Darío Pérez
@Ringsider2020

Top Rank organizó la pasada madrugada una gala en el complejo Virgin Hotels de Las Vegas, con varios combates muy interesantes.

El japonés Naoya Inoue (21-0, 18 KO) arriesgó con éxito sus títulos mundiales IBF y WBA del peso gallo ante el filipino Michael Dasmariñas (30-3-1, 20 KO). La única pregunta antes de la defensa del nipón era hasta cuándo aguantaría Dasmariñas en pie, un boxeador no uno, sino tres o cuatro escalones inferior al Monstruo oriental (es el número 31 global para BoxRec y no aparecía en ningún ranking de los mejores del mundo). Es curioso que la IBF, otras veces alabada por la seriedad a la hora de no otorgar campeonatos mundiales múltiples en cada división, tenga como número uno y retador obligatorio de uno de los mejores boxeadores de todos los pesos a un púgil que dista mucho de estar en la élite de la categoría; y no solo en el peso gallo.

Sobre la pelea en sí, poca historia, porque el primer asalto fue de tanteo, por decisión de Inoue, y en el segundo, en cuanto buscó una mínima ofensiva, el filipino cayó por una mano abajo, y llegó a la campana con malas previsiones de futuro. No se le puede reprochar nada a Dasmariñas, que salió al tercer capítulo con ganas de invertir el resultado, pero, simplemente, el nivel era demasiado lejano al de Inoue; este le rompió abajo, golpe a golpe, hasta que se acabó todo, con el aspirante doliéndose de la zona hepática tras dos puñaladas consecutivas y sendas caídas, tirado en el suelo al terminar esta primera cuarta parte del combate.

¿Qué les aportan estas defensas de sus títulos a estrellas como Inoue? Organismos y promotores deberían reflexionar, presionados por las televisiones, que dejan de ofrecer grandes peleas por este tipo de eventos desnivelados, y contando también con el desprecio de analistas y aficionados al pugilismo. Los mejores, contra los mejores, o el boxeo nunca acabará de convencer a los escépticos. Esperemos que Inoue tenga a bien unificar la categoría, guste a los organismos y Arum o no.

El título mundial WBO superpluma femenino, entre la campeona estadounidense Mikaela Mayer (15-0, 5 KO) y la aspirante argentina Érica Farías (26-5, 10 KO), era un aparente cruce de estilos… y así resultó. La retadora, como una guerrera y consciente de su desventaja de tamaño, buscaba cerrar la distancia con una Mayer que entraba y salía, con un estilo más amateur. Sin embargo, había ocasiones que la poseedora del título se llevaba algún golpe más de la cuenta por no utilizar tanto el jab para marcar territorio y quedarse en la media distancia, no renunciando al cara a cara con intención de ser más lesiva. Farías también mostraba una defensa bastante organizada, por lo que Mayer tuvo que ponerse también el mono de trabajo, como en el principio del quinto round, para puntuar positivamente a ojos de los jueces. Ello hizo que, cada vez que la cámara enfocaba entre asaltos en la segunda parte del encuentro, se viera el rostro de la argentina muy marcado por el castigo recibido, mientras que la estadounidense no presentaba señal alguna. Los oficiales, finalizados los diez asaltos, ofrecieron las siguientes cartulinas: 97-93, 98-92 y 98-92 a favor de Mikaela Mayer, puntuaciones bastante acertadas.

Abriendo los combates principales del evento, Adam López (15-3, 6 KO) e Isaac Dogboe (22-2, 15 KO) nos ofrecieron un pleito vibrante, de los de estar diez asaltos pegados al televisor. Fueron continuos intercambios en los que constantemente rondaba el peligro de que uno de los dos valientes del cuadrilátero, que mostraron gran preparación física y enorme encaje, besara la lona. Lo que fue extraordinario es que no hubiera acciones antideportivas en un combate en la corta, ni golpes bajos, en la zona de la nuca, agarres u otras tretas que se suelen ver en este tipo de choques. Los jueces puntuaron 95-95, 97-93 y 96-94 para Isaac Dogboe; sin poder calificar la decisión como injusta, nos daba la sensación de que López hacía más daño en los intercambios y tenía algo más de poder, además de que, según las estadísticas, conectó una cantidad ligeramente superior de puñetazos. Para nosotros, López venció por la mínima, pero el envite merece una revancha cualquiera que hubiera sido el resultado.