Daniel Pi
@BastionBoxeo

Entre los entrenadores, boxeadores y analistas llamados de la vieja escuela cunde el desconcierto respecto a cómo están entendiendo el boxeo muchos púgiles en el siglo XXI, pareciendo que es más importante parecer un culturista que tener una adecuada preparación, dando la sensación de que es más importante presumir en las redes sociales que tener buenos conocimientos tácticos y dándose a entender que las bonitas coreografías en las manoplas son más útiles que los trabajados y duros rounds de sparring.

No obstante, en la noche del sábado en el Traktor Sport Palace de Chelyabink (Rusia), esta forma moderna de entender el boxeo sucumbió ante la destreza, la experiencia y la contundencia de un púgil con una sólida base convencional. Y es que el campeón mundial ruso Sergey Kovalev (34-3-1, 29 KO) (en la imagen) derrotó por nocaut técnico en el undécimo asalto al retador Anthony Yarde (18-1, 17 KO) que, pese a su enorme fortaleza y a la oportunidad del noqueador, fue dominado y desdibujado durante casi toda la pelea.

El enfrentamiento se abrió con Kovalev tratando de imponer su jab ante un Yarde que buscó la ocasión de sorprender con explosivos ganchos o directos diestros a la contra. De todos modos, tras la lógica tensión inicial, el ruso comenzó a impactar con muchísima claridad su directo de mano adelantada a partir del segundo asalto a la vez que Yarde se empezaba a mostrar visiblemente incomodado, oscilando en sus intentos infructuosos de tomar la iniciativa mientras se perdía en los amagos y en el inesperado dos-uno de Kovalev.

Tan pronto como en el cuarto round, las brechas del británico surgían tan profundas como evidentes, notándose su falta de sparring, que le hacía caminar confundido tras ser alcanzado por un jab o que le llevaba a tomar decisiones equivocadas en acciones defensivas. Todo ello mientras Kovalev empezaba a mover al visitante y a impactar golpes de poder en gancho zurdo y directo.

Estando así las cosas, en el quinto round el retador intentó ser más agresivo y lanzó algún arrojado ataque, pero pronto volvió a ser martilleado una y otra vez por el jab de “Krusher”. Asimismo, Yarde portaba la boca abierta (por ello perdió el protector bucal en el sexto round) y mostraba desgaste, dejando claro que tanta musculatura requería muchas energías, algo que se vio agravado por una hemorragia nasal.

Con las tarjetas de diversos analistas dándole prácticamente la victoria a Kovalev al alcanzar el ecuador, Yarde salió al séptimo asalto más dispuesto a tomar la iniciativa, conectando ganchos zurdos al cuerpo que parecieron dolerle al local, quien definitivamente se vio estremecido por curvos en la distancia corta en el octavo episodio, teniendo que soportar a la desesperada y entre muchos apuros los ataques del británico. No obstante, Yarde realizó un esfuerzo tal en ese intento de alcanzar la detención que en el noveno episodio se mostró muy desgastado y Kovalev, con pura valentía e inteligencia, conectó directos a discreción ante un adversario que pareció que podía ceder.

Efectivamente, Yarde estaba mermado, y en el décimo Kovalev lo dejó tocado con derechazos, encerrándolo y descargando una andanada de rectos que puso al aspirante a las puertas del KOT, si bien el sonido de la campana le salvó. Sin embargo, en el siguiente round, el undécimo, un directo de mano adelantada de Kovalev derrumbó a Yarde de espaldas a la lona, acción que supuso el final del combate.

Muchas veces se ha tratado a Frank Warren como si fuese un promotor de segunda en cuanto a cualidades, pero con la forma en que ha conducido la carrera de Yarde ha dejado claro que tiene unas habilidades increíbles. Y es que no sólo ha conseguido una oportunidad mundialista millonaria para un boxeador que ni siquiera ha superado a un adversario del top 15, sino que ha logrado vender la pelea como un 50-50 y sumir en la más profunda incógnita al mundo del boxeo poniendo frente a una leyenda del peso semipesado como Kovalev a un boxeador como Yarde, que no es ni tan solo campeón británico.

Es cierto que Yarde rozó la victoria en el octavo round y que de haberla logrado sus defectos se habrían minimizado y se le habría alabado. Pero dejando de lado ese momento puntual (provocado casi enteramente por el deterioro que padece el monarca ruso) Kovalev fue infinitamente superior, manejando sus fundamentos boxísticos para, como Groves ante Eubank, dejar en evidencia a un púgil más preocupado por lucir que por ser.

En cuanto a Kovalev, que cada día tiene más garantizado su acceso al Salón de la Fama del Boxeo (algo que no se debería ni cuestionar por los absolutos robos padecidos ante Ward), se espera que inmediatamente entre en negociaciones con Canelo Álvarez, que quiere medirse al ruso en noviembre o diciembre. El equipo del mexicano sabe que cada día que pasa, como Golovkin, Kovalev está más lejos de su mejor momento y es más vulnerable, de modo que, poniendo sobre la mesa una ingente cantidad de dinero, Canelo intentará convencerlo y añadir un nombre brillante más a un récord repleto de combates antes adversarios seleccionados en el momento oportuno.