Darío Pérez
@ringsider2020
Imagen: Esther Lin
El combate de fondo la pasada madrugada en el T-Mobile de Las Vegas es un ejemplo de que las casualidades y el destino son caprichosos en el boxeo como en la vida.
Si hace un año Sebastián Fundora (21-1-1, 13 KO) sufría el primer revés de su carrera al ser noqueado por Brian Mendoza, hoy es campeón mundial superwélter WBC-WBO tras imponerse a Tim Tszyu (24-1, 17 KO). Fundora iba a medirse a Serhii Bohachuk hasta que la lesión de Keith Thurman le hizo auparse a plato principal de la noche, aprovechando la oportunidad de la mejor manera posible.
La pelea estuvo marcada por un aparatoso corte que Tszyu se produjo en el inicio del cabello, parte alta de la frente, al entrar con la cabeza en el segundo round y golpearse con el codo del larguísimo rival. Es difícil de comprender cómo permitió el doctor a pie de ring que se pudieran consumir los doce asaltos con esa sangría, pues el australiano ya saltaba al cuadrilátero al inicio de cada parcial con la abundante hemorragia cayendo sobre su rostro. Reseñemos también que Fundora tuvo sangre igualmente en la cara producto de los golpes de su adversario, pero descartábamos cualquier actuación al respecto si no se detenían las hostilidades viendo la esquina rival, mucho más escandalosa.
Sobre las acciones pugilísticas, la intensidad que se preveía. Tszyu salía a trabajar abajo con movilidad y contundencia, algo que Fundora aceptaba en guerras de duros impactos en el centro del ring que ambos aceptaron. Estuvo firme el de origen latino, que pasó apuros en un par de ocasiones pero mostró estimable fortaleza para anotarse, coincidimos con dos de los jueces, algún asalto más que el ya excampeón, cuyo jab en la distancia se vio algo más que en anteriores citas.
Los oficiales dictaminaron decisión dividida para Fundora, nuevo campeón mundial unificado, por doble 116-112 (uno para cada lado) y 115-113, con la que coincidimos, a favor del californiano.