Antonio Salgado Pérez
ansalpe38@hotmail.com

(Los Ángeles. 18 de febrero de 1972. Mando Ramos vence por puntos a Pedro Carrasco. Campeonato mundial de los pesos ligeros, versión Consejo Mundial de Boxeo)

Acabamos de presenciar un combate tan emocionante como inolvidable; una brillante página de heroicidad, de hombría y de gallardía .Y también acabamos de presenciar, con un especial nudo en la garganta, el increíble veredicto que los tres jueces californianos, paisanos de Mando Ramos, han emitido. Nos ha proporcionado hastío, vergüenza y rabia contenida presenciar las miserias que, a veces, contaminan a un deporte tan noble como el pugilismo ¿De qué ha valido el poderío, la calidad, el sobreponerse al adversario en tierra extraña?

¡Qué lección de bravura nos acaba de brindar Pedro Carrasco¡ lo suyo ha sido toda una proeza. Y un fuerte bofetón, sin mano, para todos aquellos que, cual plañideras, poco menos que temblábamos ante este dramático combate de revancha . Sí, seguiremos cometiendo nuestros generalizados pecados : la desconfianza hacia lo nuestro; la indiferencia ante lo que auténticamente atesora valor ; el mirar de soslayo aquello que en nuestra tierra realizó espectacular campaña y que tenemos que esperar a que salga de nuestras fronteras para abrirnos los ojos de una vez para siempre. En efecto, Pedro Carrasco nos acaba de demostrar , con todo lujo y sensaciones, que por sus venas de español corre sangre de campeón mundial de puños enguantados. Y decimos lo anterior porque enfrente ha tenido a un rival igualmente privilegiado , que al final del combate, cuando le levantaron, de forma escandalosa, su guante, como triunfador, se fue al rincón de su dignísimo rival como diciéndole: Compréndelo , yo no tengo la culpa..”

¿Se fijaron ustedes de la forma que salió Mando Ramos? El californiano, de ascendencia mejicana, lo hizo en tromba, sin estudio previo, en busca del golpe definitivo. Quiso repetir lo de Madrid. Y no pudo. No pudo porque encontró a un rival extremadamente cauteloso, con una perfecta guardia, con su puño derecho acunándose en el mentón para evitar la peligrosa izquierda del americano. Excelentes consejos le transmitieron a Carrasco desde el rincón. Y nosotros creemos que Carrasco, al terminar esta primera etapa -donde Ramos llevó toda la iniciativa- fue a su vértice con inusitado optimismo porque aquello no había sido sentenciado por un golpe en frío.

Aquella táctica, aquel modo de mantener su guardia, aquella forma de llevar su contienda, unido a una valentía sin límites y a un arrojo fuera de lo común, le otorgó notables avales iniciales. Y todo ello apuntalado por una extraordinaria preparación; preparación que le hizo recuperarse al instante, casi de forma milagrosa al encajar dos precisos y contundentes impactos de Ramos, en los asaltos sexto y decimotercero. Toda esta cadena de adornos gestó lo que nadie imaginaba a raíz de lo que habíamos presenciado en el ring del Palacio de los Deportes de Madrid. Ahora hemos podido comprobar que lo que desorientó por completo en la capital de España a nuestro compatriota fue aquel obús en el primer asalto Y también ahora hemos sido testigos de un combate excepcional. Y tenemos que enorgullecernos de haber visto una lid donde la caballerosidad, la limpieza de ejecución y la deportividad en la lucha fueron notas descollantes.

Mando Ramos siempre ha tenido fama de ser cortado, léase herido, con facilidad. Y ahora, desde el tercer round, sufrió este hándicap. Al final de la contienda, tras recibir aquella rociada de directos de izquierda -el arma por antonomasia que empleó Carrasco- sus ojos parecían orlados por un azabache antifaz. Pero opinamos que este deportista siempre es peligroso. Su proverbial paciencia parecía heredada del mismísimo Job. En la media distancia era pero que muy de temer, y en ciertas ocasiones Carrasco cayó en la trampa. Pero lo sorprendente del español, lo que nos fascinó y entusiasmó fue aquel poder de recuperación, aquel estilo brillantemente “ripostador” , aquel irse hacia adelante, con todo ímpetu y coraje para nivelar la contienda, para anular la ventaja que había logrado su antagonista . Carrasco fue todo un dechado de voluntad, de entrega y de pundonor.
Pero ¡cuidado,! Carrasco no fue valiente y corajudo en sentido compensatorio . No fueron los únicos atributos que lució el onubense. Carrasco fue el legítimo vencedor de este épico duelo . Nuestro compatriota, que ya había dado muestras de su poderío en algunos asaltos de la primera parte del “match” , se convirtió en dueño y señor de la situación en los cinco últimos rounds, en los más difíciles, porque el calor del público puede confundir jolgorio con positividad boxística y más en esta ocasión cuando iban siendo testigos de una batalla imborrable, de un enfrentamiento trepidante, donde las acciones eran continuas y espectaculares.

Volvemos a repetirlo; el triunfo de Carrasco ha sido indiscutible y pletórico porque lo ha conseguido ante un púgil de similares fibras .Mando Ramos era el mismo del que hace tres meses vimos en Madrid. Y ahora , catapultado por una afición que no le dejó de alentar en ningún momento. Pero a pesar de todo, ahora, en su propia tierra, con su probada contundencia en sus golpes, con su formidable cintura, con esa tranquilidad de monje oriental; con esas piernas de mimbre clavadas de forma perfecta sobre la lona, con ese tórax que le hace pasar por un peso welter, con esa izquierda que no se ve salir pero sí llegar; con todo este bagaje de cualidades respetables , tuvo que claudicar ante un Pedro Carrasco sencillamente genial, protagonista, como el que más, de esa tan famosa “furia” española; no tan contundente como su rival pero preciso en su golpear, dando la cara en todo instante, mostrando una moral increíble y unas facultades físicas que nos han hecho meditar en la tontería que hubiese supuesto que este pugilista se retirase por lo sucedido en Madrid. Era realmente emocionante ver a nuestro bravo compatriota revolverse ante la momentánea adversidad; en aquel asalto decimotercero donde estuvo a punto de arrodillarse ante el efectivo pero no efectista derechazo de su joven rival; un rival que ya había perdido su impulso inicial, que tenía minada su moral, que mostraba cansancio ante el ajetreo que le había sometido su antagonista. Sí, Mando Ramos tuvo que quedar perplejo al observar las evoluciones de aquel adversario que meses antes había constituido para él fácil presa. Por eso salió a liquidarla en el primer asalto. Por eso quiso sorprenderlo de nuevo. Pero ahora no solo fue frenado sino vencido; vencido en toda la línea por un boxeador que se ha ganado la total estimación de una afición que jamás olvidará no solamente su elegancia y habilidad, sino de forma muy especial, su entereza, su valentía, su valor y ánimo.

¿Para qué terminar esta crónica empleando términos peyorativos contra los “esparcidores de justicia” de turno. Sólo repetir que el veredicto de los jueces nos descubría la miseria que, a veces, suele contaminar a un deporte tan noble y arraigado como el boxeo, que tiene que soportar este hastío y vergüenza.