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Rendido a Oleksandr Usyk como el resto de 90.000 espectadores presentes en el estadio de Wembley, Frank Warren afirmó que el ucraniano es «una leyenda viva». El promotor de Daniel Dubois dio el calificativo más preciso de lo que supone cada actuación de Usyk sobre el ring. Cada generación disfruta de varios campeones y de escasos prodigios, por lo que los combates de los segundos pueden ser un regalo en forma de lección. Tras señalar que su retirada esta próxima durante los días previos a impartir cátedra bajo el arco de Wembley, Oleksandr Usyk descorchó otro de sus frascos con aroma a historia.
Daniel Dubois (22-3, 21 KO) salió como una tanqueta, envalentonado como si fuese una continuación de la noche en la que noqueó a Anthony Joshua. Pero en menos de un asalto, «DDD» comprobó que Oleksandr Usyk (24-0, 15 KO) compite en otra categoría, e incluso los partidarios del local se rindieron en vítores al ucraniano. En un alarde de dominio total, Usyk cerró el primero con un par de golpes que evidenciaron que no iba solo a lanzar el jab. A los 38 años, el de Crimea ya no es tan rápido en sus movimientos como cuando reinó en el crucero, pero ha aumentado su sapiencia pugilística con la experiencia.
Sobre los hombros de Oleksandr Usyk pesa haber entrado en la carrera por ascender en el parnaso de los más grandes de todos los tiempos, donde se codea con nombres añejos como Jack Dempsey o más recientes como Lennox Lewis, presente en su casa para aplaudir a su sucesor. Con una precisión indubitada, al contrario que el gol más celebrado en el estadio londinense, el de Geoff Hurst que otorgó a Inglaterra el Mundial de 1966, Usyk quiso acabar con esas polémicas en las que los británicos son expertos, siempre en ojo ajeno. Por ello, en el cuarto asalto mandó un aviso a Daniel Dubois cuando este lanzó un golpe cerca de la cintura de su calzón. Un rápido recuerdo de que podía ganar de una forma más contundente a la que lo hizo en la primera pelea entre ambos.
La obra maestra de Oleksandr Usyk fue respetada en silencio, como si de un punto de Wimbledon se tratase, roto a la espera del quinto asalto al unísono por el estribillo de «Don’t you want me», canción de The Human League. Segundos después, Usyk demostró que no juega en una liga humana, y sí en la de las leyendas. Desde su plácido encierro entre las cuerdas y la esquina, Oleksandr Usyk mandó a la lona al inglés, que se levantó para que la izquierda del ucraniano lo rematase.
Michael Buffer volvió a proclamarlo a todo el mundo: el campeón mundial indiscutido y unificado del peso pesado es Oleksandr Usyk. Tras su primera victoria sobre Tyson Fury, el de Simferópol se convirtió en el primer peso pesado en ostentar al mismo tiempo los cuatro títulos mundiales de la sopa de letras que es el boxeo desde hace décadas. La IBF decidió despojarlo a golpe de correo electrónico por priorizar una revancha con Fury. Un logro que poco importa a Usyk, que agradeció a la Virgen María su triunfo, antes de mandar un mensaje a su compatriotas, a los que llena de orgullo mientras se baten en armas con Rusia. Para suerte del noble arte, Oleksandr Usyk no mencionó la palabra retirada, y solo pidió un descanso de dos o tres meses junto a su familia. Una exigencia merecida, antes de afrontar alguna revancha ante Fury, Chisora o Joshua, o nuevos retos como Parker. Turki Alalshikh tiene preparado otro plan para el campeón, que pasa porque se enfrente con Itauma. A tenor de su nivel, Usyk podrá tomarse unas vacaciones sin que en su horizonte aparezca nadie con opciones de quitarle la corona.