Daniel Pi
@BastionBoxeo

Se dice que no tiene el carisma de una estrella y que ni siquiera es extensamente conocido aún dentro de los Estados Unidos. Tampoco tiene un apodo llamativo que deslumbre en los carteles promocionales; de hecho ni siquiera tiene un apodo. Sin embargo, y aunque todavía no se ha enfrentado a un solo boxeador de la élite de la categoría, el campeón mundial WBC del peso superligero José Carlos Ramírez (22-0, 16 KO) (en la foto) es uno de los mayores vendedores de entradas de ámbito local que actualmente posee el boxeo estadounidense.

Y es que, a pesar de enfrentarse incluso a boxeadores que estaban por debajo del nivel del top 15 o que eran modestos, Ramírez ha vendido más de 13.000 entradas en los combates que ha disputado en Fresno (California), donde es un ídolo entre la población de origen mexicano por sus públicos posicionamientos a favor de las reclamaciones de los granjeros y de la inmigración, siendo él hijo de inmigrantes y habiendo trabajado desde muy joven en labores agrícolas.

Se debe mencionar que la mayor cifra de asistencia a un combate de Crawford fue la lograda en Lincoln, muy cerca de su Omaha natal, ante Indongo, pelea contemplada por 12.121 personas, mientras que la victoria de Wilder ante Washington en su estado originario de Alabama fue presenciada por 12.346 espectadores (su cifra más alta fue la lograda lejos de su casa, en Nueva York, para el Wilder-Ortiz, 14.069). Del mismo modo, aunque se dice que es la mayor atracción del boxeo norteamericano, Spence vendió en su última pelea contra Ocampo, ante su público en Texas, unas 12.600 entradas, todavía por debajo de los 13.120 asistentes al Ramírez-García, de los 13.700 del Ramírez-Kinda y de los 13.843 espectadores del duelo eliminatorio Ramírez-Reed.

Por ello, y aunque el precio de las entradas no ha sido excesivamente elevado, cualquier promotor mínimamente avispado se daría cuenta de que Ramírez tiene la capacidad de generar sustanciales ganancias de forma continuada si se conduce su carrera de forma adecuada, por lo que siendo quien dirige su trayectoria Bob Arum, no se se puede esperar otra cosa que enormes beneficios para Top Rank.

Tener una figura con dicho potencial, inicialmente se tradujo en que, además de no plantearse siquiera dejarle participar en las World Boxing Super Series, Top Rank le seleccionó a Ramírez como primer aspirante voluntario a un boxeador realmente asequible para su nivel como Danny O’Connor, púgil con poca pegada y bastante vulnerable que había llegado a militar en el peso superwélter. No obstante, a éste, como se recordará, no llegó a enfrentarse, puesto que O’Connor sufrió una deshidratación tan severa antes de subirse a la báscula que tuvo que ser ingresado, susto del que afortunadamente ya se ha recuperado, si bien no ha aprendido la lección: su siguiente pelea volverá a ser en el peso superligero ante el duro Tommy Coyle.

Después del citado fiasco y de las enormes críticas recibidas por dicha elección de rival, Arum no ha vuelto a cometer el mismo error, ya que, siendo consciente que sólo con llamativas victorias se puede moldear una estrella, y respondiendo a los reproches encajados, le ha seleccionado a Ramírez para su próximo combate, el que tendrá lugar el viernes en el Save Mart Arena de Fresno (Estados Unidos), a un púgil invicto y de buen nivel como Antonio “Relentless” Orozco (27-0, 17 KO).

Ciertamente, éste supone un riesgo controlado por parte de Arum, ya que si bien Orozco es un boxeador reconocido por el público, con buenos números en su récord y algún nombre de relieve, su carrera ha sido una montaña rusa en cuanto a su rendimiento, no estando exenta de victorias controvertidas y de terribles problemas para dar el peso superligero. Así, si bien ofreció un buen combate ante el duro Emmanuel Taylor, luego no consiguió ser constante ante Humberto Soto, aunque los jueces le otorgaron un triunfo inaceptablemente amplio. Posteriormente, en un paso atrás decidido por su equipo, arrolló al veterano y en mala racha “Aguacerito” Acosta, aunque en su siguiente combate, ante Abner López, volvió a ser muy inconsistente y a lograr un éxito unánime muy polémico, motivos por los que su promotora, pese a tenerlo clasificado en la cúspide, nunca forzó una eliminatoria o un asalto mundialista, es más lo eludió.

Por ello, y aunque Orozco ante el invicto Keandre Gibson dio una buena imagen en líneas generales y este viernes entrará a la mayor pelea de su carrera con una minúscula desventaja en las apuestas, lo cierto es que el equipo de Ramírez no se equivoca al estar confiado en la victoria. Es evidente que Orozco no se dejará vapulear sin oponer resistencia ni se rendirá a la primera de cambio, siendo probable que por su acometividad y su estupendo uso de las combinaciones de hooks pueda ofrecer una pelea tan contendida como emocionante. Sin embargo, y pese a los enormes descuidos defensivos del monarca WBC, Ramírez, por su mayor tamaño, su firmeza ofensiva, su elevadísimo ritmo combativo y su gran gancho zurdo, que usa sin parar, no debería tener problemas para explotar los descuidos defensivos, las dudas estratégicas y la precipitación en el cambio de esquemas de Orozco, que si no logra imponer su distancia termina por ceder la iniciativa y sucumbir round tras round.

La ceremonia de pesaje no dejó sorpresas y ambos boxeadores se mantuvieron por debajo del límite del peso superligero (63,5 kg), dando Ramírez 62,709 kg y Orozco 63,276 kg. El inicio de la retransmisión para Estados Unidos de ESPN está programado para las 4:00 de la madrugada del viernes al sábado en hora peninsular española, estando precedido el Ramírez-Orozco por un duelo del peso superpluma entre el estadounidense Jamal Herring y el filipino John Vicente Moralde.