Antonio Salgado Pérez
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EL DECLIVE DE URTAIN
(Van a permitirnos este inicial paréntesis para explicarles que cuando Urtain llegó a Tenerife (7.6.1969) para enfrentarse a José Luis Velasco, nos manifestó, entre otras cosas que: ”El boxeo es un deporte noble aunque parezca violento. Yo no pego con odio. Pego por pura necesidad. Mi rival viene dispuesto a hacerlo y yo no puedo quedarme con los brazos cruzados”.
Hasta la fecha Urtain había celebrado 14 combates. Todos los había ganado por fuera de combate, por k.o. o por k.o.técnico. A este respecto, nos confesó: “reconozco que algunos de mis adversarios han sido auténticos “paquetes”, pero también reconozco que yo soy otro “paquete”, aunque deshago la técnica con mi pegada”.
Y, entre otros detalles, siguió diciéndonos que “nunca me pongo nervioso sobre el ring. Estaría peor sin público que con éste. Yo, como levantador de piedras, ya estoy habituado a las multitudes. Hoy, como incipiente púgil , no recuerdo el montón de cosas que he comprado; he mejorado mi caserío en Cestona; los míos viven mucho mejor que antes; soy dueño de un lujoso Peugeot deportivo e, insisto, estoy invicto y en mi última actuación, en Madrid, frente a Harry Kneipp se recaudaron en taquilla dos millones y medio de pesetas…”
En la báscula, Urtain y Velasco dieron el mismo peso, 90 kilos. Velasco, que era el campeón de España de los pesos semipesados, presentaba un historial de 26 combates, con 19 victorias, 6 derrotas y 1 combate nulo. Velasco fue noqueado en el tercer asalto. Tras su derrota, nos dijo: “el gancho más potente e impresionante que he sufrido en un ring me lo ha dado Urtain”.
Tras aquella esporádica actuación en Tenerife, se siguió incrementado ¡ y de qué manera! El “boom Urtain”. No vamos a enumerarles ahora todos y cada uno de los pasos del aludido “boom”. Solamente nos vamos a remitir a lo que acabamos de presenciar a través de la televisión. Volvamos a mencionar la fecha del título: 1 de marzo de 1974. Urtain va a enfrentarse al boricua Joe “King” Román)

Réquiem por Urtain
¡Pero cómo se lo vamos a perdonar a Urtain! ¿Es que nos vamos a olvidar ahora de la “dolce vita” que se viene dando últimamente el “morrosko”, que se ha convertido en vedette de revistas de determinada sociedad, donde los protagonistas meten ahora al fotógrafo en el cuarto de baño, en la cocina, en la alcoba matrimonial; se destapan para doscientos mil lectores y hacen de la toalla de baño túnica erótica?
¿Qué se puede esperar de un boxeador que a partir del segundo asalto ya está pidiendo, poco menos, que se acaben cuanto antes las hostilidades?
Réquiem boxístico por Urtain, por el excampeón de Europa; por aquel boxeador que tras levantar ciclópeas piedras izó luego los ánimos de una afición, que sabía no era superclase pero sí que tenía en sus puños el carisma que otros buscan sin poder encontrar.
Da angustia verle ahora deambular por el cuadrilátero. Gesta desazón verle ahora intentando arrastrar un cuerpo cuajado de michelines; un cuerpo que ahora no conoce el sacrificio del gimnasio pero que sí interpreta el papel de formidable “restaurador” en banquetes pantagruélicos.

Sin velocidad ni potencia
Habíamos leído que Urtain estaba ahora más “reposado”. Que no era el huracán de hace dos años. De risa. El reposo de Urtain no es otra cosa que inmovilidad porque nos está llegando a los cien kilos. Y tiene la estatura de un peso medio. ¿Su pegada? Jamás podrá lucirla de esta manera porque pegada es sinónimo de velocidad y potencia. Y Urtain ya boxea en cámara lenta. Aquel excampeón de Europa que saltaba al ring inflando aquel tórax de Tarzán y tapando la pequeña pantalla con sus espaldas de Platón, es ahora un hombre valiente, sí, pero un pugilista obeso, sin reflejos, pasto de la simple alegría de un boxeador solamente bien preparado al que le han enseñado cómo lanzar el directo de izquierda. Y también con el aprendizaje de saber sonreír cuando le meten la puñalada del resultado más casero que el dios Lar. Porque en este combate, amables lectores, ustedes vieron que el único que hizo algo con sentido común fue el oriundo de la bellísima Borinquen. El que ganó aquel conato de combate de violencia reglamentada fue Joe “King” Román, que al final tuvo que compartir los “honores” del match nulo con aquel hombre que apenas podía levantar por sí solo aquel brazo que antaño guillotinó muchas ilusiones, con grandes limitaciones, y que ahora es sólo pretexto para seguir exprimiendo una fama a punto de extinguirse como una pavesa. Quien , en su día, lo ensalzó, como nosotros, en su justa medida, tiene ahora todo el derecho que expresar esta desazón.