Darío Pérez
@ringsider2020

Esta madrugada de viernes a sábado en el Seminole Hard Rock Hotel and Casino de Hollywood (localidad del estado de Florida), Don King ha sido el protagonista de la velada que organizaba su promotora.

A sus 93 años, King fue la gran estrella en cámara de la noche; quiso, y logró, ser la novia en la boda, el niño en el bautizo y el muerto en el entierro. La producción del evento fue, a la par de la organización, cutre, sin defraudar a nadie que ha visto las últimas galas organizadas por el empresario de boxeo más famoso de la historia. Sin llegar al nivel de algunas como ese pay per view en el que ofrecía combates históricos para rellenar la falta de acción en directo, todo comenzó con reparaciones en una plataforma adyacente al ring; trajeron varias opciones, probaron distintas alternativas para paliar la diferencia de nivel, pero, como se dice en las dietas milagro que resultan inútiles, lo único que perdieron fue tiempo.

Himnos sin haber campeonato del mundo, veladas alusiones políticas (menos mal que sin constantes banderas de según qué estados, como hizo el año pasado), cambios de plano alocados y repeticiones que iban hacia delante y atrás; un evento principal retrasado en lo que retiraban a King del cuadrilátero con parsimonia y planos del promotor constantes en mesas y sillas cutres, de envejecido chiringuito de playa, adornaron una retransmisión que a España nos trajo Triller, antes FITE.

Don King es ayudado a abandonar el ring

En lo deportivo, el peso wélter Blair Cobbs (17-1-1, 10 KO) batió al excampeón Adrien Broner (35-5-1, 24 KO). Un milagro, porque no queremos pensar mal y acertar dados los antecedentes del organizador, podríamos decir que fue ver a Broner dar el peso el día anterior. Subió al ring con una anatomía que no recordaba al aquel gran púgil, mientras que Cobbs sí que parecía boxeador. La diferencia de velocidad fue evidente; el postrero ganador era mucho más rápido, derribó a Broner en el segundo round y parecía terminar pronto con las hostilidades. Sin embargo, Cobbs demostró que es un boxeador limitado (que para eso le habían puesto ahí) y no supo acabar la contienda, pese a que siguió dominando y solo alguna pincelada del que fue The Problem, con el público entregado a él, hizo que viéramos alternativas en los últimos parciales. Victoria por doble 96-93 y 97-91 de Cobbs, que se gana otra buena bolsa futura cuando se lo den a algún contendiente como alimento deportivo. Broner debería optar por la retirada de la élite y no arrastrarse por los entarimados como trampolín de grandes adversarios.

Cobbs derriba a Broner

Además, Michael Hunter (23-1-2, 16 KO) se impuso a Cassius Chaney (23-2, 16 KO) en un horrible combate. Chaney debería ir al juzgado a cambiarse el nombre, porque El Más Grande se estará revolviendo en el cielo del boxeo al ver a un peleador (no literal, al menos anoche) mancillar su nombre. Hubo asaltos en los que Hunter se encontró un saco de boxeo enfrente, que solamente sabía que es innoqueable por la diferencia de tamaño y se tapaba la cara, pudiendo recibir decenas de golpes en su descuidada anatomía sin inmutarse. Todos esperábamos el alivio que no llegó, un árbitro decretando el final del choque (otra licencia, aquí no colisionaron en ningún momento) porque uno de los participantes se limitaba a absorber impactos uno tras otro. Hunter tampoco quiso arriesgar de más, pero no dio la imagen de púgil con recursos como esperamos de él para poder engancharse a los dinerales que pagan los saudíes a los mejores pesos pesados. El triple 100-90 de los jueces, para sorpresa de nadie, fue el triste epitafio al duelo.

Disfrutemos mientras podamos, con la indulgencia del lector de ESPABOX, de estas veladas organizadas por este mito viviente del deporte, porque nunca sabemos cuándo será la última. Con respeto, pero el inevitable toque de humor al escribir una crónica sobre ella por esa sensación de bizarría, extravagancia, excentricidad; en una palabra, gocemos de ver, en 2024, una función de otra época.