En relación a la entrega del Trofeo ESPABOX-Ignacio Ara del próximo sábado, recogemos una breve biografía de Ignacio Ara basada en la publicada en el blog Boxeo 1930s.

«Ignacio Ara fue un boxeador genial que dominaba con extraordinaria habilidad las tres distancias, ejecutando todos los golpes conocidos con limpieza y rapidez sorprendentes.
Su estilo era elegante y tenía una maravillosa esquiva, era la inteligencia en el ring. Le llamaban El Catedrático de las doce cuerdas por su elegancia y su prodigiosa rapidez de movimientos. Seguía siendo impecable en sus gestos técnicos. Desconcertante por lo inesperado de sus reacciones, era la suma y compendio de lo que podría ser el púgil perfecto».

Así han descrito a Ara muchos de los cronistas de la época.

Doce veces campeón de España del peso medio y tres del semipesado entre 1942 y 1947, campeón de Europa del peso medio en 1932, disputó dos veces el título mundial del peso medio, realizó más de 200 combates como profesional, el que más en la historia española y nunca perdió por KO peleando contra los mejores púgiles mundiales de su peso en distintos países del mundo. Venció a campeones europeos y mundiales y viajó por muchos países americanos donde consiguió decenas de importantes triunfos.

Ignacio Ara Lasaosa nació el 29 de abril de 1909 en Sigüés (Zaragoza). Muy pronto se fue a vivir a Mauleon (Francia) con sus padres, que eran labradores, y que allí encontraron un buen trabajo fabricando alpargatas. En 1916 regresan a España, a Jaca, para evitar la Primera Guerra Mundial, y como Ara hablaba muy bien francés, le llamaban “el francés”, pero Ara reaccionaba a puñetazos diciendo: “Soy español y de Aragón y al que me llame francés le hincho los morros”.

Le gustaba mucho el fútbol y comentó que la nariz achatada fue de jugar al balompié y no del boxeo. Regresaron a Francia unos años después y decidió ir a París a hacerse cocinero. En 1925, con 16 años, conoció a Paulino Uzcudun y “comencé a ir a varios gimnasios, donde recibí inolvidables palizas, pues no cabe duda de que en boxeo se cumple de veras eso de que la letra con sangre entra».

Volvió a San Sebastián de cocinero y le gustó tanto la ciudad que terminó siendo su patria chica.
Debutó el 4 de diciembre de 1926 con 17 años sustituyendo a un púgil que se puso enfermo, venciendo en el primer asalto. En dos años disputó nada menos que 33 combates, con 28 victorias, tres derrotas y dos nulos, dos derrotas ante el francés Louis Vaclard, al que ganó un año después, y una ante el inglés Len Johnson, púgiles de vasta experiencia y mucha calidad, como Johnson número uno en Inglaterra y aspirante al título mundial. Ara solo tenía 19 años.

Los parisinos quedaron impresionados por su maravilloso boxeo y le apodaron “El Carpentier español”, en honor al gran Georges Carpentier, campeón mundial semipesado y campeón de Europa en cuatro pesos.

Decidió ir a hacer las Américas y renunció a disputar el título de España frente a Ricardo Alís.
«Ara lanza sus golpes desde todos los ángulos y tenía un repertorio como no se veía en los rings americanos y su noción de la distancia y precisión en los golpes eran absolutos», decían en Estados Unidos.

McMahon, uno de los más importantes promotores de combates pugilísticos y antiguo organizador del Madison Square Garden manifestó: “Ara es el boxeador extranjero de mayor combatividad que he visto en mi vida. Su estilo es maravilloso, Ara es mejor que el argentino Firpo y supera al alemán Schmeling y a su compatriota Paulino Uzcudun en aquel aspecto. Espero grandes cosas de este boxeador”.

Pero Ignacio Ara con 19 años en EEUU no podía realizar combates de más de seis asaltos. “Hacía falta tener veintiún años, como mínimo, para que le dejasen a uno boxear, y yo sólo contaba diecinueve. Falsifiqué entonces el pasaporte, poniéndome veintidós años, pero de nada sirvió, pues me pidieron más documentación y se descubrió enseguida la estratagema”, comentó el aragonés.

Como le perjudicaba ser menor de edad, ya que no podía enfrentarse a púgiles de mayor nivel y con ello en combates de diez o más asaltos que no podía realizar, desde allí marchó a Cuba donde no existía la limitación de edad para realizar combates a mayor distancia de asaltos.
En esta etapa solo perdió un combate ante el cubano Raúl Rojas, al que propina inconscientemente un golpe bajo y es descalificado.

