros federativos de una anterior delegación habían renunciado y ahora le habían ofrecido la presidencia de la nueva Federación Tinerfeña de Boxeo a Alejandro Padrón, que aceptó.

El nuevo presidente era un joven de carácter abierto, desprendido y honrado, fervoroso aficionado a este deporte de contacto físico. Como también era inteligente, se hizo rodear por algunos de los hombres más importantes del momento. Hombres que luego le ayudaron a lograr, con creces, el objetivo que se había propuesto. Forma la Federación Tinerfeña de Boxeo, la primera.

Ya quedaba atrás la vitola de delegación. Una federación compuesta por los siguientes federativos y cargos:
Presidente, Alejandro Padrón; vicepresidente, Julio Marrero; secretario, Alfredo Suárez; tesorero, Julio Barroso; presidente del Colegio de Árbitros, Jacinto Correa; asesor jurídico, José Antonio del Corral; prensa, Julio Fernández; relaciones públicas, Buenaventura Bencomo. Como médicos, los doctores Folch y Cabezas; practicante, Carlos Monteverde.

El Colegio de Árbitros estaba formado por los siguientes colegiados: Ferrer Barrera, Domingo Reyes, Melquiades González, Julio García, Eustorgio Castañeda y Pedro Siverio. El Colegio de Preparadores estaba integrado por Longino Hernández, Helenio Padrón, Rogelio Alberto, Juan Hernández El Rubio, Julio Moreno, Kid Dandy y Paco Valentín.

Los primeros pasos fueron difíciles. Las salas de entrenamiento estaban desprovistas del material necesario y se carecía de toda clase de ayudas. A pesar de todo, se empezaron a montar las primeras veladas, donde esta larga lista de verdaderos entusiastas arrimó el hombro y no resultaba extraño ver a un federativo vendiendo entradas en la taquilla, como al propio presidente, entre otros, colocando sillas en el local del Tinguaro, escenario muy céntrico y popular por aquel entonces, donde hoy está enclavada la trasera del edificio Olimpo.

Cada cual trabajaba desinteresadamente en su cometido. Julio Fernández, por ejemplo, desde su entrañable periódico Aire Libre, sostenía el pulso latente de la afición con sus veraces y brillantes reseñas. Como en otras federaciones era responsabilidad de los preparadores el cruce de los combates. Procuraban nivelar las fuerzas. Así los enfrentamientos resultaban más vistosos y competidos. El pleno de la citada Federación Tinerfeña acordó que los debutantes se iniciarían a 3 asaltos de 2 minutos y, cuando se estimara oportuno, pasarían a la distancia de 5 asaltos de 2 minutos.