Darío Pérez
@Ringsider2020

El otro día presentábamos en ESPABOX al chileno Andrés Campos, que tiene la esperanza de convertirse en el primer campeón mundial del país suramericano.

Sin embargo, Chile tuvo un campeón en la figura de Benedicto Villablanca, allá por 1982. Tuvo vigencia durante solo unas semanas, pero realmente fue reconocido como tal, aunque poco más tarde sería desposeído de este preciado galardón en una decisión fraguada en los despachos.

La historia es la siguiente. Tras una gran racha de victorias y obtener títulos intermedios del organismo, Villablanca se hizo merecedor de optar al mayor premio, y disputaba el título mundial superpluma WBA contra Samuel Serrano, boxeador de Puerto Rico. Además, ese 5 de junio de 1982 pelearía en casa, en el Teatro Caupolicán de Santiago de Chile.

A mitad de la pelea, Serrano iba controlando la misma con su mejor técnica y mayor alcance. Las cosas, sin embargo, se empezaron a torcer para él: presentaba un aparatoso torrente de sangre que el árbitro juzgó producto de un puñetazo legal, por lo que, cuando se paró la pelea en el undécimo asalto, Villablanca fue nombrado nuevo campeón mundial, el primero de la historia de Chile.

Más que una pelea, fue una batalla, bronca, tosca, dura. El propio Villablanca aseguró tras el combate que «Si tenía que pegarle cabezazos, que así fuera, porque mi meta era ser campeón del mundo como fuese». Se dice de todo sobre esa pelea, con un aura de leyenda, desde el mánager de Villablanca amenazando al árbitro como si portara una pistola al cuadrilátero sellado por policía chilena (como podemos ver al final del vídeo) y un Serrano a gritos contra Jesús Celis, el tercer hombre sobre el ring, quejándose de que Villablanca era más ariete que deportista.

Menos de un mes después, el equipo de Samuel Serrano elevó una queja formal en el que, alegando el vídeo de la pelea, reclamaba que el golpe que produjo el enorme corte había sido producto de un cabezazo, no de un golpe reglamentario. Un VAR en diferido, que diríamos cuarenta años después, algo que no suele prosperar habitualmente en el boxeo. Eso sí, pese a las declaraciones citadas, Villablanca siempre negó que fuera un cabezazo lo que produjo el corte en su oponente.

Sin embargo, la ejecutiva de la WBA tuvo a bien aceptar esa reclamación y reunirse de manera extraordinaria para estudiarla; tras ese cónclave, se decidió que estimaba el recurso de Serrano y su equipo, cambiando el resultado a «sin decisión». Villablanca, quien llevaba semanas disfrutando de su nuevo estatus de monarca universal, fue desposeído de su trono y, oficialmente, borrado de los registros de los campeones del mundo. En otra vuelta de tuerca, y seguramente para evitar la revancha, los agentes de Serrano apelaron de nuevo la resolución de la Asociación Mundial de Boxeo, que se volvió a reunir para revisar una vez más su decisión: decretaron, de este modo, la victoria del boxeador de Puerto Rico por decisión técnica en el undécimo asalto (Serrano iba por delante en las cartulinas).

El hecho y todo lo que pudo haber llevado a esta solución en los despachos acarreó que la Federación Chilena de Boxeo considerase hostil a la WBA durante un tiempo, negándose a trabajar en sintonía al considerar agraviado a Villablanca, despojado del cinturón y sin derecho a una nueva oportunidad.