Antonio Salgado Pérez

El ilustre cronista de boxeo, el veterano canario Antonio Salgado, prepara un libro que promete ser muy interesante, titulado “Hitos del boxeo en las Islas Canarias”. En él se encontrará un apartado para uno de los grandes del boxeo español, muy querido en las Islas, el hispanocubano José Legrá.

Aquí traemos un fragmento del libro:

Fue uno de los campeones mundiales de pesos plumas más extraordinarios de los últimos tiempos. En el año 1967 logró el título de Europa y, luego, el mundial.
Boxeó en nueve ocasiones en Tenerife y, tres, en Las Palmas. De limpiabotas a millonario. ”Llegué a tener casi ochenta millones de pesetas en el banco”.

Pepe Legrá nos llegó de su Cuba natal en las postrimerías del año 1963. En el gélido aeropuerto de Barajas le esperaba un paisano suyo, el popular preparador “Kid Tunero” (Evelio Mustelier ), toda una “vieja gloria” del pugilismo caribeño, que había implantado entre las doce cuerdas de entonces el estilo y la clase que ahora iba a intentar inculcarle a aquel jovencito púgil, alto y enjuto como un faquir.

Al poco tiempo de su estancia en la capital de España, Legrá exclamó: «¡Dios mío, que frío hace en Madrid; cómo extraño a mi Baracoa natal; mi calorcito tropical; mi hogar!» Y más adelante observó: «Estoy sorprendido. He comprobado que aquí, en Madrid, todos son blancos. El único negro soy yo. Pero ni me siento ni he sido discriminado. Aquí, de verdad, todos me quieren”.

Ahora, repasando el brillante historial de Pepe Legrá forzosamente nos invade la nostalgia de aquellas décadas de los años 60 y 70 del pasado siglo, donde el pugilismo español tenía una extraordinaria pujanza y una tremenda actividad. Pronto puso Tunero en marcha a aquel escuálido antillano que venía con los bolsillos completamente vacíos, pero con unas ilimitadas ilusiones.

Da gusto, insistimos, hojear de nuevo el ranking de Legrá porque nos recuerda épocas de oro, noches de relucientes batines de seda, que acentuaban su colorido bajo la lluvia eléctrica de las “arañas” del ring; tipografía mayúscula en carteles y pizarras; veladas de postín y de llenazos.

Parecía que solo existían dos deportes en España: el fútbol, siempre el rey y, el boxeo, que ahora, desafortunadamente, está de auténtica capa caída, confundiéndose y diluyéndose bajo el “manto protector” de otros deportes emergentes que lo están devorando ante la mirada ingenua y acomodaticia, y hasta complaciente, de sus dirigentes.

Legrá-Galli

Además, y como veremos más adelante, Pepe tuvo unas profundas vinculaciones con las Islas Canarias, de forma muy especial con Tenerife, donde entre otras cosas encontró a unos inigualables mecenas: la familia Rodríguez López, que le facilitó toda su puesta a punto cuando el púgil lo necesitaba: excepcionales “sparrings”, “Sombrita”, entre otros; los más apacibles y tranquilos parajes de La Gomera como, por ejemplo, la localidad sureña de Tecina; avionetas (pilotadas por el intrépido Alfonso Cabello, que era el único que se atrevía aterrizar en aquel increíble aeródromo de El Revolcadero) para sus desplazamientos más urgentes y, por encima de todo, hospitalidad, mucha hospitalidad, en una tierra, como la colombina, que siempre admiró y aplaudió la hazañas de aquel boxeador que repartía tantas sonrisas y generosidad como mojicones enguantados.

Pepe Legrá, que había debutado como rentado en La Habana, en 1960, pisó un “ring” español tres años más tarde, en Madrid, donde noqueó en seis asaltos al marroquí Ben Layachi. Y luego no paró. Llegó a disputar nada menos que veinticuatro combates en un solo año. Actuó en Tenerife en nueve ocasiones. Su debut en Canarias lo efectuó en marzo del 64, en el coso taurino santacrucero, donde hizo combate nulo con el grancanario Cayetano Ojeda “Kid Tano”, el inolvidable y querido “Sordomudo de Arenales”.

