Daniel Pi
@BastionBoxeo

Todo aquel que esté algo familiarizado con la historia del boxeo desde sus orígenes conoce los relatos, tan de otro tiempo que casi parecen mitológicos, de aquellos peleadores que del siglo XVIII hasta casi el XX combatieron en luchas a puño desnudo que, por su metodología, características y desarrollo, a duras penas guardan ninguna similitud con el boxeo moderno tal y como lo conocemos hoy. De hecho, las vicisitudes de Jack Broughton, John Jackson, Tom Cribb, Jem Mace o Daniel Mendoza, entre muchísimos otros, son tan peculiares que sus historias parecen sacadas de una novela más fantasiosa que realista, con mil maneras de evitar a la autoridad para realizar sus peleas y con duelos que duraban horas y en los que las caídas se sucedían incontables veces.

Afortunadamente, desde aquellos choques brutales sin límite de tiempo, en muchos de los cuales el margen entre lo permitido y lo ilícito era realmente difuso, se evolucionó hacia una serie de normas cada vez más complejas y satisfactorias para proteger la integridad de los boxeadores y garantizar un desarrollo deportivo de las pugnas. Así, la victoria de John L. Sullivan ante Jake Kilrain en 1889 se considera comúnmente como el fin del boxeo a puño desnudo, dado que posteriormente no se sancionaron nuevas contiendas de estas características con título en juego y el citado Sullivan ya fue el primer campeón mundial de la historia del boxeo con guantes y siguiendo las reglas del marqués de Queensberry.

Llegados a este punto parecía que la historia del boxeo a nudillo desnudo, o bare-knuckle en inglés, alcanzaba su fin para no volver jamás. Ciertamente, en las comunidades traveller de Reino Unido (conocidas también por el nombre de gypsy, en español gitano, aunque son en realidad irlandesas en origen) las peleas de este tipo se siguieron produciendo de forma tan habitual como ilegal, consiguiendo renombre en ellas la familia Fury, entre otros, a través del padre de Tyson, John, y del de Hughie, Peter. Del mismo modo, tanto en las Islas Británicas como en Estados Unidos eventualmente algún desaprensivo, normalmente asociado al mundo del hampa, organizaba combates de este tipo a menudo en aparcamientos, graneros, fábricas o descampados que, como uno de sus participantes relató, se producían en ambientes peligrosos y en los que los mafiosos campaban a sus anchas. Pero de este tipo de sórdidos combates clandestinos del siglo XX al mundo de los primeros campeones del XVIII o XIX poco o nada había en común y no se podía considerar que hubiese en ellos una continuidad.

De todas formas, la situación del boxeo a puño desnudo comenzó a cambiar, paradójicamente, desde inicios del siglo XXI. Los esfuerzos por modernizar y volver a poner en primera plana el boxeo sin guantes se sofisticaron, intentando empresarios con pretensiones de promotor obtener un reconocimiento, que se materializó finalmente en un combate legal y público en 2011 en Estados Unidos. Este fue el punto de arranque hacia una pausada pero sostenida ampliación, que principalmente ya se desarrolló en Reino Unido, donde una promotora llamada BKB, siglas de Bare Knuckle Boxing (Boxeo a Nudillo Desnudo), está viviendo una enorme expansión en limitado tiempo, tanto en cantidad de luchadores, como en importancia de los eventos y, especialmente, en cuanto a número de asistentes, en continuo y desbocado aumento.

Dicha promotora, que se autoproclama “la única compañía legal del mundo” en ese tipo de lucha, ha organizado en menos de un año seis eventos, que de ciudades secundarias pero bastante pobladas como Coventry, donde reunieron más de 3.000 espectadores, han pasado a asaltar las macrourbes inglesas. Así, el objetivo del presidente de la compañía, que de forma idealista señaló años atrás querer organizar una velada en Londres y en el emblemático O2 Arena, se ha visto cumplido ya y en más de una ocasión. Es cierto que sus veladas no ocuparon la parte más grande del estadio, sino una sala anexa en la que caben más de 2.000 personas, la Indigo at The O2 Arena, pero que alcanzaran esta cota ya es algo desproporcionado desde el punto del que se partía (unos 150 asistentes en una sede de nula importancia en su primer evento), más aún si se tiene en cuenta que son muchos los promotores de boxeo con guantes y los artistas de todo tipo que nunca logran tener el suficiente apoyo, dinero u organización para poder desarrollar sus actividades en dicha sala.

