Chisora-Usyk

Darío Pérez
@Ringsider2020

La noche en el Wembley Arena prometía emociones, y, en una velada de menos a más, realmente las hubo. Matchroom, tras algunos problemas contractuales de Christopher Lovejoy y un caso de covid en el equipo de Kash Farooq, tuvo que reorganizar la velada a última hora.

En la pelea principal, la presentación de Derek Chisora y Oleksandr Usyk ya auguraba un gran espectáculo, Matchroom siempre acierta en este tipo de detalles. El inicio del combate fue inesperado, porque las durísimas manos de Chisora dañaron a Usyk de modo considerable, llegándosele a aflojar las piernas en algunas ocasiones. La diferencia de tamaño entre ambos era enorme (más de 17 kilos en la báscula), lo que alimentaba en la retransmisión de DAZN y en redes sociales la necesidad de crear una categoría entre el crucero y el pesado. Cada cruce de golpes al que sobrevivía Usyk era un triunfo para el ucraniano, que no tenía poder para dañar al coloso británico. Según pasaban los asaltos, Chisora empezaba a dar muestras de cansancio, pero seguía venciendo uno tras otro, ya que sus manos de poder llegaban más allá de los golpes técnicos de Usyk. Se dio la misma circunstancia al final de séptimo y el octavo asalto, y es que Usyk iba de menos a más, aprovechando el progresivo cansancio de Chisora al avanzar el cronómetro, y la campana salvó a Chisora de caer en ambas ocasiones. Usyk siguió creciendo en los asaltos finales del combate, cuando la edad de Chisora también hizo lo suyo en la resistencia del bravo War. Impresionante combate, todos pudimos respirar tras la campana final porque, como en una película de Hitchcock, nunca supimos cómo podría terminar la obra maestra que estos dos colosos nos regalaron. Los jueces dictaminaron 117-112, 115-113, 115-113 para Usyk, que tendrá que plantearse su futuro en la categoría si un boxeador tan limitado técnicamente como Chisora le puso en tantos apuros.

Comenzaron las hostilidades con dos combates femeninos bastante anodinos. Amy Tinlin (4-0-1, 0 KO) y Carly Skelly (3-0-1, 0 KO) empataron por el título Commonwealth en una pelea plana, en la que ambas boxeadoras hicieron lo mismo de principio a fin. A continuación, Ramla Ali (1-0, 0 KO) venció clarísimamente a los puntos a Eva Hubmayer (1-1, 1 KO), una boxeadora que se limitó a recibir golpes durante los doce minutos de la pelea.

El Campeonato de Europa del peso crucero llegaba a continuación, cinto que se hallaba vacante. Fue un combate rarísimo e igualado por lo mínimo, que muestra el bajo nivel de algunos títulos de Europa actualmente, lo que nos entristece como aficionados. Los primeros asaltos fueron de cierta intensidad, con Tommy McCarthy lanzando manos y fallando la mayoría de ellas, y Bilal Laggoune un poquito más a la expectativa y seleccionando los golpes lanzados. Subió un poco el ritmo de combate desde el cuarto o quinto round, dando siempre la sensación de que el irlandés tenía más posibilidades de lo que se veía entre las dieciséis cuerdas; pareció en estos asaltos centrales, incluso, que contagiaba al belga de cierta desidia, con guardias bajas y acciones demasiado aisladas.

En el sexto asalto, Laggoune se quejó de un problema ocular, algo extraño al no manar sangre de la zona, con problemas de visión e incomodidad. Este momento marcó un punto de inflexión, ya que McCarthy vio subir su confianza y sus opciones, mientras que el belga cedió el centro del ring y la total iniciativa de la pelea. El lenguaje corporal de ambos era bastante desconcertante, McCarthy no parecía terminar de ir a por el combate, y le faltaba combinar más, ante un rival que se recuperaba de sus asuntos oculares. En el noveno asalto, McCarthy le puso en serios problemas a Laggoune con una mano aparentemente sin peligro a la frente, y este que se refugió en las cuerdas; extrañamente, en sintonía con lo que vivíamos, McCarthy tardó en seguir castigando al belga, que salió vivo y terminó el round. Bien por cansancio del rival o por verse cercanos a ceñirse el cinturón en un combate igualado, les llegó un segundo aire en los últimos dos asaltos, que resultaron algo más entretenidos. Las puntuaciones fueron 114-114, 116-112, 116-113, decisión mayoritaria a favor de Tommy McCarthy (17-2, 8 KO). Para completar el surrealista combate, el irlandés permaneció hierático al ser proclamado ganador, sin gestos de júbilo. Laggoune queda con un récord de 25-2-2, 14 KO.

El título mundial WBO del peso medio femenino iría a continuación. Llamaba la atención desde el principio que Savannah Marshall (9-0, 7 KO) parecía de una categoría superior a Hannah Rankin (9-5, 2 KO), y en esa línea parecían también sus golpes. Marshall empezó tranquila, pero segura de sus posibilidades, y apretó paulatinamente, llegando a su oponente con cierta claridad en varios crochés ya en el tercer asalto. Sus golpes eran más variados y menos previsibles cada vez, y Rankin sufría para acabar los rounds tirando de veteranía. El rostro de Rankin ya estaba marcado hacia el sexto asalto, y el séptimo fue tal avalancha de combinaciones arriba y abajo en contra que puso rodilla en el suelo cuando casi finalizaba. El árbitro, tras la cuenta de protección, paró el combate con gran acierto, como reconocía Rankin agachando la cabeza. Brillante victoria y campeonato del mundo para Savannah Marshall, que apunta su nombre en la fascinante lista de las grandes púgiles de la actualidad.

El combate de semifondo presentaba a Lee Selby (28-3, 9 KO) y George Kambosos (19-0, 10 KO) en eliminatoria mundial camino del título ligero IBF. Dos púgiles de acción, Selby con más movilidad y Kambosos con más pegada, nos ofrecían acciones dinámicas y constantes desplazamientos sobre el cuadrilátero, intentando entrar y salir del rango del rival con rapidez. Era el combate más entretenido de la velada; parecía que los asaltos caían del lado del australiano, con más poder en las manos y también haciendo fallar con frecuencia a Selby. Así daba comienzo la segunda mitad del duelo, con Selby empezando a dar signos de cansancio y Kambosos clavando los puños en la zona hepática del británico con asiduidad. Kambosos era superior, pero siempre Selby sacaba frecuencia de manos y, unido a su condición de boxeador local (que no debería influir, pero suele hacerlo), existía algo de incertidumbre por el resultado final. Los jueces dieron su veredicto: 118-110 para Kambosos, un incomprensible 115-114 para Selby y 116-112 para Kambosos.