Después tuvo como rivales a Domingo Cabrera, Miguel Calderín “Kimbo”, Roger Younsi, Julio González “Chicho”, Fernand Tabarez, Paul Rourre, Rolf Kestern y Abel Almaraz. En Las Palmas se enfrentó, primero, con “Kid Tano” y, luego, con “Kimbo” y Mohamed Larossi. Y en cuadriláteros penínsulares tuvo como adversarios a este trío de púgiles canarios: “Kimbo” y “Chicho”, en Madrid; y Raúl Tejera, en Gijón. Ninguno de los citados, canarios y extranjeros, pudieron vencerle. Y es que Pepe Legrá ya era “El Estallido de Cuba”, “El Puma de Baracoa”, como le había bautizado el por entonces extraordinario crítico pugilístico, Manuel Alcántara, al que, como ínclito poeta, tuve la oportunidad de conocer personalmente, en el Casino de Tenerife, en una de sus brillantes intervenciones.

En cierta ocasión, en la idílica localidad de Tecina y teniendo como testigo a Juan Albornoz “Sombrita”, Pepe nos confesó: ”Reconozco que soy un súper. Y todo se lo debo a mis piernas, a mi privilegiada estatura, a mi agilidad, a mi alegre forma de boxear, a mis “carretillas”, que tanta hilaridad causa entre el público…”

El 30 de noviembre de 1966 tomó la ciudadanía española. Y un año más tarde, en Madrid, el escenario de sus más sonados éxitos, se proclamó campeón de Europa de los pesos plumas al noquear en tres asaltos al francés Ives Desmarets, que al igual que el cubano-español se presentaba como aspirante al trono vacante que había dejado el inglés Howard Winstone. Y el 24 de julio de 1968, en la localidad británica de Porthcawl, y tras noquear en cinco asaltos al mencionado Winstone, se convierte en campeón del mundo de la citada categoría.

Pero tal preciado título sólo de duró seis meses ya que en Londres le derrotó por puntos, en quince asaltos, el australiano-francés Johnny Famechon, sobrino de aquel otro famoso Famechon que cayera años atrás ante el carismático Fred Galiana, figura de la que nos ocupamos en la edición anterior. A raíz de regresar del Reino Unido, Legrá, tan apesadumbrado como exaltado, nos dijo:

“Me propusieron hacer un tongo en Londres, frente a Famechon. Las condiciones eran que tenía que perder este primer combate, por puntos. Luego, en la revancha, que tenía que firmar, yo ganaría por KO en el quinto asalto. No me presté a aquel juego sucio, festoneado con una sustanciosa “bolsa” de veintisiete millones de pesetas. No acepté porque, entre otras cosas, unos días antes había hablado con el Generalísimo Franco y le había dicho que yo, en Londres, volvería a dejar muy alto el pabellón español. Luego, sobre el “ring” , me robaron, de forma descarada, mi justa victoria”.

Al campeón de Europa le ofrecen de nuevo otra oportunidad por el cetro universal. Y, de cabeza, se dirige a Monterrey, donde le está esperando el mexicano Clemente Sánchez que, inopinadamente, pierde su título sobre la báscula al no dar el peso reglamentario. Pero Legrá ganó dicho título sobre el lona al noquear a su rival en el décimo asalto.

Pepe Legrá, aún siendo campeón mundial de los pesos plumas, ya está notando el peso del tiempo y… de los guantes. A los cinco meses de aquella conquista marcha a la moderna Brasilia donde le espera el vegetariano Eder Jofre, todo un “dinamitero del cuadrilátero”, que no logra ganar antes del límite a su escurridizo adversario, pero sí vencerle y desposeerle de su diadema mundial.

