Emilio Marquiegui-Marca
@EmilMarquiegui
El pasado 18 de mayo, un combate de boxeo se convertía en el más singular de todos los tiempos. Era la primera vez que dos púgiles unificaban los cuatro cinturones desde que la Organización Mundial de Boxeo (WBO), a principios de siglo, se incorporó al grupo de los organismos que rigen el boxeo, junto al WBC, WBA e IBF, más antiguos. En el Kingdom Arena de Riad (Arabia Saudí) se enfrentaron los dos grandes pesos pesados del momento, el gigante británico Tyson Fury, que tenía el título WBC, y el ucraniano Oleksandr Usyk, propietario de los otros tres.
Sonó la campana e intentó acortar la distancia Usyk, de menor estatura, con buen ritmo, pero Fury, con 2,06 m de alzada, le mantenía controlado con sus golpes rectos y sus innecesarios movimientos burlescos. A partir del séptimo asalto, Usyk franqueó la barrera defensiva y comenzó una guerra cruda en la que Fury llevó la peor parte y estuvo a punto de perder por KO en la novena ronda. El inglés, desfondado, consiguió llegar al final con esperanza en la opinión de los jueces. La victoria por decisión dividida fue justa para Usyk, aunque un juez sorprendentemente vio ganador a Fury.
El ucraniano pasaba a la historia, pero el capítulo de la rivalidad entre ambos no ha concluido. Varias páginas quedan para finalizarlo, las que se escriban el próximo sábado nuevamente en el mismo recinto árabe y con todo el mundo del deporte absorto. Allí estaremos para ser testigos de otra batalla más, esta muy importante dentro de los apasionantes episodios bélicos de los grandes del peso pesado.
Comienza una semana apasionante en Riad, con otra gala que va a tener en vilo a los aficionados. La capital de Arabia Saudi, convertida en otra Las Vegas del siglo XXI, sigue con su petroboxeo deleitando a los aficionados.