Kike Pasqual

La consideración del boxeo como disciplina reina entre los diferentes deportes de contacto parece indiscutible. Por historia, difusión popular e incluso presencia olímpica, el pugilismo ocupa el primer lugar en el pódium. Todo el mundo conoce a Muhammad Ali y a Mike Tyson, ha visto Toro Salvaje (o al menos algún film de la saga de Rocky) e incluso, sin ser consciente de ello, emplea expresiones inspiradas en el noble arte en su día a día tal como: estar contra las cuerdas, salvarse por la campana o tirar la toalla.

Sin embargo, esta hegemonía parece estar en discusión durante los últimos años con el auge de las artes marciales mixtas (MMA, por sus siglas en inglés). Una empresa promotora, la UFC (Ultimate Fighting Championship), y el nombre de un luchador por encima de todos, el del carismático irlandés Connor McGregor, están liderando la consolidación de las MMA como el deporte de contacto de moda. Lo cual podría suponer (o no) una amenaza para la supremacía del boxeo como deporte de contacto por antonomasia.

La vocación global de la UFC ha logrado que en muy diversas partes del globo exista interés por sus combates. El acierto de esta empresa ha sido partir de cero para crear un producto diseñado de manera pormenorizada para el disfrute del consumidor de deportes de contacto. ¿Cómo lo han logrado? La UFC hace las veces de representante y de promotora de los peleadores que conforman sus carteleras. Esta doble función permite a la organización promover combates equilibrados en los cuales se enfrentan entre sí luchadores con un nivel deportivo similar.

Con este sistema de funcionamiento es difícil encontrar peleadores sobreprotegidos o lamentarse por esos combates soñados que nunca se llevan a cabo. Asimismo, también es destacable que hay una serie de primas (denominadas “bonus”) al ganador de cada combate o al mejor nocaut de la velada, con las cuales se busca promover que los luchadores den un espectáculo altamente atractivo para el espectador.

Ahora, la cuestión sobre la cual debe reflexionar que la gente del boxeo (púgiles, entrenadores, aficionados, federativos, periodistas especializados, etc.) es: ¿El auge de las MMA supone una amenaza para la viabilidad del boxeo como deporte e industria del ocio?
Puede que una vez pasados estos años de bonanza mediática las MMA pasen a un segundo plano, tal y como ha ocurrido en cierta manera con el Kick-boxing, que tras un boom en la década de los ochenta no se ha consolidado como un deporte de masas.

O quizá no, de forma que su avance y aceptación social siga in crescendo hasta superar al boxeo. En todo caso, lo que sí parece claro es que la adopción por parte de promotores y organizaciones de boxeo de algunas de las directrices que hace valer la UFC podrían beneficiar al boxeo y evitar que el público potencial de este deporte (aficionados y practicantes) opte por las MMA.

La mejor respuesta final posiblemente sea que debemos contemplar las World Boxing Super Series (WBSS) como el ejemplo a seguir. Este innovador torneo ha mostrado como es posible superar un modus operandi algo anacrónico, para dejar paso a un modelo de competición apasionante para los siempre entusiastas seguidores del noble arte.