Darío Pérez
@Ringsider2020

El desierto Mohegan Sun Casino de Uncasville (Connecticut) cerró en Estados Unidos una jornada con varios eventos de Oriente a Occidente, añorados durante unos meses difíciles para el boxeo en particular y la vida en general.

Por la noche, volvía a la acción la compañía que más se había hecho esperar, PBC. Era un evento de tres peleas con el colofón del primer campeonato mundial tras el parón, algo que se había hecho esperar por múltiples factores. Le acompañaban dos combates muy bien casados.

El primer combate enfrentó a Marcos Escudero (10-2, 9 KO), argentino, ante el norteamericano Joe George (11-0, 7 KO), un duelo que se había producido en noviembre con victoria para el estadounidense; ninguno había quedado conforme: Escudero pensaba que había ganado él y George consideraba que la decisión dividida no era fiel a la realidad. Anunciado por un feliz Jimmy Lennon Jr como “The return of boxing” (la vuelta del boxeo), el pleito no defraudó. El cordobés fue a buscar a George muy agresivamente desde el primer tañido de campana, controlando el centro del ring.

Intentaba, seguramente, evitar una nueva decisión adversa, como se apreciaba al verle levantar el puño cuando terminaba cada asalto intentando convencer a los jueces de su mejor desempeño. Sin embargo, Escudero lanzaba golpes con escaso criterio y gastaba energías en exceso ante un elusivo George. Cuando el argentino parecía adelantado en las puntuaciones, Escudero fue cazado en el noveno asalto con una mano lateral ascendente tremenda, que llevó la cuenta hasta diez al inmóvil argentino.

Después, una teórica eliminatoria mundialista WBA supergallo enfrentó a los norteamericanos Raeese Aleem (17-0, 11 KO) y Marcus Bates (11-2-1, 8 KO). Fue también un reencuentro, tras la victoria en 2018 por decisión unánime del primero. El combate empezó con buenos intercambios en el primer asalto, y se fue calmando según avanzaban los asaltos con el clarísimo dominio de Aleem, que no necesitaba forzar la máquina ni arriesgar para lanzar un volumen de golpes mayor que Bates. Acabado el noveno, Bates se sujetaba el brazo dolorido, y el árbitro consultó con la esquina su continuidad, pues parecía evidente una lesión. Lo inevitable ocurrió en el décimo asalto, cuando el árbitro paró las hostilidades ante el ostentoso dolor de Bates, con el antebrazo efectivamente muy dañado.

Llegaba el combate principal de la noche. Los norteamericanos Angelo Leo (20-0, 9 KO) y Tramaine Williams (19-1, 6 KO) se jugaban un campeonato del mundo, cinco meses después del último; en este caso, el WBO supergallo. No son estrellas del boxeo mundial, pero, al saltar al cuadrilátero, eran dos boxeadores imbatidos y con ganas de dar mucho que hablar en los próximos años. Williams, ataviado en unos pantalones cubiertos de publicidad, le ponía las cosas difíciles por su condición de zurdo a Leo, que no sabía descifrar el boxeo de su rival e incluso golpeaba más abajo de lo permitido. El paso de los asaltos trajo la igualdad a la pelea, que parecía abocada a las cartulinas de los jueces, como así fue.

El nuevo campeón del mundo WBO supergallo era, por decisión unánime (y creemos que excesiva), Angelo Leo, con puntuaciones favorables de 117-111, 118-110 y 118-110.
A partir de ahora, las veladas de PBC serán habituales y, en algunos casos, de calidad envidiable para el resto de promotoras, como el 26 de septiembre, cuando los dos hermanos Charlo entran en acción junto a un gran acompañamiento.