Tras volver a España a arreglar el tema del servicio militar, vuelve a Cuba, México y Estados Unidos, perdiendo solo dos combates por descalificación.
La prensa le dedicó grandes elogios. El New York Times escribió: «Ignacio Ara es el mejor boxeador español importado a América, y puede decirse incluso que es el mejor europeo de su peso que ha cruzado el Atlántico”.

Entre otros vence por KO en el 1º asalto al excampeón mundial wélter Joe Dundee, apodado El Inmenso.
Estos enfrentamientos fueron previos al importante combate eliminatoria mundial frente al judío-americano Ben Jeby cuyo resultado le fue adverso por puntos.

Ignacio Ara dijo tras el combate: “Mi encuentro con Ben Jeby lo gané bien ganado. En el primer round le tiré a la resina, y en el quinto le contaron en las cuerdas. A pesar de ello, le dieron el triunfo por puntos. Claro es que esta fue la decisión de los jueces. En cambio, el público, con sus protestas, y la crítica, con sus opiniones, declararon que yo era el vencedor”. Ahí perdió la primera oportunidad para haber disputado el mundial.

Ara, herido en lo más profundo de su decoro profesional, se larga de Nueva York y jura no volver a pisar los Estados Unidos y cumplió su palabra.

Regresó a España y rápidamente tuvo la opción de disputar el título de Europa del peso medio por todos los méritos que había acumulado. El 9 de mayo de 1932 en Viena (Austria) noqueó en el 11º asalto al local Karl Neubauer al que derribó en varias ocasiones y se proclamó campeón de Europa.

Tras varios triunfos más, llegó otro de los grandes, el cubano Kid Tunero, una estrella de primera magnitud en el concierto internacional. Ignacio Ara tuvo una mala noche y debieron conformarse con una decisión de combate nulo al final de los diez asaltos.

Después, el campeón del mundo, el francés Marcel Thil acepta pelear con Ara, en Paris, por encima del peso de los medios y sin el título en juego, y Ara aceptó las condiciones. Un combate con ventaja de peso para Thil antes de subir al cuadrilátero no era la mejor decisión. Marcel Thil no deseaba exponer su título de campeón del mundo e Ignacio Ara no deseaba desprenderse, en ese momento, del título de campeón de Europa. Siempre hay ocasión de una revancha.

La velada se realizó en el Palacio de los Deportes de Paris el 5 de diciembre de 1932, y al empezar el match estaba completamente abarrotado. En las primeras filas del ring, un gran número de personalidades de la política, del teatro y del periodismo. Se calcularon en 14.000 los espectadores que se reunieron en el local. El peso de Ara estuvo dentro de la categoría de los medios y Thil en los semipesados.
Ara dio al campeón del mundo una verdadera lección de boxeo, pero en la segunda mitad del combate se impuso el poder demoledor de Thil.

Ignacio Ara comentó: “Pues, a mi juicio, le gané limpiamente. Fue una lástima que los jueces no hubiesen sido neutrales… “

Empezó el año 1933 con la pérdida del título de campeón de Europa, ya que a Ara no le interesó conservarlo porque tenía que ponerlo en juego dentro del plazo que le marcó la IBU, y cuya fecha coincidía con la del encuentro que había efectuado en París contra Marcel Thil y en el cual sacó Ignacio Ara una gran bolsa.

Decía Ara: “Por eso dejo el título a Roth. Cuando fui campeón me señalaron a éste como «challenger» oficial. Yo no tuve inconveniente en aceptar la pelea, pero a celebrar aquí, y el belga pidió entonces el Banco de España. Creo que lo natural es que los demás vayan a buscar a los campeones a su casa, como yo hice con Neubauer, cuando le gané el título en Viena. iAh, y no se me ocurrió pedir un millón de pesetas!… “

Más tarde, Ignacio Ara se enfrentó al sueco John Andersson, campeón de Europa de los semipesados, sin título en juego. Lamentablemente, Andersson nunca tuvo la oportunidad de defender su título ya que ningún promotor quería promover la defensa. Era un púgil con una enorme calidad y gran capacidad para encajar.

