Christian Teruel
@Chris_Le_Gabach

“Noto una perturbación en la fuerza” decían en La Guerra de las Galaxias cuando los jedis presentían que se acercaba algo malo. De la misma forma, en el mundo del boxeo se barruntaba que se venían malas épocas y también hemos acabado siendo subyugados por nuestra Estrella de la Muerte particular. Tiempos oscuros con todo el manido tema de la avalancha de títulos sin valor e incompetencias por parte de los organismos, falta de peleas entre los mejores y malas decisiones de los jueces. Pero lo de las últimas semanas, estallando un cúmulo de desgracias que además han coincido en un corto espacio de tiempo, debe ser un auténtico punto de inflexión. Quizá la ultima oportunidad de parar al Dr. Frankenstein antes de conectar el último cable que dé vida al monstruo que se está creando.

No hace falta entrar en detalles. Todos sabemos lo ocurrido con la vuelta y derrota de un Holyfield de 58 años en malas condiciones, la mala praxis de Triller, la sobredimensión que se da a Jake Paul, el positivo de Valdez, que derivó no sólo en no despojarle del cinto ni sancionarle, sino que además se dio luz verde a su pelea en la cual ganó con mucha polémica en las tarjetas. Y lo más doloroso, la muerte de la jovencísima Jeanette Zacarías Zapata tras un combate rodeado de oscuras circunstancias.

Yo me pregunto ¿acaso no somos todos un poco culpables del camino a la autodestrucción del mundo del noble arte? Las redes se llenaron de usuarios compartiendo vídeos, comentarios y críticas ante todos estos acontecimientos. Algo libre, de forma sana en la mayoría de los casos e incluso, necesario. Pero haciendo esto ¿no le estaremos haciendo el favor a estos jinetes del apocalipsis? ¿Somos sus tontos útiles? Da igual las intenciones, al compartir esta información de manera masiva lo único que hacemos es ser colaboradores de un fin de alguien que se engrandece con estas acciones. Como afectados de una estafa piramidal de la que solamente podemos escapar atrayendo a más víctimas. Y es que nunca fue tan válido el dicho de, da igual que hablen mal de ti, lo importante es que hablen. Así alimentamos al demonio de las malas prácticas en el pugilismo.

¿Y qué hacemos? En el capítulo de Black Mirror “Blanca Navidad”, se condena a un bloqueo absoluto a aquellos que cometen actos delictivos, llegando a ser de manera perpetua para los más graves. Sin embargo, en nuestra realidad y coyuntura, tampoco nos dejaría en buen lugar porque primero, sólo unos pocos lograrían obviar el problema, lo que no lo haría que desaparezca y segundo, no denunciar actos injustos o malvados sería también un pecado. Quizá solución sería tener la habilidad de encontrar el término medio, algo utópico habida cuenta de la cantidad de gente compartiendo cada minuto el mismo contenido, viralizando sin remedio cualquier arañazo en una trifulca premeditada en un cara a cara.

Como en todos los aspectos de la vida, actualmente en el boxeo estamos en un momento crítico en el cual se verá si nos encaminamos a una deriva que la mayoría no quiere, pero que es constante e imparable como la lava en Palma, por los hábitos que tenemos. Por suerte, Dios aprieta, pero no ahoga. Y es que el parón provocado por las restricciones causadas por la pandemia y el periodo de peleas a puerta cerrada ha hecho que promotores se pongan las pilas y, aunque sea por recuperar pronto el dinero perdido en vez de agradar a los aficionados, están organizando los mejores eventos posibles, de los cuales muchos los veremos un breve espacio de tiempo. Las veladas de Crawford – Porter, Fury – Wilder III y Anthony Joshua – Usyk, entre otras, como actos de una resistencia que lucha contra esta inercia negativa y que son un pequeño rayo de esperanza. Nunca sentí tan propio lo que decía Dickens en su primera frase en Historia de dos Ciudades: “era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos”.