Daniel Pi
@BastionBoxeo

Tras haber padecido consecutivamente dos veredictos considerados injustos por amplias capas de espectadores, el bielorruso Kiryl Relikh (22-2, 19 KO) logró desquitarse de dichos reveses de forma sensacional en su duelo de revancha ante el cubano Rances Barthelemy (26-1, 13 KO), que se produjo la pasada madrugada en el Freeman Coliseum de San Antonio (Estados Unidos). Y es que Relikh se hizo con un clarísimo triunfo por decisión unánime y con tarjetas de 118-109 y 117-110, que incluso pudieron haber sido más amplias, para capturar el cinturón mundial WBA del peso superligero vacante. Con ello, Relikh se convierte en el segundo monarca mundial profesional de la historia del boxeo bielorruso, por detrás de Siarhei Liakhovich, que lo fue del peso pesado por la WBO en 2006.

Tratando ambos de no volver a cometer los errores de su anterior encuentro, Barthelemy arrancó mucho más móvil que en la ocasión precedente, mientras que Relikh desde el tañido inicial sostuvo una presión elevada en busca de su directo de corto recorrido, su gancho zurdo y sus combinaciones de hooks. Con todo, si bien el cubano no ofreció planos sencillos por su dinamismo, de nuevo cometió el fallo de no usar a penas su jab y ni siquiera amagaba con lanzar su directo diestro, siendo claramente superado por frecuencia de golpeo por su adversario, que llegaba con salteados ganchos o rectos y con alguna contundente combinación.

Sabiendo que de seguir así iba a ser gradualmente demolido, del cuarto asalto en adelante Barthelemy trató de arrebatar la iniciativa a su rival, pero sus directos no tenían ni la precisión ni la potencia necesarias y sus buenos hooks al torso eran replicados por agresivas andanadas de ganchos, uppercuts y derechas rectas. Así, en el quinto asalto el excampeón del peso superpluma y del peso ligero comenzó a volver a su táctica basada en la movilidad pero, al no respaldarla con los necesarios contragolpes, fue hostigado de manera creciente hasta que en el sexto asalto un gancho zurdo al torso le dejó tocado y se tuvo que agarrar tan a la desesperada que ambos cayeron a la lona.

Tras este incidente, al agobiado Barthelemy sólo se le ocurrió buscar intercambios en los que su potencia le sacase del apuro, pero la cadencia de golpeo y algunas acciones defensivas simples pero efectivas de Relikh siguieron decantando los rounds de forma muy evidente. Entonces, Barthelemy recurrió a un arma que ya utilizó en el primer duelo, la de los flagrantes golpes por debajo de la cinturilla, que por su reiteración le costaron un punto en el séptimo episodio.

A pesar de que se había asegurado la victoria a los puntos al entrar en el último cuarto de pelea, Relikh no disminuyó su empuje y, tanto en las oscilantes intentonas ofensivas del impreciso Barthelemy como cuando éste optaba por una actitud defensiva, se impuso con creces hasta la conclusión, sólo teniendo que preocuparse por dos durísimos puños bajos más antes de poder alzar su título mundial.

Dado que antes de su pelea contra Ricky Burns su récord se sustentaba ante oponentes modestísimos, Relikh ha logrado con su coronación superar totalmente las expectativas que su carrera generaba hasta hace muy poco. De hecho, en una división del peso superligero que está pasando por la búsqueda de una nueva figura, Relikh, derrotando muy convincentemente a un hábil boxeador invicto como el exmonarca en dos categorías cubano, entra inesperadamente en la lucha por la hegemonía. Con todo, aunque su elevado ritmo combativo debe ser algo preocupante para sus futuros rivales, su defensa es fácilmente superable, su técnica algo limitada y su rapidez de manos es insuficiente para codearse con los mayores nombres del peso superligero, pareciendo un test definitivo a su proyección como titular la actuación que pueda ofrecer ante su complicado rival obligatorio, el temible noqueador ruso y excampeón mundial Eduard Troyanovsky.