El combate fue emocionante, Ara hizo gala de su juego variado, pero la diferencia de peso a favor del púgil sueco iba a notarse. Esta diferencia era de cerca de ocho kilos. Pero Ara llevó muy a menudo la iniciativa del ataque y consiguió burlar a su adversario adjudicándose a su favor siete de los diez rounds a que estaba concertada la pelea. La decisión fue favorable para Ignacio Ara por puntos con muchos aplausos para el boxeador aragonés, que podría haberse proclamado campeón de Europa de un segundo peso, el semipesado, si se hubiera puesto en juego.

Catorce victorias y un nulo hasta que llega el 26 de febrero de 1934 el mundial y la revancha ante Marcel Thil.
Ante una concurrencia de 14.000 espectadores se disputó el combate. Asistieron muchas personalidades, incluso Georges Carpentier.

“Ara el virtuoso, ante Thil”... rezaban los grandes titulares de los importantes periódicos franceses. Y añadían “¿Podrá la velocidad del español arrollar a la fuerza del campeón?”

Ara se batió bien, pero no pudo resistir los fuertes ataques del campeón, que retuvo el título ganando por puntos en quince asaltos. Ignacio Ara no pudo imponer el virtuosismo de su boxeo. La ruda fuerza venció a la ciencia.
Ara, todo un caballero, manifestó: “Todos lo han podido ver, pero he sido sorprendido por la velocidad de Thil, que ha oscurecido un poco mi boxeo. Me ha pegado frecuentemente, pero jamás me hizo daño. Pega «pesado», eso es todo. Yo debiera haber estado mejor. No he hecho el combate que esperaba”.
Si en el primer combate mereció vencer Ara, es este estuvo más igualado el enfrentamiento.

Y después de esta pelea, 16 victorias y un nulo ante el gran Martínez de Alfara, hasta que llegó la nueva oportunidad mundial.
Tras el combate ante Alfara, decía de Ara el periódico de Madrid, La Luz; “¡Qué seguridad, qué dominio, qué modo de esquivar, qué conocimiento tan perfecto de la esgrima, qué precisión en los golpes, qué maravilla, en una palabra!”

Con 26 años, le llegó la oportunidad de su vida, nunca había tenido facilidades para combatir en casa, siempre tuvo que marchar fuera con las desventajas que conllevaban. Muchos fueron los esfuerzos que se realizaron para ello, el Ayuntamiento de Madrid patrocinó la velada.

En la prensa de los días anteriores se recogen comentarios de personajes famosos con respecto al combate, de Raquel Meller, cantante, del torero Manolo Bienvenida, del púgil Paulino Uzcudun, del delantero centro del Athletic de Bilbao, Elicegui, del boxeador Josep Gironés o del poeta Federico García Lorca, gran aficionado al noble arte.

Ara dijo: “Seré campeón del mundo y después defenderé el título mientras pueda y el día que lo pierda, me retiraré a descansar. No iré a Estados Unidos, he celebrado allí cuarenta y cinco peleas con campeones. Sé que allí perdería mi título, porque muchas veces no basta con ganar. Se puede ganar de un modo real y perder de un modo oficial. Es justo que quiera evitar esto. El que desee quitarme el título tendrá que hacerlo en un ring europeo”.

“Ignacio Ara es el matador inteligente y fino; Thil es el toro robusto y poderoso que embiste”, dicen las previas del combate por el mundial ante Thil en Madrid.
Las 30.000 almas que abarrotan la plaza de toros de las Ventas el uno de junio de 1935 gritaban “Ara, Ara, Ara”, era un coro que pretendía empujar al jacetano a una victoria que se hacía cada vez más incierta. El francés dirigía las embestidas de su rival y comenzaba en el último tercio una ofensiva salvaje que le llevaría al triunfo final.

Thil-Ara

Ara comentó: “Fui al combate protegido por un optimismo consciente. Nada fue al azar. Me preparé como nunca lo hice. ¡Qué días tan terriblemente duros! Perdí el combate, pero ya visteis todos cómo me respondieron las piernas. Después de aquellos duros asaltos recuperé fuerzas y terminé bien. El esfuerzo que hice jugándome el todo por el todo dio de resultado una derrota”.

Ara diría en 1968: “No llegué, como me exigía mi hombría, a campeón del mundo del peso medio. Una vez porque me robaron, otras, porque me vencieron”

A finales de 1935, con 26 años, se va a Argentina, Perú, Brasil, Uruguay y Chile, con cerca de 150 combates a sus espaldas.
El día 8 de julio de 1936 volvió a Barcelona procedente de Buenos Aires, solo diez días antes del estallido de la guerra civil en España.

