Christian Teruel   
@Chris_Le_Gabach

Si ya es difícil acordar una pelea entre púgiles campeones de distintas organizaciones, imagínese si además pertenecen a diferentes plataformas y promotoras, con muchos y más grandes intereses todavía. Y comportándose egoístamente como un niño que se lleva la pelota si no se juega como él quiere. Todos estos estamentos han decidido hacer cada uno la guerra por su parte, entrando en una carrera por hacerse el más grande del negocio y eliminar a sus rivales; con los aficionados y boxeadores como perjudicados.

Los grandes promotores y jefazos del mundo del pugilismo parece que han erigido a Dana White como su profeta. El magnate de la UFC ha conseguido crear una especie de monopolio en la disciplina de las artes marciales mixtas con un gran éxito de público y económico. Y, para mas inri, como Moisés, se ha abierto camino entre las aguas de la industria de los deportes de contacto, llevando al éxodo a muchos aficionados de boxeo hacia su compañía.

Uno de los peces gordos, el inglés Eddie Hearn, jefe de Matchroom y estrecho colaborador de DAZN, siempre ha admirado a Dana White y no escatima en elogios cada vez que tiene ocasión. Aspira y trabaja para poder hacer lo mismo con el boxeo casi sin esconderse. Para ello, no sólo ha concentrado su esfuerzo en contratar talento en Reino Unido y hacer buenos eventos allí, sino en hacer lo mismo en todas las partes del globo, expandiendo sus redes poco a poco.

Desde Europa hasta México, donde ha encontrado en Canelo un socio de peso. Y no es el único con un plan. El misterioso Al Haymon, jefe de PBC, lleva años dirigiendo un modelo en el que todo queda en casa. Si bien cuenta con un gran y amplio catálogo de campeones y futuras estrellas, organizando casi siempre buenos eventos; apenas hay lugar para hacer negocios fuera de su establo. Por su parte, el veterano Bob Arum cuenta con un plantel con los mejores libra por libra: Valdez, Teófimo López, Taylor, Beterbiev, Tyson Fury… Su problema es que no es capaz de encontrar rivales de nivel para ellos dentro de su empresa y tampoco de lograr alcanzar acuerdos con otros, desperdiciando carreras de posibles Hall of Famers como la de los top Crawford e Inoue.

Luego están las irrupciones con nuevos intentos de romper el mercado como el de Triller, que ha llegado con mucha pasta e ideas transgresoras como la de incluir conciertos y peleas de celebridades bajo un ambiente discotequero. Así, quieren hacerse con el mercado joven, pero carece de gancho para atrapar a los seguidores habituales y más veteranos. Y todos cuentan con la connivencia de los organismos sancionadores, al que su moral no les impide crear múltiples nuevas normas y cinturones con tal de agarrar todas las migajas posibles del pastel.

Podemos ver un claro ejemplo en estas últimas semanas con el título WBA del peso superligero. Teniendo a Josh Taylor como titular de ese cinturón y campeón unificado tras batir a JC Ramírez (compañero en la promotora Top Rank), la contienda entre Gervonta Davis y Mario Barrios fue llamada como campeonato mundial, a pesar de que el cinturón en juego que poseía El Azteca en realidad solo era uno de los infinitos interinos con los que Gilberto Mendoza, presidente de WBA, tiene la generosidad de regalarnos.

Y a PBC Showtime no le dolieron prendas en añadir el mérito a Gervonta tras su victoria, catalogándolo de campeón en tres divisiones (el cinturón que tiene en el peso ligero es otro interino de la WBA). Una vez más obviando al auténtico monarca, como normalmente hacen con Crawford cuando hablan de campeones en el peso wélter por ser de miembro de su competidor Top Rank.

Sin salir de lo ocurrido en la noche del Davis vs. Barrios, otra muestra de la tendencia que se está siguiendo fueron las declaraciones de Mayweather, promotor de Tank. Al ser cuestionado sobre un futurible combate de su representado contra Lomachenko, dejó bien claro que no iban a enfrentar a nadie fuera de la burbuja de PBC. Que no lo necesitan. Algo que, yo añado, no les hace falta viendo que tienen rivales de envergadura para elegir, hacen mucho dinero sin necesidad de compartirlo con la competencia y, además, tienen la colaboración de los organismos que hacen títulos a su medida.

A largo plazo, es difícil de predecir como se desarrollarán los acontecimientos. La del monopolio es una empresa que llevaría años y generaciones llevarla a cabo. Hacerte con los mejores luchadores, ganarte el favor de todos los organismos y agradar a la mayoría del público es una tarea utópica. Es tal la cantidad de intereses y competencia que resolver tal ecuación dejaría en un problema de clases de matemáticas en primaria la teoría de cuerdas.

El resultado a corto y medio plazo es la privación de ver ya no solo combates entre los distintos campeones, sino ni siquiera entre dos buenos peleadores solo por el mero hecho de pertenecer a distintas plataformas y promotoras. Vamos, que los principales protagonistas y los que hacen que esto viva y los demás hagan dinero con ello somos los jodidos: boxeadores y aficionados.