Daniel Pi
@BastionBoxeo

Si nunca una primera derrota debe suponer un drama para ningún boxeador ni un motivo para desacreditarlo, dado que se debe insistir en que la recuperación después de tropiezos ha sido el núcleo de los mayores legados e historias en el boxeo, el fin del récord invicto del peso superpluma Jon Fernández (17-1, 15 KO) puede resultar todavía menos desmoralizante que otros muchos casos acontecidos a jóvenes prospectos de todo el mundo y de todas las divisiones.

Primeramente, aunque llevamos cuatro años presenciando su recorrido como púgil profesional y sus 18 peleas, no se puede pasar por alto que Fernández sólo tiene 23 años, edad en la que debutan muchísimos boxeadores y que está a más de media década de distancia del momento en el que se considera que se llega al punto culminante en el rendimiento pugilístico.

Por otro lado, su derrota no llegó ante un boxeador cualquiera, algo que de haber sido así habría podido suponerle más críticas, sino que se produjo ante un dos veces ganador del prestigiosísimo torneo amateur Golden Gloves como O’Shaquie Foster, púgil conocido por su gran técnica y que, pese a las brechas mostradas con anterioridad, ante Jonfer tuvo simplemente la mejor noche de su carrera.

Asimismo, las cartulinas de los jueces estadounidenses fueron excesivamente amplias y Foster estuvo tocado al final del sexto asalto y terminó la pugna visiblemente desgastado, de modo que en absoluto fue una debacle equivalente a la de las promesas que pierden su invicto sin capturar un asalto, noqueados al principio de una pugna o que son batidos por un boxeador con muchas más derrotas que victorias y sin aspiraciones; y ni siquiera en esos casos debería interpretarse la derrota como si fuese una catástrofe irredimible.

Es lógico que, generando tantísimas expectativas, su tropiezo contra todo pronóstico supusiese un revés a las esperanzas inmediatas de los aficionados, pero si Fernández fue capaz de ganarse a ojos de muchos expertos internacionales un puesto entre las mayores promesas mundiales peso por peso, su proyección no puede ser reducida súbitamente a cenizas por un mero número uno al lado de su casillero de victorias. Y es que además, a diferencia de otros púgiles en desarrollo, Jonfer tiene muchísimas cualidades técnicas, además de virtudes físicas, por lo que su capacidad para asimiliar mejoras es sustancial y todavía no podemos saber cuál llegará a ser el techo de su boxeo.

De todos modos, si bien a partir de ahora paso a paso deberá mostrar que ha aprendido la dura lección que enseñan las derrotas, antes de nada Fernández deberá estabilizarse y reconstruirse, no inmediatamente con las perspectivas del top 10 WBC que llegó a ser, sino primero continuando el camino del que se apartó tras ser campeón de España: la vía continental.

Sin duda, combatir ante adversarios del nivel europeo resulta el paso lógico para añadir más rounds a su bagaje (a consecuencia de su pegada sólo tiene 60 asaltos combatidos) y contribuir a su evolución pugilística, pareciendo que una pugna ante el ganador del campeonato de Europa del superpluma entre Samir Ziani y Faroukh Kourbanov podría ser un choque óptimo tanto por la interesante contienda que tendría ante el campeón como por las defensas que podría realizar si consiguiese el máximo cinturón continental.

No obstante, Jonfer, 3º en el ranking de Europa, necesita asegurarse o acercarse todo lo que pueda a la posición de retador oficial, etiqueta que podría conseguir de capturar este sábado, en el Pabellón Polideportivo Vicente Trueba de Torrelavega y como parte del respaldo del campeonato de Europa García-Rabchanka, la vacante corona de la Unión Europea del peso superpluma ante el coaspirante finlandés Tuomo Eronen (21-6, 9 KO).

Evidentemente, un adversario que podría haberle dado muchísimos más alicientes a esta pelea UE sería Michael Magnesi, pero como éste se retiro de la pugna incluso después de haber logrado su promotora ganar una subasta para celebrar en su país el campeonato, lo cierto es que no se puede reprochar a nadie más que al italiano y a su equipo que finalmente Fernández deba hacer frente a un boxeador como Eronen, que merece el debido crédito, eso sí, por haber aceptado una vez más una pelea muy complicada.

Decimos una vez más dado que Eronen ha afrontado contiendas durísimas, como su desplazamiento a Rusia para medirse al todavía invicto Roman Andreev (que habría disputado el mundial ante “Ray” Beltrán si no hubiese padecido una operación de apendicitis), a Polonia para combatir contra el seis veces campeón amateur polaco Kamil Laszczyk, a Ucrania para pugnar contra el seis veces campeón de Europa profesional Oleg Yefimovich o a Canadá para enfrentarse al enrachado británico Alex Dilmaghani, que se deshizo por KOT en su última pelea de Martin Parlagi, quien debería haber sido el rival de Carlos Ramos este sábado. Asimismo, ante dichos oponentes y otros, Eronen sólo sufrió una única derrota antes del límite (2009 ante Andreev).

No obstante, aunque ha soportado una enorme cantidad de castigo en varias de sus peleas durante sus diez años de carrera, en su última subida a un ring tocó la lona al recibir un golpe al torso por parte de un modestísimo adversario al que después derrotó, de modo que quizás se pueda intuir que su capacidad de tolerancia a los golpes pueda haberse visto mermada ahora que está cerca de los 40 años.

En cualquier caso, tenga su resistencia intacta o no, el hecho es que es un boxeador de un nivel muy inferior al de Jonfer, dado que “Terrieri” Eronen es un zurdo heterodoxo con una ejecución nada convencional de varios de los golpes de su repertorio, siendo su táctica más habitual la de avanzar hacia su rival cerrándose hasta que la tormenta amaina y se decide a lanzar en corta su directo de izquierda y sus curvos de mano adelantada.

Así, si como hizo ante Dilmaghani y ante muchos otros, Eronen avanza de cabeza a por Fernández, el español podría tardar poco en causar estragos con su pegada y sus velocísimas combinaciones ante un adversario carente de variedad de recursos, limitada técnica y con muchas grietas en su defensa, pareciendo que si el finlandés, amedrentado, tratase de ser conservador con más motivos sucumbiría ante la explosividad, envergadura y ritmo del local.