Daniel Pi
@BastionBoxeo

No es lo mismo actuar mal que actuar mal y además defender la villanía realizada con excusas ridículas. Pues bien, aunque era evidente que la WBA estaba siguiendo un camino injusto y totalmente equivocado en su política de múltiples campeones, haciendo un daño atroz al boxeo, sus justificaciones superficiales jamás habían llegado a alcanzar el grado de desfachatez al que las ha llevado su presidente, Gilberto Mendoza hijo. Lejos de pedir disculpas o realizar falsas promesas de cambio, Mendoza ha alzado la voz por primera vez desde hace meses respecto a este tema, y no para aplazar otra vez su fin, sino para enrocarse y culpar a todo el mundo menos a él mismo de lo que sucede. Eso sí, sin amagar siquiera con concluir esta lacra.

Nos referimos con ello a la contestación por Twitter que le dio Gilberto Mendoza a los periodistas Héctor Villarreal y Aurelio Ortiz. Lo transcribimos a continuación:

Ortiz: ”¿Se detuvo el plan del presidente Gilberto Mendoza de WBA de reducir campeones por división? En el peso crucero ahora hay súper campeón, campeón regular, campeón en receso y campeón interino”.
Villarreal: ”Las clasificaciones y otras decisiones recientes de la AMB nos ponen a meditar sobre el futuro de las entidades «mundiales» de boxeo profesional”.
Mendoza: “La palabra correcta es la ANARQUÍA que vive el boxeo moderno. No tengo miedo a decir la verdad. Es muy difícil tener un plan y por el otro ver la presión constante del negocio desviando planes”.
Mendoza: “La verdad es que si el modelo no lo hacemos cambiar, la única función de los organismos, será aprobar títulos. No es tan fácil como se ve por diversos factores. Entre ellos la injerencia de jurisdicciones como USA”.
Mendoza: “El tema específico de los cruceros es solo un matiz de un caos de nuestro deporte. No hay unión y se hace difícil combatir los malos hábitos”.
Otro usuario: “Entre más campeones más plata, pues cobrarían la sanción en las peleas de estos”.
Mendoza: ”Esto no es solo de plata. Hay temas que van más allá como mantener un contrato con una TV, oportunidades en mercados nuevos y permitir torneos especiales. Que ustedes no estén de acuerdo, se respeta. Pero los hechos te describen la actualidad”.

Resumidamente ni una explicación dada por Mendoza tiene la más remota lógica. De hecho, sus excusas resultan tan sumamente simples que dan vergüenza ajena. En cualquier caso, no están a la altura de un presidente de un organismo mundial, que debería ser lo suficientemente maduro y sincero para afrontar sus errores, más aún si son tan graves.

¿Cómo va a culpar la WBA a la “anarquía” del boxeo moderno si la principal responsable de esa desorganización es la propia Asociación Mundial de Boxeo? ¿Cómo se puede contribuir más al desorden que creando tres títulos (cuatro en muchas ocasiones) por división? Sin duda la explicación resulta tan grotesca que espanta, especialmente teniendo en cuenta que las decisiones de este hombre influirán las carreras de centenares de boxeadores, sus aspiraciones y el bienestar de sus familias.

Por otra parte, culpar a la presión del negocio resulta ridícula en este aspecto, puesto que la IBF, la WBO y el WBC, con sus infinitos errores y su desmedida corrupción, no se han visto obligados a crear tres títulos por categoría y repartirlos a todo el que se cruza y tiene el dinero para pagarlos, incluso si en alguna ocasión ha parecido que amagaban con hacerlo. No hay presión que pueda justificar tal práctica, ni plan que un organismo no pueda implementar por la fuerza si así lo desea, siendo tan sencillo solucionarlo como ordenar choques entre los titulares de cada división y desposeer a quienes se nieguen.

También, aunque las comisiones de Estados Unidos con sus dispares normativas y prerrogativas generan dificultades, pareciendo necesario que se pongan de acuerdo en puntos clave (se habla de que en una próxima convención de comisiones se regularán aspectos como un límite para la rehidratación), ninguna comisión le dice a la WBA que sólo podrán sancionar peleas en su suelo si crea un cinturón súper, otro regular y uno interino o que no podrán desposeer a un campeón que se niegue a realizar un enfrentamiento obligatorio, por lo que culparlas a ellas resulta igualmente ridículo.

Asimismo, hablar de la dificultad para combatir los malos hábitos por la falta de unión resulta esperpéntico viniendo de un organismo que ejemplifica en sí mismo todo los malos hábitos posibles, pasando desde configuraciones de clasificaciones bochornosas (hay que recordar que la WBA tuvo en sus listas a un boxeador que era público que había fallecido, Ali Raymi), pasando por ordenes de defensa obligatoria de extrema sencillez o diferente vara de medir en los tiempos para exigir puestas en juego a sus campeones.

Finalmente, que Mendoza niegue que la ganancia de dinero es lo que motiva su actuación es vergonzante, pero el modo en que lo hace resulta aún peor. Si Mendoza se refiere a que determinadas televisiones exigen a los promotores que pongan en sus eventos emitidos algún campeonato mundial, esto no tiene nada que ver con la WBA, ya que es problema de la compañía organizadora asegurarse fechas en las que los titulares estén disponibles, cosa que no se puede compensar creando un nuevo “monarca”. Del mismo modo, Premier Boxing Champions, Matchroom Boxing y otras grandes empresas crean en ocasiones macroeventos con excelente nivel medio pero sin un solo campeonato y no por ello sus cifras de audiencia, sus contratos televisivos o su éxito se ven amenazados. De hecho, la compañía de Eddie Hearn incluso ha organizado en pago por visión veladas sin mundiales masculinos, como la del Whyte-Parker sin ir más lejos.

Para concluir, que culpe a “torneos especiales” de sus gestiones inapropiadas resulta insultante, siendo sorprendente que tenga la falta de vergüenza de decir abiertamente que crean títulos de la nada para abrirse camino en nuevos mercados y mejorar su posición global, práctica que le ha sido reprochada a la WBA infinidad de veces y de la que no debería enorgullecerse.

Como lectura de las primeras declaraciones de Gilberto Mendoza desde que se produjo la intensificación de la política de múltiples campeones, fallando a su promesa, sólo se pueden encontrar excusas, negación de cualquier tipo de responsabilidad y repartición de culpas, pero ni una pizca de autocrítica. Eso por no hablar de que ni por un momento Mendoza sugirió que la situación vaya a terminar, pudiéndose extraer de sus declaraciones que quiere hacer creer a la gente que es algo así como “un mal necesario” e inevitable, cosa que no puede ser más falsa teniendo en cuenta que la WBA es el único organismo que sostiene esta practica repulsiva, que ha contribuido a que los aficionados y los expertos se confundan y a que la condición de campeón mundial continue perdiendo el poco sentido que le quedaba desde la instauración del cuarto organismo oficial.