Juan S. Sánchez

El boxeo tinerfeño goza de muy buena salud. Quizá pueda ser este el mejor momento del pugilismo insular en muchos años, con campeones, excampeones y aspirantes al cetro nacional y con representantes también en los cuadriláteros europeos. La labor federativa se va puliendo hacia la seriedad que faltó en épocas anteriores, la información cada vez es mayor y mejor, el trabajo hecho parece que da sus frutos. Los gimnasios están repletos de jóvenes, gente de mediana edad y mayores que ven el boxeo desde diferente punto de vista pero lo practican con un objetivo común, encontrarse a sí mismos a través de una disciplina noble, con buenos profesionales como entrenadores, gente cada vez más formada. La apuesta empresarial crece, el apoyo público, aunque a borbotones, también va en aumento… no dejemos que lo que tanto ha costado levantar caiga de nuevo en una etapa donde piratas, corsarios y cuatreros campen a sus anchas.

Es fácil ahora subirse al carro del caballo ganador cuando se ha estado mucho tiempo en la sombra, sin aportar nada. Y es fácil hacerlo si se hace la vista gorda y se permite la prostitución boxística de pagar un cuarto de lo estipulado a un boxeador profesional para que los otros tres cuartos de la bolsa vayan a parar al bolsillo del que dentro de tres semanas volverá a desaparecer. Levantar este castillo ha sido un objetivo común muy costoso, no es permisible que un promotor que no colaboró en hacerlo, que dejó cuentas pendientes y se lucró del boxeo pirateando, regrese por la puerta grande cuando salió del boxeo por el agujero por donde salen las ratas.