Christian Teruel
@Chris_Le_Gabach

El excampeón mundial de los pesos pesados Joe Frazier advirtió a Marvin Hagler, tras quedar impresionado al verle entrenar en su gimnasio de Filadelfia: “Tienes tres cosas en tu contra. Eres negro. Eres zurdo. Y eres bueno”.

Hoy son otros tiempos y cuesta creer que esa sentencia se aplique de la misma forma a Terence Crawford como al bueno de Marvelous Hagler en los setenta. Y más viendo como su archirrival, Errol Spence Jr. cumple las mismas premisas. Sin embargo, mientras el de este último reúne el reconocimiento unánime de crítica y aficionados, Bud Crawford apenas es conocido y a muchos les cuesta ubicarlo en lo alto de los rankings de todos los pesos. ¿A qué se debe esto?

Crawford es una delicia técnica. Al igual que Hagler, a pesar de ser diestro suele partir de guardia zurda y puede cambiar según le convenga. Rápido, con una defensa aceptable y con una buena pegada con la que ha despachado 28 KO en 37 pleitos (cinco de forma consecutiva desde su ascenso a wélter a pesar de ser un ligero natural). Para todo conocedor del noble arte sabe que estamos ante el que mayores condiciones reúne, preferencias aparte.

Sin embargo, le perjudica estar en una agencia como Top Rank que no le consigue buenas peleas y no tiene tanto talento en el wélter como PBC. Como si Crawford estuviera en una fiesta universitaria con los chicos del laboratorio de química mientras Spence Jr. está en una otra con los estudiantes más populares y bailando con las animadoras del equipo de football. Y claro, estos últimos no aceptan a Crawford en su juerga por no ser de su hermandad. Ya sea por antipatía o por miedo a que se convierta en el jefe del guateque.

Decía el excampeón del mundo José Durán en una reciente entrevista con César Vidal que él vendía menos que Urtain y Pedro Carrasco porque era un tipo de vida familiar y deportista y que no generaba polémica. En el panorama actual, prospectos como Ryan Garcia o recién llegados a la realeza como Teófimo López son celebridades, debido a la buena promoción con la que cuentan, controversia que crean en los medios, o a muy recientes y de momento escasos logros.

En cambio, Crawford, un ciudadano de Omaha, padre y a la vez miembro de una familia numerosa, y que sus aficiones son el pimpón e ir a los torneos de lucha libre de sus hijos, apenas es conocido. A pesar de ser campeón invicto en tres divisiones durante siete años, barriendo incluso la de superligeros y considerado por muchos expertos como el número de todos los pesos.

Lorenzo, el conductor de autobuses interpretado por Robert de Niro en Una Historia del Bronx, decía a su hijo Calogero que no hay nada peor en la vida que el talento malgastado. Que Crawford pueda pasar su prime sin pelear a serios oponentes como Thurman, Pacquiao o Porter es una auténtica lástima. Pero, sobre todo, que se nos prive de lo que sería una de las mejores peleas de esta generación como EL combate contra Errol Spence Jr. es digno de inhabilitación de las partes implicadas. ¿Se imaginan que Hagler no se hubiese enfrentado nunca a Hearns o Márquez a Pacquiao?

Bob Arum, presidente de Top Rank y promotor de Crawford tiene en su mano no desperdiciar la carrera de uno de los mayores genios que ha tenido en los últimos años. El de Omaha cuenta ya con 33 años y ve como sus mejores momentos se desvanecen sin conseguir grandes combates y bolsas millonarias. Al igual que se desvanecen las esperanzas de los aficionados de ver en su máximo esplendor a uno de los boxeadores top libra por libra de su generación. Un auténtico desperdicio de talento.