Darío Pérez
@Ringsider2020

Nos van a permitir arrancar hablando del contexto sobre lo ocurrido. Para anoche, había programada en Hollywood (Florida) una velada «organizada» por el legendario y, otrora, exitoso promotor Don King. La gala tenía cierto punto de misterio e incertidumbre, como contábamos en ESPABOX hace unos días .

Anoche informábamos sobre la última hora del evento, con nuevas noticias que hacían presagiar lo que podía ocurrir. Y, realmente, ¿alguien lo dudaba?

El campeonato «mundial» del peso pesado WBA, como es llamado lo que había en juego anoche, finalmente sí fue sancionado por el antaño prestigioso organismo. Se plegaron a las demandas de King y, pocas horas antes del combate, casi a hurtadillas, despojaron del título a un Manuel Charr (ahora, campeón en receso, de risa) que debió haberlo defendido contra Trevor Bryan, pero estuvo dos meses sin recibir el visado por parte del maquiavélico Don King. El nonagenario ya había decidido hace tiempo que Bryan disputaría el título ante Bermane Stiverne, que estaba en el cartel como aquel secundario de película que, finalmente, en la escena decisiva se revela como clave para la trama. Pasaba por aquí, como diría el gran Aute, pero Stiverne se quedó.

Pero… ¿Quiénes son estos Charr, Bryan y Stiverne? ¿Y cuál es este cinturón? El campeonato «mundial» del peso pesado, uno de los más reputados galardones no solo en el boxeo, sino en cualquier deporte. La WBA, un organismo de enorme prestigio, casi canónica como sancionadora de títulos. Y una condición de titular de algo grande, de ser el supuesto mejor peleador del plantea, compartida a lo largo de la historia con Ali, con Frazier, con Tyson, con Foreman, Joe Louis, Rocky Marciano, Dempsey y tantos otros.

Se les presentamos. Manuel Charr es un púgil sirio de 36 años con un currículum de 31-4, 17 KO, que no pelea desde 2017 y nunca lo ha hecho en Estados Unidos o Inglaterra, como centros del boxeo mundial en esta década recién terminada. Hasta la fechoría de anoche, era «campeón del mundo del peso pesado» WBA, quizá una condición a la que podemos llamar fechoría con igual de precisión. Trevor Bryan (31 años, el niño del grupo), norteamericano con una presentación de 21-0, 15 KO, era aspirante al cinturón de Charr y, desde ayer, «campeón del mundo» WBA de los pesados. Es un buen boxeador, pero llevaba desde 2018 sin mostrarse en el ring y carece de victorias de importancia. El tercero, y más conocido, Bermane Stiverne (25-5-1, 21 KO), llevaba dos años sin combatir y no gana un duelo desde 2015. Excampeón del mundo, el estadounidense, a sus 42 años, fue un poco «burlador de Florida y convidado de piedra» en una noche que debería haber sido la última entre 16 cuerdas, llevándose otra somanta de golpes por parte de un púgil como Bryan.

Por último, vamos con ese cinturón. Desde hace un tiempo, demasiado, la WBA tiene varios «campeones del mundo»; un atentado al sentido común, porque mundo hay uno y campeón también debería haber solo uno, que bastante tenemos con que haya cuatro organismos sancionadores. Pueden ustedes pensar las analogías que quieran sobre otros deportes, que no encontrarán ningún ejemplo de varios campeones mundiales del mismo deporte con un mismo ente organizador. ¿Se imaginan que la IHF dijese que, tras el presente mundial de balonmano, Dinamarca sea Supercampeona del Mundo, Suecia Campeona del Mundo, España Campeona del Mundo Regular, Francia Campeona del Mundo Gold, etcétera? De coña, con perdón. Ahora mismo, la WBA en el peso pesado tiene a Anthony Joshua como «Supercampeón Mundial», Trevor Bryan como «Campeón Mundial Interino», Manuel Charr como «Campeón Mundial en Receso», Robert Helenius «Campeón Gold» y un largo etcétera de campeones regionales. Una auténtica basura.

La velada de noche, en sí, fue una astracanada. Sin público, sin prensa, transmitida mundialmente por FITE en la modalidad de PPV por entre 13 dólares (en España fue así, en torno a 10’70 euros al cambio) y 20 dólares, como en EEUU, un espectáculo de seis combates acabó teniendo tres peleas… En vivo. Porque la transmisión comenzó con una pelea… ¡de 1994! Y es que Don King tuvo a bien complacer a los estoicos compradores del pago por visión con un previo con Frankie Randall-Julio César Chávez de hace 27 años (en parte repetida como previo al Bryan-Stiverne, para enorme cachondeo en los tuiteros americanos). Tras una pelea en vivo, otro recordatorio de cuando los pastos eran más verdes: Félix Trinidad-Óscar de la Hoya, de 1999. Y, tras el combate principal, Larry Holmes-Gerry Cooney de 1982, que, por lo que sea, no se emitió completo. No tenemos la menor duda de que, en un futuro cercano, en las escuelas de audiovisuales se estudiarán los efectos de Valerio Lazarov, el ingenio de Chicho Ibáñez-Serrador y esta retransmisión de boxeo que pudimos «disfrutar» anoche. Caviar para los sentidos.

En el aspecto deportivo diremos que Bryan venció a Stiverne por KOT en el undécimo asalto.

Gracias de nuevo, Don.