Darío Pérez
@Ringsider2020

El T-Mobile Arena de Las Vegas (Estados Unidos) vivió esta madrugada una copromoción entre Top Rank y PBC, una colaboración que suponía una de las carteleras más atractivas, a priori, de los últimos tiempos. Y, aunque las peleas previas fueron menos gratas de lo deseado, el combate principal fue uno de los más intensos, bonitos y descarnados que recordamos.

Tyson Fury (31-0-1, 22 KO) arriesgó su campeonato del mundo WBC ante el tremendo pegador Deontay Wilder (42-2-1, 41 KO). El aspirante salió con una táctica totalmente nueva producto del cambio de esquina, decidido a buscar las zonas blandas de Fury, pegando abajo como no había hecho en las dos peleas anteriores, algo que sorprendió al británico. Sin embargo, este ajustó acertadamente para ir ganando en aplomo y confianza, acabando el tercer episodio derribando al retador con golpes a la zona del oído y la sien, superando el de Alabama la campana final con dificultades.

Sin embargo, con Wilder enfrente no te puedes relajar ni un momento, y en el siguiente asalto fue el campeón quien las pasó canutas tras una mano frontal durísima que le derribó, primero una y luego otra vez, llegando a su esquina no se sabe muy bien cómo. Wilder se fue apagando físicamente, a la vez que se sujetaba la mano por la muñeca en ocasiones como si tuviera alguna lesión, desde mitad de las acciones, pero seguía dando la eterna sensación de poder cambiarlo todo si uno de sus intentos combinase puntería y potencia en altas dosis; Fury no tenía tampoco claro si ir a por el estadounidense para noquearlo o ser más prudente y evitar una potencial sorpresa desagradable.

En el décimo round, una mano curva del Gyspy King volvió a desarbolar a Wilder, que ya no podía con su alma, y el árbitro dejó seguir una pelea que, viendo al Bronze Bomber deambular, ya no tenía sentido, pese a alguna peligrosa acción aislada en favor de este. Finalmente, el sinsentido acabó de la manera más probable, con Wilder, que no era él desde hace tiempo, en posición horizontal tras el enésimo castigo infligido por el aún campeón y, salvo que alguien diga lo contrario, el mejor peso pesado de esta época.

El nigeriano Efe Ajagba (15-1, 12 KO) se enfrentó al cubano Frank Sánchez (19-0, 13 KO) en un combate entre invictos con grandes perspectivas para quien saliera con el brazo en alto, pero fue un combate de menos intensidad de la que se preveía. A Sánchez le valía, con su mejor técnica, con pelear en distancia usando el brazo adelantado, mientras que Ajagba, al que se le presuponía el agresor, estuvo timorato en su estrategia y demostró que su boxeo es muy rudimentario como para acceder a las grandes ligas de los pesados. En el séptimo asalto, Sánchez derribó a Ajagba, pero ni siquiera la repetición dejó claro si golpeó al nigeriano cuando estaba rodilla en tierra o seguía en pie, parecía que la estaba levantando tras posarla; lo único que quedó claro es que el árbitro estuvo muy mal y lentísimo, dudando si contar la caída, si amonestar al cubano y estando, en todo caso, poco resolutivo en su actuación. Así se consumieron los diez rounds hasta llegar a la decisión de los oficiales, que fue 97-92, 98-91 y 98-91 para Sánchez, en una pelea que no fue satisfactoria para los presentes.

También había revancha entre el finlandés Robert Helenius (31-3, 20 KO) y el polaco Adam Kownacki (20-2, 15 KO). Helenius salió decidido a volver a revitalizar su carrera a costa de su rival, y ya le tenía con el ojo altamente inflamado tras un asalto, lo que se fue acentuando con el paso del tiempo. Kownacki tenía ya el órgano ocular cerrado y con una severa hinchazón desde el tercer round, y en el sexto el árbitro decidió parar la pelea, acertadamente, porque el de Europa del Este no podía ver, pero oficialmente fue descalificado Kownacki por golpes bajos.

Por último, abrió la parte principal del evento Jared Anderson (10-0, 10 KO) contra el ruso Vladimir Tereshkin (22-1-1, 12 KO) en un combate sin mucha historia, ya que el joven estadounidense mostró su gran nivel con solo 21 años, así como su potencial para marcar una épica en el peso pesado.

En los preliminares, vimos cómo Robeisy Ramírez (8-1, 4 KO) vencía ante Orlando González en el peso pluma, mientras que en el supermedio se enfrentaron Edgar Berlanga (18-0, 16 KO) y Marcelo Cóceres (30-3-1, 16 KO), con muchos apuros para el primero a la hora de mantener la condición de invicto, puesto que cayó en el noveno asalto antes de ganar a los puntos.

En la gran sorpresa de la noche, el superwélter estadounidense Julian Williams (27-3-1, 16 KO) cayó derrotado ante el voluntarioso mexicano Vladimir Hernández (13-4, 6 KO) a los puntos, en un duro combate.