Daniel Pi
@BastionBoxeo

Si la vida de Sho Kimura (16-1-2, 9 KO), boxeador que nunca fue considerado de la élite nacional japonesa, residente en un pequeño apartamento de Tokio y que trabaja como repartidor, emprendió un drástico cambio con su coronación como campeón WBO del peso mosca en julio, como visitante y contra pronóstico, sobre un oro olímpico como Shiming Zou, este cambio de tendencia no ha hecho más que afianzarse en este último día del año, dado que, en el respaldo de la unificación Taguchi-Melindo, superó por nocaut técnico en el noveno round al exmonarca Toshiyuki Igarashi (23-3-3, 12 KO), para el cual muchos pensaban que sólo sería una víctima propiciatoria.

Lejos de las expectativas de sus detractores, Kimura compensó con coraje, agresividad y óptima condición física la superioridad técnica de Igarashi, que intentó aprovechar sus cualidades y su posición zurda para, con giros hacia la izquierda de su oponente, contener el empuje del campeón. No lo logró, sino que Kimura, avanzando bajo los tensos jabs y los durísimos directos de izquierda del extitular, presionó con firmeza y continuidad, acelerando cada vez más sus pasos para impactar combinaciones de ganchos, rectos diestros y abiertos crochés. Pronto los intentos de Igarashi de mantener la distancia se vieron truncados, quedando inmerso en una pelea en la distancia media-corta y con numerosos cruces de golpes en la que tenía las de perder.

Por ello, si bien intentó desplazarse y responder en la medida de lo posible, los golpes de poder de Kimura fueron desgastando periódicamente al retador hasta que en el noveno round un gancho zurdo encadenado con directo y unas posteriores series de rectos encerraron y desarbolaron a Igarashi, que encerrado en las cuerdas vio como el árbitro detenía el combate.

Seguramente, si alguien le hubiese dicho a Kimura a inicios de 2017, tras haber logrado éxitos muy moderados, que conseguiría durante ese año dos logros tan importantes que le situarían en la élite de la división del peso mosca no lo hubiese creído, pero ahora esto es un hecho, teniendo por delante un año de defensas voluntarias. Sin duda, sus limitaciones técnicas persistirán y ante los máximos exponentes de la división es de esperar que sucumba por ellas, pero su tenacidad le garantiza ofrecer una pelea de elevadísima dureza y carga de desgaste a cualquier boxeador de la categoría, más aun ahora que debería poder conseguir contratos que le permitan centrarse totalmente en el boxeo y abandonar su furgón de reparto.