José Manuel Moreno

El estadounidense Andre Ward retuvo sin complicaciones su corona mundial del peso supermedio de la WBA al imponerse claramente por decisión unánime (118-106, 117-107, 116-108) al dominicano Edwin Rodríguez. En realidad, tuvo más complicaciones en la víspera, cuando asistió atónito no solo a la falta en el peso de su rival, sino el desinterés añadido de ni siquiera intentar el modo de rebajar los 900 gramos de más. Todo esto aumentó la motivación de Ward, que tenía como importante hándicap la inactividad de catorce meses con una operación en su hombro derecho por medio.

El dominicano, que perdió la chance de proclamarse campeón en el pesaje, salió muy fuerte en el primer asalto, para sorpresa de los 4.158 espectadores del Citizens Business Bank Arena de Ontario, California. Pero solo fue un espejismo. A partir del segundo asalto, Ward puso las cosas claras y dominó a placer en todos y cada uno de los ásperos once asaltos restantes. Continuos agarrones que provocaron los abucheos del público en numerosas ocasiones. «Son of God» es el apelativo ciertamente pretensioso de un boxeador como Ward que sabe templar y dominar este tipo de peleas «sucias» en las que se mueve también como pez en el agua.

El punto álgido de la suciedad en la pelea sucedió cuando en el cuarto episodio el árbitro de la pelea Jack Reiss descontó nada menos que dos puntos a cada boxeador (en la foto) por recibir varios golpes de ambos cuando intentaba separar una pequeña «trifulca» junto a las cuerdas. Pudo parecer una medida exagerada, pero surtió el efecto deseado el resto de la batalla. Ward siguió conectando el jab a placer y haciendo retroceder al dominicano, que fue claramente de más a menos a lo largo de la pelea. Ward volvió a evidenciar, ante un peso semipesado como esta noche fue Edwin Rodríguez que es junto a Mayweather, el peleador más dominante de la escena internacional. Si quiere, se podría convertir en 2014 en el campeón unificado de la división del peso supermedio porque ni Sakio Bika, ni Robert Stieglitz ni tampoco Carl Froch llegan a la altura de su inmensa clase.