Antonio Salgado Pérez
ansalpe38@hotmail.com

Nota inicial aclaratoria: atendiendo preguntas de amables lectores formulada sobre estos espacios que hemos titulado “Teleboxeo”, tenemos que exponer, de nuevo, que, en efecto, son las crónicas que en su día publicamos en diferentes periódicos de Canarias, preferentemente de Tenerife. Por aquel entonces, presenciar un combate de boxeo por televisión, y en España, no era precisamente una visión habitual. Por todo ello, en estos espacios retrospectivos, y si tenemos en cuenta que recordar es volver a vivir, ahí siguen las remembranzas, nuestros recuerdos, más o menos hilvanados, con evidentes errores y, posiblemente, con algún acierto pero, eso sí, rescatados con mucha ilusión, de aquellas épocas tan inolvidables como señeras para nosotros, para los que ya acumulamos determinados números de calendarios. Si estas prosas se enriquecen, de vez en cuando, con imágenes del combate comentado , por obra y feliz iniciativa de nuestro director Emilio Marquiegui, pues miel sobre hojuelas.
Y, a continuación, el habitual y retrospectivo comentario, que es el cuadragésimo sexto de esta sección que, con beneplácito de todos ustedes, hemos reiniciado. Muchas gracias por la deferencia.

Turín, 16 febrero 1974. Bruno Arcari venció por descalificación en el 8º asalto a Tony Ortiz. (Campeonato Mundial de los pesos superligeros, según versión del Consejo Mundial de Boxeo (WBC)

SONROJO Y VERGÜENZA

Hace algunas semanas ya nos lo había anticipado Kid Tunero: “Ante el próximo combate con Bruno Arcari, temo que mi pupilo se descontrole, como acostumbra, en los tres primeros rounds”…
El inefable Kid Tunero, quien pulió y catapultó a la fama a Pepe Legrá, y ahora quería repetir con Tony Ortiz, estuvo a punto de dar plenamente en el clavo. Porque lo que ocurrió sobre el ring de Turín, lo que observamos por la pequeña pantalla, fue ni más ni menos que un desquiciamiento boxístico; un desorden y confusión inigualable; un perfecto desbarajuste; en fin, una lamentable debacle.
A nosotros, con toda franqueza, nos dio, primero, sonrojo y, luego, vergüenza de lo que estábamos presenciando. Porque, en efecto, aquello era un combate de boxeo (¿). Pero un combate ¡por un título mundial! ¡Válgame el cielo!
¡Gracias, árbitro! Gracias por enviar al rincón a un hombre que pretendía coronarse a base de cabezazos; gracias por cortar de raíz aquellas denigrantes escenas donde un púgil español llamado Tony Ortiz confundió la valentía con la marrullería. No tantas gracias, señor árbitro, porque usted, como avezado director de contiendas no se inmutó cuando el italiano empujó por dos veces al ibérico haciéndole llegar hasta la primera fila habitada del ring-side.
En otras ocasiones la “cámara lenta” viene como anillo al dedo para escrutar escenas que por su fugacidad no habíamos presenciado en toda su dimensión. En esta ocasión, la misma cámara era como una agonía. Una agonía que nos presentaba el estilo ramplón de un aspirante oficial y la vulgaridad de un campeón mundial llamado Bruno Arcari.
La formidable envergadura de Ortiz se convertía en liosos tentáculos que sólo gestaban advertencias y amonestaciones; su “valentía” la empleaba para impulsar su cabeza hacia zonas bajas y altas; aquella forma de girar, aquella manera de dar la espalda era síntoma de ese boxeo que podemos ver en principiantes de veladas de periferia. Jamás lanzó lo que para él era obligado: un directo de izquierda. Pero también pensamos que días atrás le aseguraba a un periodista que “si tuviese que pelear con Arcari en una tasca le daría una paliza”. Y Tony Ortiz, en aquel cuadrilátero parecía desconocer que estaba boxeando en un ring donde la violencia tenía su reglamento.
¿Por qué, amigos, un boxeador de la anarquía de Bruno Arcari se ha mantenido en el primer plano mundial por espacio de casi siete años? Hay dos causas, la primera, por la perfecta trayectoria que le ha impuesto su manager, Rocco Agostino, que salvo en una ocasión, con un desconocido danés, le hizo salir de sus lares, mientras que toda su carrera la ha mantenido “abrigado” por una afición no muy exigente pero sí “forofa”. La segunda causa es que Arcari, por encima de todo, ha sido un sacrificado del gimnasio. Jamás ha subido al ring en precarias condiciones. Y complementa todo esto con una izquierda, con una zurda que más que impacto es bisturí. Y pare usted de contar. No le pidamos al actual campeón del mundo de los superligeros, espectacularidad y tecnicismo; no le pidamos línea de combate y golpes combinados. Hay que conformarse con esto; con verle lanzar su izquierda; con comprobar su encomiable fondo físico y, de paso, observar su constante lucha con esos superciliares que ya se le abren , como cremalleras, en cada combate. Bruno Arcari le iba ganando perfectamente a Tony Ortiz. Sin pizca de inteligencia, pero le iba dominando, cuando el árbitro envió al rincón al español.
Insistimos, como españoles, remordimiento de que Tony Ortiz haya pretendido ganar un campeonato del mundo a base de irregularidades. Como aficionado al boxeo, sonrojo y vergüenza de haber presenciado un combate donde se dilucidaba la más alta cota donde ambos protagonistas no estuvieron, ni mucho menos, a la altura de las circunstancias.