Más significativo aún es el hecho de que BKB se haya permitido el lujo de situar alguno de sus eventos incluso en el mismo día y en la misma ciudad en la que Matchroom Boxing organizaba una de sus veladas, no viéndose pese a ello su entrada drásticamente reducida, sino manteniéndose en estándares habituales, o sea, de lleno absoluto o casi absoluto. Por ello, viendo que sus carteles atraían tanta gente que prácticamente siempre los recintos se quedaban cortos de capacidad, se ha decidido dar un salto adelante más: se ha anunciado que la próxima velada se producirá en el Echo Arena de Liverpool el 24 de marzo, estadio que desde su inauguración en 2008 es la meca del boxeo en la ciudad y el lugar en el que han combatido todos sus insignes boxeadores con guantes.

Teniendo en cuenta esta escalada, la prensa británica está comenzando a cambiar su forma de ver esta práctica. En un inicio sólo era una excusa para que los tabloides consiguiesen visitas a costa de apelar al morbo de sus lectores con relatos de extrema crueldad, en los que se recreaban en los detalles más sangrientos. Pero con el tiempo, la cuestión ha pasado a ser tratada de forma más seria, intentando comprender cómo y porqué está sucediendo esto y si es necesario emprender acciones legales para detenerlo.

Al frente de la oposición se ha situado la BBBofC, el British Boxing Board of Control, órgano que regula el boxeo en Reino Unido, que considera que es simplemente una locura olvidar las medidas de seguridad que se han desarrollado durante tantos años, forzadas en ocasiones por las tragedias, para ahora hacer una regresión, que consideran que sólo hace que empañar el noble arte de forma indirecta y, especialmente, poner en peligro la propia vida de los participantes en las luchas sin guantes.

En contraste con esta posición está la de los organizadores de BKB y sus seguidores, que dan una miríada de explicaciones para justificar su actividad. Por ejemplo, señalan que las Artes Marciales Mixtas tampoco eran algo aceptable o lógico cuando surgieron, pero que han terminado ocupando un lugar destacado entre los deportes de lucha. Del mismo modo, argumentan que golpearse con las rodillas, los codos o las tibias en la cabeza, sin ningún tipo de protección, es algo igual o más peligroso que hacerlo con los nudillos, no pasando por alto que las técnicas de estrangulación presentan aparentemente un riesgo más evidente y letal. Por otra parte, señalan que ni siquiera el boxeo con guantes es más seguro, ya que en la reglamentación “modernizada” del BKB se han establecido límites de tiempo de 10 minutos y muchas veces los encuentros se deciden en pocos instantes, insistiendo además en que el árbitro interviene de forma inmediata al menor atisbo de riesgo y que se evitan los peligros de la deshidratación.

Pese a todo, sólo hay que ver cómo quedan los rostros de algunos de los contendientes en este tipo de luchas, en muchas ocasiones en espantoso mal estado, y las numerosas veces que caen los participantes, recibiendo más de una decena de segundos cada vez para recuperarse lo suficiente como para ponerse en pie y continuar luchando, para comprender que las excusas dadas por la compañía son insostenibles. Igualmente, una pelea sin guantes de diez minutos de duración en la que dos luchadores intercambian golpes en el centro del ring se convierte siempre en una carnicería, que va infinitamente más allá del combate de boxeo con guantes más duro y a la máxima distancia de doce asaltos. Aun así, todavía se puede encontrar un sector de radicales defensores del boxeo a nudillo desnudo que considera que BKB es una lacra que desvirtúa ese mundo… ya que han optado por poner vendajes simples para proteger las manos.

