Darío Pérez
@Ringsider2020

En el Church House de Westminster, Londres nos habría gustado un pabellón repleto de gente, pero este edificio le añadió encanto a la velada organizada por Queensberry, la promotora del veterano Frank Warren.

Este coqueto escenario vio un gran evento entre los dos mejores pesos pesados de Warren tras Tyson Fury, ambos imbatidos. Y el combate no defraudó. Daniel Dubois (15-1, 14 KO) y Joe Joyce (12-0, 11 KO) comenzaron viendo qué tenía el rival, qué estrategia tendrían en contra, sin dar excesivas pistas en el primer asalto. Pero el segundo empezó con Dubois acelerando las acciones y llegando con manos claras a Joyce, lento como no le recordábamos, algo que se acrecentó según avanzaba este segundo episodio. En el tercero, incluso más claramente fueron los impactos de Dubois en su compatriota, totalmente superado pero con una mandíbula resistente como pocas. Por su parte, Joyce intentaba llegar con directos más para marcar distancias que como golpes de poder, a su ritmo, y lograba para el ecuador del combate tener a Dubois marcado, con una inflamación en el párpado que la esquina se esforzaba en detener.

La explosividad de Dubois se había encontrado con un rival que resistió todos los golpes, y ahora se le volvía el tiempo en contra: el ojo se cerraba, necesitaría noquear en un par de asaltos. Joyce era un diésel que metía sus jabs incansablemente, y ese trabajo, aparte de la resistencia a las embestidas de DDD, empezaba a vislumbrar su jugosa recompensa. Y llegó lo inevitable, el propio Dubois, consciente de que no veía, puso rodilla y puño a tierra en el décimo asalto tras el enésimo directo de Joyce al ojo, y escuchó la cuenta del árbitro completa. Sorpresa, Joyce buscará algo grande en 2021 y Dubois, con la juventud por bandera, rehacerse con el paso del tiempo.

En los choques previos al estelar, los cruceros Jack Massey (17-1, 8 KO) y el iraní Mohammad Ali Bayat Farid (16-2-1, 16 KO), uno de esos púgiles mimados por promotores con récord engañoso, protagonizaron un combate de actividad moderada. El primer round fue de estudio, con poca actividad y mucho movimiento circular, y la acción fue in crescendo con el paso de los minutos. Massey dominaba con el jab, y Bayat Farid, pese a que presentaba más peligro, sacaba muy pocas manos como para poder imponerse a los puntos. Ya a media pelea, el rostro de ambos púgiles dejaba notar los efectos de los golpes, más constantes en uno y más contundentes en otro. La pregunta era clara: Con 16 KO en 16 victorias, ¿estaba Bayat Farid fiando todo a una mano final, una vez que el rival se cansase? Era difícil de comprender, en caso contrario, su inactividad, y más peleando fuera de casa. Consumidos los ocho episodios pactados, terminó la pelea con victoria del local Massey por 79-74, puntuación del juez único de la pelea.

David Adeleye (4-0, 4 KO) demostró que puede ser el futuro del peso pesado, ya que despachó rápidamente a Danny Whitaker (4-2, 0 KO). El juego de piernas de Adeleye fue arrinconando a Whitaker en el primer asalto, hasta que en el segundo golpeó al rival varias veces con golpes curvos, tirándole al suelo en principio y, en una segunda ocasión, parando el árbitro las hostilidades al arrodillarse Whitaker. Fue algo extraño, ya que acusó a Adeleye de golpear al rival con la rodilla en tierra, pero decidió parar el combate en lugar de dejar recuperar a Whitaker, si es que había notado el golpe irregular del afro-británico.

Jack Catterall (26-0, 13 KO) siguió activo en el superligero a la espera del Josh Taylor-José Carlos Ramírez con un triunfo ante el norteafricano Abderrazak Houya (14-3, 2 KO). Fue un combate con poca historia y poco riesgo, Catterall ganaba los asaltos con la mínima, sin querer arriesgar su condición privilegiada de cara al futuro y haciendo gala de sus buenos fundamentos defensivos. Las cabezas volaban con peligro, como mostraba un corte exhibido por el púgil local. Al final del sexto asalto, Houya cayó de manera estrepitosa tras una terrible mano curva de Catterall, y fue salvado por agarrarse en esos últimos segundos. Al no poder terminar el pleito en esos instantes de vulnerabilidad del rival, Catterall eligió poner una marcha media y continuar el plan inicial, ganar asaltos y ganar tiempo de ring, que no es poco tras este 2020 tan problemático. Incluso de tal manera, en el final del noveno volvió a irse al suelo Houya, casi de maduro, por acumulación de golpes. El árbitro y juez único dio 99-90 para Catterall, como era previsible…y el boxeador de Warren seguirá pendiente de las negociaciones entre Taylor y Ramírez.

El combate de semifondo nos presentó a Hamzah Sheeraz (12-0, 8 KO) y Guido Pitto (26-8-2, 8 KO), púgil de Gallego Prada afincado en España. En juego estaba uno de esos títulos intermedios WBO, en este caso dentro del superwélter. La diferencia de altura, ya notoria en el pesaje, se hacía enorme en la soledad del ring, y Sheeraz la aprovechaba para tirar manos arriba y abajo de manera alterna con sus interminables brazos. Por eso, Pitto lo pasó mal al terminar el primer asalto ante los golpes de Sheeraz a las zonas blandas, pero pudo recuperarse y continuar, pleno de coraje, la pelea. De todos modos, le resultaba imposible penetrar en la guardia del larguirucho británico, que dominaba el combate a placer y, ocasionalmente, dañaba al hispano-argentino. Pitto tuvo una actuación muy meritoria, pero el jab para controlarle, el upper para recibirle y los crochés para disuadirle daban a Sheeraz un enorme margen en cada uno de los asaltos. En el último asalto, con un Pitto desarbolado por varios golpes y sin defensa posible, el árbitro paró las acciones, con el consiguiente KO técnico, evitando mayor castigo para el bravísimo púgil de Gallego Prada.