Legrá-Winstone

A raíz de aquel traspiés, Pepe Legrá tiene que empezar de nuevo. Lo mejor, recuperar el título de Europa, ahora en poder del italiano Tomasso Galli. Lo reconquistó y lo revalidó, también en Madrid, frente al francés Daniel Vermandere; y en Londres, frente a Jimmy Revie y Evan Armstrong; en Alicante, ante Giovanni Girgenti (al que conocimos en Tenerife formando parte de aquel excepcional equipo amateur de Italia que, en el estío de 1964, arrasó con el cuadro hispano, en el coso taurino santacrucero que esa noche puso en las puertas este cartel: “No hay localidades»); en fin, en Birmingham, Legrá retuvo su corona continental frente al local Tommy Glencroos. El cubano-español está imparable; está pletórico de fuerza y de dinero. Una tarde, en la tranquilidad de un hotel tinerfeño, me dijo:

“Llegué a tener casi ochenta millones de pesetas en el banco. Mi cambio, evidentemente, había sido muy brusco. De mísero limpiabotas en Baracoa, a tener salud, prosperidad y dinero, mucho dinero. Todo se lo debía a mi físico, a mis “bailes” entre el ensogado. Se habían acabado los problemas familiares, las estrecheces económicas, las calamidades. En muy poco tiempo, campeón de Europa, campeón del mundo. Siempre he creído en Dios. Y nunca me ha abandonado. He besado muchas medallas de la Virgen. Allá, en Cuba, seguía “mamá Sole” y mis siete hermanos. Yo era, hasta cierto punto, la “oveja negra” de la familia, el que se había separado del hogar, de los suyos…”

Pepe Legrá ya tiene 30 años. Ha disputado cerca de 150 combates con un altísimo porcentaje de victorias. En Managua, una joven promesa del pugilismo llamado Alexis Argüello, que luego sería todo un “monstruo del cuadrilátero”, envía al país de Morfeo, en el primer asalto, a Pepe Legrá que en su libro autobiográfico “Golpe bajo”, nos describe este último combate de la siguiente manera: ”El puño derecho de Alexis Argüello ha estallado en mi mentón. Desde el suelo veo al árbitro contándome los diez segundos reglamentarios. Apenas había tenido tiempo de conocer a mi rival. Tampoco lo hice cuando me ofrecieron enfrentarme con él. Me apasionó la idea de ir a Nicaragua, y me puse en marcha con más deseos de hacer otro viaje por Suramérica que de tratar de recuperar el camino perdido como bien se refleja en los pocos días que pasé en el gimnasio…”

“Uno, dos, tres, cuatro, cinco… Miro a la gente, al público, que está puesto en pie, vociferando. Su ídolo ha hecho honor a la famosa dureza de sus puños, dando conmigo en la lona. Ven caer al campeón y elevarse a un futuro campeón… Seis, siete… Observo a Alexis y, después, al árbitro. Pienso que en lugar de mi rival, me he visto yo en muchas ocasiones, la mayor parte de las veces que he subido a un “ring” . Por un momento me gustaría estar en su puesto. Me fastidia perder, Quisiera levantarme y partirle la cara, pero ¿merece realmente la pena?

Ocho, nueve… Hasta el árbitro parece deseoso de ronunciar el fatídico diez. Me dan ganas de seguir peleando. Puedo ganar o puedo perder. Me siento tranquilo, muy tranquilo. Por mi cabeza pasan a un rítmo acelerado un montón de ideas. Estoy cansado de todo. He perdido la ilusión. Miro hacia el rincón y veo el inexpresivo rostro de mi preparador, de “Kid Tunero”, que parece profundizar en mi mente. Creo que está muy lejos de imaginar lo que acaba de pasar por mi cabeza. Diez… Se terminó el combate. Se terminó el boxeo Me siento alegre y dispuesto a correrme una juerga para celebrar mi decisión. Quiero llegar al hotel cuanto antes para llamar a “mamá Sole” y decirle que dejo el boxeo para siempre…”

Y así fue. Corría el día 24 de noviembre de 1973. Allá, en Managua, Pepe Legrá colgó, definitivamente, los guantes de seis onzas y sus vendajes duros. Hace unos días, desde Madrid, y con ese tono de voz que siempre le ha caracterizado, me decía: “Nunca olvidaré a Tenerife ni a la familia de los Rodríguez López. Cuando yo no era nadie, me ofrecieron toda clase de facilidades en mi carrera. En Tenerife y en La Gomera siempre encontré el “calorcito” de mi Cuba natal. Tuve y sigo teniendo infinidad de amigos en Canarias. Y cuando mis obligaciones profesionales vinculadas con el sector inmobiliario, en el que he tenido mucha suerte, me lo permiten, siempre procuro “cruzar el charco” para abrazar a toda esa buena gente que hay en esas benditas tierras”.