Con los problemas de la guerra civil se quedó en Mauleon (Francia) donde residía su familia y en el mes de septiembre recibió noticias de su manager Dorval para que regresara a Argentina ya que tenía proposiciones interesantes para celebrar una larga serie de peleas.

Desde 1931 en que perdió (le robaron) el combate contra el judío-americano Ben Jeby en Nueva York, habían pasado ocho años y solo dos púgiles le habían ganado, Marcel Thil y Amado Azar. Desde luego estos dos boxeadores tenían bien tomada la medida a Ignacio Ara.

Tras una exitosa campaña de combates en Argentina, el 18 de marzo de 1942 regresó a España, procedente de Buenos Aires.
En esta nueva época vuelve al boxeo de competición y también empieza con la formación de nuevos valores en el terreno amateur. Sus conocimientos eran una oportunidad para dar una inyección de ciencia, de habilidad, de sentido pugilístico a los jóvenes.

En el mes de julio de 1942, Ara colabora con la Federación Española de Boxeo para entrenar al equipo español amateur que tendría que enfrentarse ese mes al equipo suizo.

Con 33 años ya se queda en España y decide buscar los títulos nacionales, y conseguiría doce del peso medio y tres del semipesado venciendo a los grandes púgiles españoles de entonces como Eloy Lafuente, José Ferrer, Fidel Arciniega, entre muchos otros.

Llegó a ser campeón de España con 36 años en dos categorías a la vez (medio y semipesado), sabía mucho de boxeo y estaba muy bien preparado físicamente.
En esa época era difícil que con esa edad los deportistas estuvieran en el boxeo activo ya que empezaban muy jóvenes como profesionales, en el caso de Ara con 17 años, y además realizaban muchos combates al año produciéndose el lógico desgaste físico y mental.

Tras retirarse en 1947 a los 38 años, algo insólito en aquellos tiempos, a partir de 1954 estuvo en Argentina trece años de preparador y mánager de diversos púgiles españoles.

En 1964 fue contratado tres años por la Federación Peruana de Boxeo como preparador de la selección de boxeo y logró muchos éxitos.

La Federación Española de Boxeo le solicitó sus servicios para hacerse cargo del equipo olímpico español, que tenía que seleccionarse y prepararse para los Juegos Olímpicos de México que debían celebrarse en octubre de 1968.

Ignacio Ara aceptó la propuesta con lágrimas en los ojos por la enorme satisfacción que le hacía: “Es para mí un gran honor preparar al equipo español. Dejaré de lado otros planes para acudir a la llamada de España”.

Después de trece años fuera de nuestro país, el 7 de febrero de 1968 llegó a Madrid procedente de Lima, la Federación Española de Boxeo le indicó que desde el día uno de marzo tenía que iniciar su labor con el equipo olímpico. Pero con su llegada anticipada quería organizar todos los planes para la adecuada preparación. Ara estaba muy ilusionado y convencido de conseguir un buen resultado.

Al aeropuerto de Barajas acudieron a recibirle el presidente de la Federación, don Vicente Gil y otros directivos, los boxeadores Pepe Legrá y Pedro Carrasco, el preparador y ex campeón, Kid Tunero, y diversos periodistas.

La actuación del equipo español en los Juegos Olímpicos no fue buena y Ara comentó: “Tantos meses de trabajo para nada, no se pegan, se acobardan, se vienen abajo”.

Ya poco podía hacer en España y recordaba el cariño y admiración que le mostraban en Argentina, por lo que se marchó a Buenos Aires con 59 años.

Y si nunca perdió por KO, solo la muerte pudo con él. A la edad de 68 años fallecía en Buenos Aires el 19 de Mayo de 1977 como consecuencia de un aneurisma en una arteria cerebral.

“Nació aragonés, creció francés y murió con la nostalgia porteña. Está enterrado en el cementerio de La Chacarita, junto a Carlos Gardel y otras leyendas del boxeo argentino como Luis Ángel Firpo. De Ignacio Ara escribieron en Buenos Aires que era el Catedrático de las doce cuerdas”.

Con Ignacio Ara desapareció una de las figuras legendarias de nuestro boxeo, un campeón incomparable y caballeresco cuyo recuerdo, imperecedero, quedará como ejemplo a seguir para las nuevas generaciones que intenten abrirse camino en los cuadriláteros.