Redacción Espabox

Estados Unidos ha liderado el boxeo con la realización de los principales combates desde el s. XIX. En las últimas décadas, el poder de televisiones como HBO y Showtime, y el interés de los casinos de Las Vegas, han ratificado este dominio, que solo se ha visto alterado por campeones con un respaldo en otro país como ocurrió con los hermanos Klitschko en Alemania. Con la salida de HBO y Showtime, y la llegada de DAZN con un proyecto más internacional, la irrupción de Arabia Saudí ha cambiado el tablero. El país petrolero acogió la revancha entre Anthony Joshua y Andy Ruiz en 2019, pero había permanecido en un segundo lugar hasta 2023.

Promotores enemistados durante años como Eddie Hearn y Frank Warren han enterrado el hacha de guerra para trabajar de forma conjunta. El dinero saudí está cambiando el escenario de las principales veladas. No es el primer caso en la historia en el que alguien (llámese Donald Trump en Atlantic City) consigue que los mejores boxeadores se concentren en sus eventos. Los precedentes revelan que los beneficiados fueron los púgiles que se embolsaron cifras por encima de los estándares del mercado, y que afectaron a la clase media y baja que no quiso participar como víctimas propiciatorias.

La piedra angular en el proyecto saudí es Turki Al-Sheikh. Este nombre es el que esperan que aparezca en sus teléfonos todos los mánager del mundo. Al-Sheikh dio su mayor golpe con la organización del Tyson Fury vs. Oleksandr Usyk el pasado sábado, una pelea que parecía imposible de negociar, hasta que los millones saudíes facilitaron un acuerdo. A sus 42 años, Al-Sheikh es el responsable de la Autoridad General de Entretenimiento de Arabia Saudí, y ejerce como consejero de la Familia Real. Se desconoce la fortuna que controla directa e indirectamente Al-Sheikh, y según estimaciones esta superaría los dos mil millones de euros. En 2019 compró la U.D. Almería, con el compromiso de hacer un gran desembolso si el equipo andaluz ascendía a Primera División. Los rojiblancos han descendido a Segunda División sin que el propietario rojiblanco dé la cara, más allá de prometer mejoras en las instalaciones.

Al-Sheikh se deja ver con la camiseta del Almería, pero sus preocupaciones diarias son otras. Sus problemas de salud le han generado una prisa que sacia a golpe de talonario. La expansión en el plano deportivo tendrá su momento culmen en 2034 con la organización del Mundial de Fútbol. Arabia Saudí no podía permitirse ser menos que Catar, y en esta batalla librada entre pistas de Fórmula 1 y campos de fútbol, el boxeo podría expandirse por Oriente Medio. La ausencia de una liga localizada como en otros deportes facilita el proceso. Don King interpretó mejor que nadie la partitura para beneficiarse de las ansias de Mobutu Sese Seko en Zaire y Ferdinand Marcos en Filipinas.

El proyecto saudí quiere ir más allá, y ya prepara su entrada en el circuito pugilístico estadounidense, siempre reacio a los promotores foráneos. Las inversiones de Arabia Saudí o Catar tienen un componente mucho más político que deportivo, algo que sabe bien Al-Sheikh de su faceta como letrista. A través del deporte, los países de Oriente Medio buscan publicitarse y reforzar relaciones comerciales. La Liga de Fútbol Saudí ya está considerada como una de las mejores del mundo con la llegada de multitud de figuras, y Al-Sheikh presume de ello sentando a Cristiano Ronaldo en la primera fila de sus veladas.

El golf es el deporte al que más ha impactado el dinero con olor a petróleo, con la creación de un circuito paralelo en el que se estrenará John Rahm con un contrato astronómico. Las Artes Marciales Mixtas es otro de los deportes que ha marcado en rojo. Tras trabajar con la WWE y comprar la liga PFL, UFC aterrizará en Arabia Saudí el 22 de junio. Estas inversiones se realizan bajo el sello de Riyadh Season, el programa cultural dentro de las directrices del Saudi Vision 2030 con el que Mohammed bin Salman quiere modernizar el país.

Aunque en los carteles de las veladas ocupa un discreto papel, la empresa con mayores beneficios del mundo, la petrolífera Aramco, y el Banco Nacional Saudí (SNB) son los motores de este sistema. La modernización que inició Faisal bin Abdulaziz hasta su asesinato ha entrado en una nueva fase con Bin Salman. El príncipe saudí declaró su intención de que Arabia Saudí deje de centrarse en el petróleo a corto plazo. Periodistas estadounidenses han señalado que la maquinaria se aceleró tras el asesinato de Jamal Khashoggi en el consulado saudí de Estambul. Varios medios vincularon la muerte del periodista disidente a un encargo de Bin Salman, que ha concluido con la concesión de la inmunidad al heredero en Estados Unidos por parte de Joe Biden.

En esta enrevesada partida en la que el boxeo es una ínfima parte, la prensa también ha situado a Bin Salman detrás del hackeo del móvil de Jeff Bezos, cuando este negociaba su divorcio. Bezos es el dueño del Washington Post, periódico en el que publicaba Khashoggi. El fundador de Amazon también ha comenzado su andadura en el boxeo a través de Prime Video. La plataforma de entretenimiento del gigante estadounidense se ha unido a Premier Boxing Champions para retransmitir sus veladas. Con una inversión mucho más modesta que la de Arabia Saudí, Prime Video es el nuevo socio de Al Haymon. Solo el boxeo puede unir a Bezos y Bin Salman.