Darío Pérez
@ringsider2020

El plato fuerte de la velada de Bilbao fue un título intermedio WBA, y, lo que es más importante, una posición de privilegio en listas mundiales superwélter, entre el local Kerman Lejarraga (34-3, 26 KO) y el británico James Metcalf (23-2, 14 KO).

Entró bien Kerman a la pelea, trabajando con el jab, contundente como siempre, y doblando peligrosas derechas que marcaban ya un poquito la frente del británico, que buscaba pillar a nuestro púgil en contraataques peligrosos. Viejos conocidos de sesiones de sparring, se mostraban cautos en el primer tramo de combate los contendientes, con Metcalf intentando buscar manos curvas, unas verticales en forma de uppercut y  otras horizontales, con crochés que a veces silbaban cerca del rostro de Lejarraga. Este trabajaba con rectos intentando minar al ‘Kid Shamrock’, esperando su oportunidad pacientemente mientras el foráneo se cansaba. Las acciones peligrosas se iban desencadenando, como en el tercer asalto la caída de Lejarraga tras un golpe en el lateral de la cabeza al límite del reglamento, sin que el señor Oliver, que venía de otra mala actuación en el Scardina-De Carolis, actuase en ningún sentido.

Con esos conceptos defensivos evolucionados en estos compases iniciales y una aproximación más táctica a las acciones, el Revólver de Morga buscaba más el cuerpo de Metcalf desde el cuarto round, marcando territorio ante un contrincante no exento de peligro. Iba cogiendo las riendas Lejarraga de las hostilidades poco a poco, pero la refriega era dura y comenzaba a hacer mella en el físico de los púgiles, presentando el bilbaíno un corte en un ojo y cierta inflamación bajo el otro; el británico también sangraba en el sexto asalto de manera evidente en el pómulo tras un encontronazo de cabezas, una herida de cierta longitud que requería trabajo de precisión en la esquina. Era un toma y daca en este segmento del pleito, difícil de puntuar por los intercambios de manos que tampoco acababan de desembocar en una pelea descarnada.

Se encaraban los tres últimos asaltos con incertidumbre, con la intensidad subiendo y la anatomía y el depósito de gasolina de los protagonistas bastante diezmados. Lejarraga controlaba el centro del ring y parecía algo más entero que el de las islas, conectando más  puñetazos en otro round duro como el noveno. Entraron ambos con agresividad al décimo y último parcial, conscientes de que podría ser decisivo en las puntuaciones de los jueces tras bastantes fases de la pelea nada fáciles de considerar. Con un punto de prudencia y un par de buenas combinaciones del de Liverpool, la cita terminó con poca certeza sobre las cartulinas. Estas fueron leídas, con la igualdad que se preveía: 97-94 (quizás excesiva, del inefable Steve Gray), 96-94 y 96-95 para James Metcalf.