Daniel Pi
@BastionBoxeo

Todos los caminos en la carrera de un boxeador pretenden llegar, más temprano o más tarde, a la disputa del choque decisivo, el que no sólo marcará si puede pelear contra un monarca, sino que también mostrará si está capacitado para superar a la élite de la división. Desarrollando una de las mejores rachas del peso supergallo europeo actual gracias a una de las evoluciones más notables, Abigail Medina (19-3-2, 10 KO) se ha proclamado titular de la Unión Europea y campeón de Europa, realizando de este último cetro dos inapelables y rápidas defensas ante competentes boxeadores.

Con todo, estando más que afianzado como monarca continental y situado como número 1 WBC, ya no hay cabida para defensas más o menos complejas o para la disputa de duelos de preparación, sino que el paso adelante natural es considerar que ha llegado el momento de saltar al vacío y encarar la mayor pugna de toda su trayectoria, el choque de crítica dificultad que marcará si puede conseguir disputar la pelea que todo boxeador ansía: su primer campeonato mundial.

En este punto hay que realizar una aclaración. De facto, la trascendental pelea que Medina disputará este lunes será una eliminatoria final para decidir el retador oficial del monarca absoluto WBC del peso supergallo, el mexicano Rey Vargas, pero como éste ha estado incapacitado para defender su corona (por una operación en su mano izquierda tras su pelea de mayo ante Hovhannisyan) se ha creado para el choque un provisional cinto interino, cuyo dueño se convertiría automáticamente en monarca de pleno derecho si Vargas no se enfrentase a él en los plazos establecidos.

Para dejar más claro que Vargas sigue siendo el monarca del Consejo Mundial de Boxeo, vale la pena mencionar que el mexicano planea una defensa de su cinto ante Franklin Manzanilla en el respaldo del Canelo-Fielding del 15 de diciembre.

Regresando al combate del próximo lunes, la verdadera prueba de fuego al potencial de Medina como púgil de la cumbre de la categoría del peso supergallo no le podría haber llegado contra un contendiente más complicado, ya que se enfrentará, en un recinto histórico para el boxeo japonés, asiático y mundial como el Korakuen Hall de Tokio (Japón), a un boxeador de excelentes cualidades como el cuatro veces campeón mundial del peso gallo, el japonés Tomoki Kameda (35-2, 20 KO), hermano de los retirados campeones Koki y Daiki, que pretende devolverle a su familia parte de la relevancia que en su día tuvo y, sobre todo, reflotar su estancada carrera.

Es precisamente este hecho, el sentir que su trayectoria se ha frenado, al igual que el motivo de esta detención en su escalada, lo que hace de Kameda actualmente una mayor amenaza. El año 2015 fue negro para sus intereses, puesto que sufrió sus dos únicas derrotas, ambas a manos de Jamie McDonnell, si bien en los dos casos el veredicto resultó polémico, considerando muchos que Kameda mereció la victoria en las dos ocasiones.

En cualquier caso, fuesen robos o resultados razonables, el japonés siente que ya nunca más puede dejar margen para la duda en sus pugnas y que necesita mostrarse más incisivo para que los jueces no vuelvan a truncar sus expectativas, menos aún en un momento en que, pese a tener todavía mucho tiempo por delante en su carrera (tiene 27 años), siente que está en una posición de nadar o hundirse.

Además de los factores morales, en cuanto a los pugilísticos, no cabe duda de que Kameda es un púgil a evitar, puesto que su boxeo es tremendamente completo y con pocas brechas cuando no está lastrado por los problemas para dar el peso, siendo capaz en todas las distancias, teniendo gran velocidad, mucha variedad en el uso de las combinaciones, astucia táctica y experiencia de calidad, también como visitante, algo raro entre sus compatriotas.

