Antonio Salgado
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(Recuerdo de la crónica del mundial unificado de los pesos medios-WBC-WBA)

Roma, 22 de noviembre de 1969. Nino Benvenuti vence por KO en el 11º asalto a Luis Manuel Rodríguez

Nino Benvenuti viene cobrando bolsas de varios millones de pesetas -frente a Luis Manuel cobró siete- desde hace algunos años. Y cuando un boxeador cae en este paraíso crematístico debe tener una voluntad de acero, espíritu de claustro y mente pacífica para permanecer ostentando ese difícil título de deportista integral. La popularidad, el halago y el dinero trae consigo graves inconvenientes en el mundo del deporte. Y estimamos que Nino Benvenuti viene siendo una víctima de estos.

Su última victoria sobre el cubano exiliado Luis Manuel Rodríguez no fue la rúbrica de una gran actuación. Su triunfo, su fulminante victoria, se debió, pura y exclusivamente, a un golpe genial, a un impacto que sólo prodigan los consagrados del ring. Allá, en Italia, llaman a su derecha “la destra assessina”, que hace algunos años truncó, de cuajo, las ilusiones del intrépido púgil español Luis Folledo , que el 15 de octubre de 1965, en Roma, fue noqueado en seis asaltos, cuando intentó apoderarse del trono europeo de los pesos medios, que por aquel entonces se encontraba vacante.

Pero ahora, por la televisión, fue su izquierda la que “asesinó” al bravo Luis Manuel, que iba tomando el mando de la contienda, que con su trabajo demoledor al estómago de su rival le “había cortado piernas”, le había sumido en el amargo campo de la lentitud, del desfallecimiento, ese enemigo que aniquila sin avisar.

En efecto, Nino Benvenuti, a pesar de noquear a Luis Manuel Rodríguez, no demostró hallarse en su mejor momento. Cuando se produjo el inesperado desenlace era un hombre martirizado por los golpes de su oponente, de menos envergadura, de menos peso y estatura, pero más corajudo en los ataques, más entero en la lucha, compensando con estas virtudes su inferior técnica a la del campeón.

El golpe definitivo, repetimos, fue realmente genial; perfecta proyección de una izquierda apoyada, que se incrustó cruelmente en la mandíbula derecha del antillano, que quedaría pegado al tapiz como un sello de correos, incorporándose a duras penas con la ayuda del árbitro italiano Carapellese, el que había dirigido el match Kid Tano-Tore Magnussen, el mismo que en Las Palmas nos manifestó que no prosperaría en la European Boxing Union la protesta presentada por nuestro paisano Juan Albornoz Hernández “Sombrita” por los famosos guantes de goma-espuma empleados por el vienés Johan Orsolics…

Los que pagaron cinco mil pesetas por una primera fila de ring no tuvieron la oportunidad de presenciar, por tres veces y en cámara lenta, aquella izquierda que nos la presentaron a los telespectadores con todo género de detalles, como queriendo ocultar una actuación mediocre, como pare hacernos borrar de nuestras mentes el delicado momento del “enfant terrible” del pugilismo italiano, un ídolo mimado de multitudes al que incluso permitieron que siguiera cubriendo su testa con una enorme toalla mientras se interpretaban los solemnes himnos nacionales.

Nino Benvenuti ha revalidado su título mundial de los pesos medios luciendo una única arma, que bailoteaba como peligroso estilete, que se comportó como un látigo, flagelando las ilusiones de Luis Manuel Rodríguez, deportista íntegro, “asesinado” por una izquierda de antología.

En 1967, Nino Benvenuti, a los 29 años, había conquistado el título mundial de los pesos medios al vencer, en Nueva York, al USA Emil Griffith. En la revancha, y en idéntico escenario, Emil recobró su corona universal, que perdió, un año más tarde, también en la ciudad de los rascacielos, ante el propio Benvenuti. Los tres combates descritos terminaron con el mismo resultado: por puntos. En 1968, y en San Remo, Nino revalidó su diadema mundial ante otro norteamericano, Don Fullmer, que perdió por puntos .Y en el otoño de 1969, y en Nápoles, Benvenuti, por descalificación de su adversario, Fraser Scott, siguió manteniendo tan preciada distinción. Luego, en Roma, sucedió lo ya narrado ante el cubano Luis Miguel Rodríguez.