Si bien esto se pone en duda, los dirigentes del BKB se mantienen enrocados en afirmar que su actividad es legal y lícita, que pagan todos sus impuestos y que ninguna ley británica se lo impide. Lo cierto es que esto es verdad, dado que BKB se aprovecha de un vacío legal en las normas actuales, que no contemplan actuaciones contra una actividad decimonónica, y se apoya en las reglamentaciones para espectáculos peligrosos, tal y como hacen los malabaristas con espadas o fuego, para seguir adelante con sus veladas, que, eso sí, han requerido reuniones continuadas con los ayuntamientos y la policía para no ser canceladas. Pero aun así, a pesar de que muchos creen que estas luchas van contra el sentido común y de que un mínimo esfuerzo en repasar las normas serviría para detener sus eventos, las peleas a puño desnudo, o mejor dicho con sólo un nimio vendaje, salen adelante. Y no sólo eso, no paran de crecer, habiendo cambiando el jefe de compañía su objetivo, que ahora es organizar luchas en el estadio de Wembley.

Esto parece una fantasía irrealizable, pero también lo hubiese sido hace cinco o diez años sugerirle a alguien que el boxeo sin guantes movería a miles de espectadores y que ocuparía importantes arenas en Londres, Liverpool y otras ciudades. Así que nada puede darse por sentado ya en este tema, puesto que, si bien algunos creen que están destinados a diluirse (como lo hizo anteriormente otra compañía llamada BKB, Big Knockout Boxing, que quiso remodelar el boxeo con guantes), los eventos de Bare Knuckle Boxing cuadran de forma sorprendente sus cuentas, siendo el último de los cuales retransmitido por pago por visión a personas situadas en 27 países diferentes, lista en la que se encuentra, inesperadamente, España.

Por otra parte, aunque muchos de los participantes en estas peleas tienen trasfondos de lo más variopinto, desde un actor en un centro temático que es miembro de Greenpeace a un exconvicto que actuaba como matón para cobrar deudas, también se encuentran exboxeadores que no tuvieron buenos resultados en su andadura en el pugilismo con guantes, algunos acumulando incesantes derrotas, o que sólo alcanzaron títulos regionales, si bien destaca la presencia de Danny McIntosh, excampeón de Europa del peso semipesado. También, se pueden encontrar exluchadores de MMA y kick-boxing, habitualmente con muy limitado éxito, que buscan suplir en gran parte sus carencias técnicas siendo parte ahora de un tipo de lucha que, presuntamente, premia más la fortaleza y la resistencia. Además, BKB cuenta con curtidos veteranos de la lucha a nudillo desnudo, que se han convertido en “profesionales” de estas peleas después de largos años de combates clandestinos, tanto en el ambiente de los travellers irlandeses como fuera de él.

En total, BKB suma ya casi 100 luchadores en su página web oficial, repartidos en peso pesado, crucero, semipesado, supermedio, medio y ligero (se contempla también en sus estatutos una categoría pluma y otra mosca), aunque cuenta con muchos otros más que no aparecen en el listado público. Asimismo, se sabe que se están haciendo esfuerzos para contratar a más boxeadores y luchadores de MMA, en activo o retirados, para ensanchar sus filas, sabiendo sus dirigentes que si lograsen atraer nombres reconocibles podrían superar incluso sus más optimistas expectativas.

Por ahora, lo que está claro es que los espectadores están acudiendo a cada llamada y que en cada recinto las localidades se agotan, siendo una prueba de fuego el resultado que puedan lograr en el evento del Echo Arena. Sin duda, el bare-knuckle boxing ha despertado una encendida confrontación dialéctica entre sus seguidores y sus detractores, que extrañamente han llegado a un punto de coincidencia: todo ellos creen, para bien o para mal, que si no se produce una ilegalización en poco tiempo BKB estará codeándose con la cumbre de los deportes de lucha en las Islas Británicas, pudiendo tener un inmediato y peligroso eco en países cuya última preocupación es legislar este tipo de actividades y velar por la seguridad de las mismas.