José Manuel Moreno

No han sido unos días fáciles para el fenómeno del deporte Manny Pacquiao. Estando aún en su país, sufrió más de lo que muchos podrían suponer ante la desgracia cebada con miles de compatriotas, entre muertos, desaparecidos y personas que lo han perdido absolutamente todo. Puede que por su mente pasara suspender la pelea, pero optó por seguir preparándose, perseverar ante las dificultades, e intentar dedicar una victoria a su pueblo, del que no solo es congresista sino el mayor ídolo deportivo.

La carrera de Manny Pacquiao estuvo marcada sin duda por los enfrentamientos ante sus rivales mexicanos. Su carrera profesional comenzó con solo 16 años y encadenó 11 victorias hasta que en 1996 cae derrotado por nocaut en tres asaltos ante un paisano tres años mayor como Rustico Torrecampo. Aquello no solo no arredró al de Kibawe, sino que volvió a estar otras quince peleas invicto, llegando a la cúspide como campeón del mundo del peso mosca del WBC ante el tailandés Chatchai Sasakul. Ante otro tailandés, Medgoen Singsurat, conoció la segunda derrota de su vida, pero ya era un boxeador sólido y conocido sobre todo en su país. En junio de 2001 dio por fin el salto a Estados Unidos, midiéndose al sudafricano Lehlo Ledwaba, al que barrió en seis asaltos, proclamándose campeón mundial en una segunda divisón, en el peso supergalllo de la IBF.

Y en noviembre de 2003, al fin, llegaba su gran momento, buscado a base de tesón y trabajo. Su primera súper pelea, ante uno de los mejores libra por libra, del momento: Marco Antonio Barrera, al que sin título en juego, venció por KOT en el undécimo round. Ya era un púgil conocido y considerado cuando le llegó un combate crucial: su primer enfrentamiento con otro mexicano ilustre, Juan Manuel Márquez. En mayo de 2004, en el magnífico MGM de Las Vegas, tira a a la lona tres veces a «Dinamita» en el primer asalto, pero al no existir en dicho combate la regla de las tres caídas, el combate continúa, remontando Márquez hasta un controvertido match nulo. Ahí comenzó una rivalidad con Márquez que sigue hasta nuestros días. Su trilogía de combates con otro grande del país azteca, Erik «Terrible» Morales, lo salda con una derrota inicial y dos victorias. Ya está en el top-ten pero en diciembre de 2008 pasa a la condición de estrella del boxeo cuando le propina una paliza al gran «Golden Boy» Óscar de la Hoya. La imagen de este, completamente hundido en su rincón, da la vuelta al mundo, y Pacquiao se convierte de la noche a la mañana en el mejor pugilista del mundo y en un ídolo de masas, en su país, en Estados Unidos y en todo el mundo. Campeón mundial en seis divisiones distintas y uno de los deportistas mejor pagados del mundo.

Entre 2010 y 2012 se malogra por tres veces el combate más deseado de este siglo ante el otro grande a nivel mundial: Floyd Mayweather. Y un nuevo combate, el cuarto de la saga, ante Juan Manuel Márquez, en diciembre del pasado año, después de una injusta derrota a los puntos ante Timothy Bradley, pone a Pacquiao en la disyuntiva de jugarse el todo por el todo en su combate de hoy en Macao (China). Brandon Ríos, su rival, es siete años menor, cuatro centímetros más alto y también tiene envergadura y un gran poder en sus puños, noqueando a 23 de de sus 33 rivales. Tiene mucho que perder (hasta Freddie Roach sugiete una posible retirada) pero una victoria, sobre todo si es convincente, le volvería a situar a lo más alto, a la altura de ese otro fenómeno que es Floyd Mayweather, que sabe que el único boxeador del mundo que le puede discutir la supremacía mundial es filipino, y responde al nombre de Manny Pacquiao. Esta noche (mañana de China) la respuesta a este intrigante dilema.