Así, si sumamos su enorme ambición, y su deseo de redimir su carrera, a la consciencia de que no puede volver a dejar el margen de igualdad para que los jueces metan la pata y, especialmente, a sus infinitas cualidades, el local Kameda partirá, lógicamente, como favorito en una pelea de extrema dificultad para Medina, que de vencer lograría que nadie pudiese cuestionar su validez como aspirante oficial.

Como anécdota se puede mencionar que Kameda habla español, ya que ha pasado una década viviendo en México (desde los 15 años), motivo por el cual, junto a su disposición a intercambiar golpes, se ganó el apodo de “El Mexicanito”.

Retornando al combate, éste surge como muy interesante, ya que los estilos de ambos parecen encajar muy bien. Además, teniendo en cuenta lo que está en juego, los contendientes deberían ofrecer un mayúsculo esfuerzo que hace del encuentro potencialmente muy entretenido y emocionante. Kameda es un púgil muy hábil, con una tremenda velocidad de pies y manos, por lo que cuando se desplaza y contragolpea o cuando se apoya en persistentes entradas y salidas resulta dificilísimo contenerlo. Por su parte, Medina es un boxeador explosivo, que corta bien el ring y que por su combinación de precisión y contundencia y por su capacidad para transmitir su poder en manos aisladas tiene una arma vital para luchar contra la técnica de su rival.

Siendo visitante en una pelea en la que un excampeón pretende relanzar su carrera y que parece que marcará el inicio de una gran inversión de una plataforma de streaming en Japón (Abema Tv), y conociéndose cómo de fuertes son los inicios del excampeón de Europa, quizás Medina debería salir a por todas, como si el primer round fuese el último, y al acecho de aprovechar la posibilidad de conectar un golpe en frío en los primeros compases. De esa manera podría evitar el gran peligro que supone que Kameda pueda encontrarse cómodo y despliegue su mejor repertorio técnico, quizás forzándolo a que cometa su principal y recurrente error: renunciar al dominio desde la distancia larga para aceptar peligrosísimos cruces de golpes en corta.

No obstante, podría ser una buena opción también la opuesta, puesto que los malos finales son un punto débil habitual del boxeo de Kameda, de modo que Medina podría guardase las energías para una segunda mitad en la que, por sorpresa, sostener un enorme trabajo ofensivo, si bien esto conlleva el peligro de que el local, con su pericia, se asegure a los puntos la victoria durante la primera mitad y desgaste a su rival con sus puños de francotirador. Por otro lado, no se puede pasar por alto que todo dependerá de cuál es el planteamiento de partida de “El Mexicanito”, ya que si él también sale dispuesto a no dejar dudas se podría producir perfectamente una sostenida pugna por el centro del ring cuyo ganador podría adquirir un gran impulso.

Sea como sea, la baja frecuencia de golpeo beneficia enteramente a Kameda, que con su jabs, su uno-dos y su gancho zurdo, al ataque o a la contra, controla con espacios a los que con sus errores o con su excesiva expectación le permiten pelear a su ritmo. Por ello, hay que, cuanto menos, mantenerlo en guardia con los rectos, trabajar el gancho zurdo abajo (un golpe sensacional del arsenal de Medina) para frenar su dinamismo, estar atento para contestar con el croché sus frecuentes pero inesperadas arremetidas y realizar avances trazando diagonales, ya que un acercamiento frontal puede ser fatal por las esquivas del excampeón mundial.

Puede que la mezcla de un excelente estado de forma y la moral de haber superado con tanta sencillez sus últimas peleas, una de ellas complicadísima y como visitante, le puedan dar a Medina un margen intangible para luchar con un poco más de intensidad o para arriesgar más en los momentos críticos, y así conseguir un triunfo que, aunque no es imposible o inviable, sería contra pronóstico. Pero logre la victoria o no, Medina no habrá desperdiciado el punto culminante de su rendimiento en peleas por cinturones secundarios de nula valía real ante oponentes mediocres, sino que podrá decir que cayó o triunfó peleando en uno de los mayores retos posibles en la división y en la antesala de un mundial.