Darío Pérez
@Ringsider2020
El Estadio Jalisco de Guadalajara vivió anoche el adiós de Julio César Chávez al boxeo, con una pelea de exhibición ante Héctor Camacho Jr., hijo del «Macho» Camacho, uno de los grandes rivales del mito azteca.
Chávez, a punto de cumplir 59 años, y Héctor Camacho Jr., púgil profesional hasta 2019, se vieron las caras en una exhibición a cuatro asaltos con casco, continuando con la tradición de rivalidad entre México y Puerto Rico. Aun teniendo una elevada edad para el deporte a alto nivel, se vieron acciones de bonita ejecución por parte de un Chávez que presentaba una forma física mejor que la de su más joven rival, algo entrado en carnes.
Quien tuvo, retuvo: el centro del cuadrilátero fue del mexicano, que lanzaba ganchos peligrosos (alguno tras el final del asalto, que la pillería tampoco se pierde) y Camacho, en ocasiones, tenía que optar por el agarre. El momento cumbre llegó cuando, tras una conclusión del tercer round embarullada, con golpes mutuos fuera de tiempo e intercambio de palabras, Chávez se quitó el casco, pidiendo una despedida a cara descubierta.
Ni los médicos ni su esquina, e incluso el rival, se mostraron dispuestos a permitirlo, dados los problemas de salud recientes del mito; Julio, te viniste demasiado arriba. Al menos, subió «Canelo» Álvarez a la esquina azteca, uno más del equipo Chávez. Un final emotivo, con Chávez dando todo lo que tenía tirando golpes a Camacho.
En el combate de semifondo del evento, Julio César Chávez Jr. (52-6-1, 34 KO), que se había pasado un kilo en el generoso peso pactado, peleó contra Anderson Silva (2-1, 1 KO). Silva, de 46 años, es un mito de las artes marciales mixtas con dos combates de boxeo previos, en 1998 y 2005. Con la excepción de algún golpe suelto, Chávez volvió a decepcionar también sobre el cuadrilátero, sacando golpes previsibles, demasiado desligados unos de otros y pareciendo, en muchas ocasiones, el atleta una década mayor que su rival.
Silva dominó en general los lances de la pelea, recordemos, sancionada como un combate oficial, en parte porque el hijo de la leyenda mostró cansancio desde antes de la mitad de los ocho asaltos pactados. El brasileño no pasó apuros en una disciplina que pertenecía a su oponente, un Chávez Jr. que debería considerar su futuro en el mundo del pugilismo, un comentario que los analistas ya llevan un lustro haciendo. Las cartulinas fueron favorables a la Araña (77-75, 75-77 y 77-75, decisión dividida), que consigue con toda justicia, dieciséis años después de su última aparición, su segundo triunfo como boxeador profesional.
Omar Chávez (38-6-1, 25 KO), otro de los hijos del protagonista de la noche, peleaba a ocho asaltos en el peso medio contra Ramón Álvarez (28-8-3, 16 KO), hermano de Canelo. Tras dos enfrentamientos previos entre ambos deportistas de ilustre apellido, era el desempate. Pelea igualada, que estuvo marcada por un choque de cabezas en el cuarto asalto que abrió una enorme brecha al final de la ceja de Chávez. Este tuvo que estar más pendiente de la abundante sangre que manaba que de su defensa, y fue alcanzado con gran precisión por Álvarez en el sexto asalto. La doctora subió a examinar al herido, de cuyo rostro la sangre brotaba ya, literalmente, a chorros.
Incomprensiblemente, se disputaron el séptimo y octavo rounds, totalmente marcados por el citado corte sufrido por Omar Chávez. Las puntuaciones fueron de 80-73, 79-73 y 80-72 a favor de Ramón Álvarez, demasiado amplias y muy condicionadas por un corte que debió detener las acciones.