José Manuel Moreno
@josemorenoco

¿Recuerdan aquel gordinflón alemán llamado Peter Weiland al que Urtain arrebató la corona europea de los pesados en 1970? Pues lo más parecido a aquel mediocre campeón lo vimos esta noche en un abarrotado Koenig Pilsener Arena de Oberhausen, Alemania. Alex Leapai, australiano él, no fue rival en ningún momento para el incombustible Wladimir Klitschko, que probablemente se emocionó más al escuchar el himno de su país (con Vitali el «político» a su lado) que tras ganar por nocaut en el quinto asalto. La fogosidad de Leapai duró escasamente un minuto, justo el tiempo que necesitó el menor de los Klitschko en aplicar un uno-dos que dio con la humanidad del australiano en la lona, aunque se mostrara molesto con el árbitro Eddie Cotton por interpretar que todo se había debido a un «resbalón». Si Wladimir hubiera querido acabar con el combate en ese primer episodio, les prometo que lo hubiera hecho sin mayores problemas. Pero prefirió dar algo de «espectáculo» a los cerca de veinte mil entregados aficionados.

Los mejores momentos de Leapai eran cuando se agarraba a su sorprendido «contrincante». Los asaltos pasaban sin mayor emoción que saber en qué momento el ucraniano se lanzaría a tumba abierta para liquidar el simulacro de campeonato del mundo IBF-WBA y WBO. Y fue en el quinto asalto, Leapai sufrió un pequeño traspiés, Wladimir se lanzó a por él y lo tiró como a un pelele. Cuenta de rigor, y segundos más tarde, le sacó hasta la cabeza del cuadrilátero. KOT. Fin de la cita. Con rivales así Wladimir puede seguir perfectamente esos diez años que ha repetido durante la semana que piensa seguir en el boxeo. Esto, o lo remedia Deontay Wilder o no lo remedia nadie. Hay Wladimir Klitschko para rato.