Antonio Salgado Pérez
Ansalpe88@hotmail.com

Nota: Este artículo obtuvo en el año 1991 el primer premio del “Certamen Isla de Tenerife de Periodismo, Comunicación y Deporte”, dotado con 200.000 pesetas y patrocinado por el Cabildo Insular de Tenerife, que presidía Adán Martín.

Son muchos los que suponen que el Boxeo es una actividad humana de más o menos reciente fecha. Si se hiciese una encuesta sobre la base de la pregunta: ¿Cuántos años de antigüedad le atribuye usted al Boxeo?, una proporción considerable de personas ofrecerían unas cifras variables entre 80 y 100 años. Su desconocimiento sería en cierto modo disculpable, pues para la mayoría de los que escriben sobre este deporte, parecía que esta actividad del músculo no existía antes del advenimiento del norteamericano John Sullivan que, en 1889, fue el último campeón del mundo del peso pesado que actuó sin guantes.

Otros, más versados recordarían vagamente los combates a puño desnudo que se hicieron célebres en Inglaterra durante los siglos XVIII y XIX, y respondían con cierto gesto de erudición. “El Boxeo tiene una antigüedad de dos siglos y medio, aproximadamente”.
En realidad, con esta disciplina deportiva ocurre poco más o menos lo mismo que con otras ramas más trascendentes de la actividad del hombre: es tan enorme el vacío de mil años producidos por el oscurantismo y la ignorancia medievales, que todo lo hecho anteriormente es tenido por inexistente y consignado únicamente en estudios de museos.

Sin embargo, hace treinta siglos el Pugilato era un deporte popular en la antigua Grecia. No deseamos fatigar la atención del lector con una prolija enumeración de datos que tendrían un muy relativo interés, pero nos permitiremos recordar que Homero, el más ilustre de los poetas griegos, nos ofrece en “La Ilíada” (libro vigesimotercero), la descripción de un combate entre Epeo y Euríalo, donde éste salió victorioso, adjudicándose la mula puesta como trofeo, mientras la copa iba a manos del maltrecho Epeo: «Sobre el hombro la cabeza caída, y delirante, rodeándole a todos, a su tienda le condujeron, recogiendo al paso la prometida, reluciente copa».

En efecto, la cuna, la historia del Boxeo tiene sus raíces en la antigua Grecia. Pinturas en vasos de la antigüedad prueban la evidencia de que este deporte floreció, como ya hemos apuntado, en los tiempos de Homero, que para honor de los periodistas deportivos fue el primer cronista pugilístico de la historia.
Los que hayan tenido la oportunidad de visitar el Museo Arqueológico Nacional de Atenas, considerado por los expertos como el más grande y el más completo de Grecia y uno de los más importantes del mundo para los estudiosos del arte antiguo griego y otras antiquísimas culturas, habrán podido comprobar que de todas las maravillas que allí se atesoran figura en un lugar destacado una pintura conocida como “Las jóvenes boxeadoras”, que merece renglones aparte.

Aseguran que “Las jóvenes boxeadoras” es una obra maestra de representación y que constituye una brillante expresión pictórica. Data aproximadamente del año 1600 antes de Jesucristo. Esta pintura decoraba la pared de un cuarto en una de las casas de la prehistórica Akrotiti, en la isla de Chipre. La muchacha que figura en la parte izquierda denota ser de una clase social más pudiente que su compañera, ya que porta un collar, un brazalete y zarcillos. Las únicas piezas comunes son los cinturones y los guantes de Boxeo, que sólo se calzan en la mano derecha. Se destaca también en dicha pintura las grandes trenzas negras que lucen ambas; trenzas que sobresalen de un gorro azul muy ajustado a la cabeza.

Retomado el hilo cronológico, tenemos que añadir que el Boxeo se extendió a través de las ciudades antiguas y de forma muy especial en Olimpia, que fue donde se gestaron en realidad los Juegos, y donde el Pugilismo llegó a ser uno de los deportes más esenciales. Estrictas reglas fueron implantadas durante los combates, reglas que habían sido codificadas por Onomastos de Esmirna, ganador de la XXIII Olimpiada antigua.

Los Juegos Olímpicos habían comenzado en el año 776 antes de Jesucristo con una carrera que ganó Coroebo, coronado con una rama de olivo silvestre, el árbol que, según la tradición, plantara Hércules. Hubo carreras a pie, de carros, saltos, Pugilato… Se competía desnudo y las mujeres no podían actuar ni ser espectadoras.

Con el ulterior predominio de Roma, el Boxeo -como otros tantos deportes- fue degenerando hacia una actividad salvaje, hasta llegar casi a fundirse con los combates entre gladiadores. Esto significaba la decadencia inexorable de los Juegos Olímpicos, que finalmente fueron prohibidos por el emperador Teodosio en el año 394 de la era actual.

El número total de Olimpiadas antiguas fue de 292. Toda una era en la historia de la humanidad, si pensamos que los Juegos Olímpicos modernos, restaurados por Pierre de Coubertin, en 1896, alcanzarán en 1992, en Barcelona, su XXII edición.
En aquellas Olimpiadas de la antigüedad, el Pugilismo fue un deporte muy popular y los vencedores eran considerados como “personas de talento al saber combinar, en perfecto balance, un cuerpo vigoroso con rápidos reflejos y decisión en los más críticos momentos”, como lo recordó la ministra de Cultura y Deporte de Grecia, Melina Mercouri, cuando inauguró en Atenas los XVIII Campeonatos de Europa de Boxeo Amateur Senior.

Tras aquella inicial prohibición, el Boxeo pasó totalmente desaparecido en la Edad Media, reapareciendo en Inglaterra al comienzo del siglo XVII. Actualmente el Boxeo, a niveles profesionales, mantiene los máximos niveles mundiales en cuanto a percepciones económicas se refiere, y en el aspecto amateur ha recobrado el florecimiento de antaño, ensombrecido un poco por ciertos y determinados veredictos arbitrales, que sin embargo no le han podido despojar de su ley suprema: “El final del Boxeo amateur es que los participantes intenten ganar gracias a su habilidad técnica y no ganar por un fuera de combate rápido”.

Y el Boxeo, algunas veces cruel, y otras de evidente belleza plástica, sigue teniendo sus poetas – como por ejemplo, Manuel Alcántara- cuando el siglo XX comienza a apagarse:
“Doce cuerdas limitan el coraje.
Los mineros del croché, la valiente población del gimnasio, sangra y siente,
bajo el fuego sagrado del voltaje.
Cuatro onzas en los guantes y vendaje duro.
Alta tensión.
Aire caliente de KO y cigarrillos.
De repente ha cuadrado la furia su paisaje.
Perfiles de moneda desgastada cita el gong con su aguda campanada.
La luz del cuadrilátero ilumina jóvenes gladiadores golpeando,
el esfuerzo y los músculos poblando, el país del sudor y la resina.”