Diario Marca
Emilio Marquiegui
La carrera del legendario Manny Pacquiao podría concluir esta noche en el templo actual del boxeo, el MGM de Las Vegas, si el campeón mundial WBA del peso wélter Keith Thurman le señala la salida derrotándole. Pacquiao se resiste a marchar, su rendimiento sigue firme, pero quizás la sazón, la movilidad y la inteligencia del norteamericano le impidan llegar a lo más alto otra vez en su ilustre carrera de casi un cuarto de siglo.
Cuando en 1998, en la vigésima centuria, Pacquiao se proclamaba campeón del mundo del peso mosca, Thurman jugueteaba con unos guantes a los 10 años, probablemente admirando al que hoy será su rival, el que luego iría reinando en las divisiones superiores llegando nada menos que a campeón mundial del peso superwélter con veinte kilos más de peso que cuando empezó, y esculpiendo desde distintas y espectaculares trayectorias a una roca como fue el mexicano Antonio Margarito, en memorable combate. Sus hazañas serían elogiadas en el gimnasio por un imberbe Thurman, que hoy piensa que el tiempo debe poner las cosas en su sitio, y su admirado gladiador ha de sucumbir ante un campeón moderno como el de Florida.
Probablemente, aunque venza con claridad, Keith Thurman no ocupará un lugar de honor en la historia del boxeo como Pacquiao, ni de lejos, pero le queda trayectoria para acercarse. De momento ha vencido a púgiles de la dimensión de Shawn Porter o Danny García y todavía quiere seguir sumando méritos, a pesar de las lesiones que le han lastrado en los últimos años.
Es el campeón, aunque el nombre del filipino suena rotundo en la opinión de los críticos y aficionados. Con 40 años y 70 combates, la mayoría de ellos de extrema dificultad, Pacquiao sigue demostrando que tiene sitio en la élite, que no desentona. En sus tres últimos combates y ante rivales de la zona noble como Jeff Horn, Lucas Mathysse y Adrien Broner, lució y terminó con el brazo en alto, excepto con el primero, pero debido a las dioptrías deportivas de los jueces que desenfocaron un justo resultado que hubiera favorecido al filipino.
Pacquiao quizás esté estirando en exceso su carrera aunque no da síntomas de desgaste, incluso tras el espeluznante KO sufrido ante Juan Manuel Márquez, siendo desenchufado literalmente por una contra mortífera del mexicano. Desde entonces, ahí sigue con su uniforme militar de batalla en batalla. Su estilo frontal, su ritmo eléctrico continúan siendo difíciles de controlar por sus rivales, pero Thurman conoce los rincones del ring y suele desaparecer del peligro con habilidad. Su jab y su anticipación le podrían dar la victoria por puntos, aunque los apostantes siguen confiando, quizás más con el corazón que con la cabeza, en el asiático más grande de los últimos tiempos. Si Pacquiao impone su agresividad y logra el triunfo, nadie duda de que buscará a otro de los jefes de la categoría, Terence Crawford o Errol Spence. Pacquiao, esta noche pedirá la penúltima.