Gustavo Vidal
@Riego357

Si Muhammad Alí estremeció el mundo demoliendo a Sonny Liston y a Foreman, si Buster Douglas nos sumergió en algo parecido a una alucinación telúrica enviando a la lona a Mike Tyson aquella recordada noche nipona, si mucho antes un pulcro empleado de banca llamado Jim J. Corbett destronó al coloso Sullivan… ¿Qué podemos, pues, añadir al pronóstico de peleas entre recios pegadores de similar estructura física?
Cuando hablamos del noble arte, cualquier sorpresa puede irrumpir.

En este sentido, todos nos hemos preguntado alguna vez: ¿aguantaría Tyson un croché de derecha de Marciano en la punta del mentón?, ¿soportaría Joe Frazier un uppercut de derecha de Tyson en la misma zona?, ¿se recuperaría Marciano de un gancho de izquierda de Joe Frazier al hígado doblado con otro a la punta de la barbilla?, ¿cualquiera de los anteriores dejaría de sucumbir ante una derecha directa, nítida, de Sam Langford en la carótida? ¿Y Langford, aguantaría sin pestañear el mejor golpe en frío de cualquiera de los otros tres?

Un púgil de leyenda: Smokin Joe Frazier
“… La verdad es que sí, cuando pelea, Joe Frazier echa humo… es capaz de dejarse matar antes de ser vencido”. (Muhammad Alí, El más grande, p. 394, Editorial Noguer, primera edición 1976)

Cuesta mucho encontrar un lugar más humilde que Beaufort, Carolina del Sur. La tierra seca se refleja en los ojos tachonados con la humillación ancestral de las tierras de esclavos. En mitad de aquellas llanuras asperjadas de plantaciones de algodón y desvencijados chamizos, vino al mundo Joseph William Frazier un 12 de enero de 1942. No terminaría esa década sin que la espalda de Joe comenzara a arquearse cada madrugada para cargar docenas y docenas de sacos de semillas.

Una tarde, su padre llegó a casa portando un televisor en blanco y negro. Las imágenes míticas y en tosca definición de Rocky Marciano, Sugar Ray Robinson, Willie Pep, Joey Maxim… comenzaron a anegar las paredes de la cabaña y la mente del niño.

Pero de aquellas tierras solo podía brotar quebranto, trabajo incansable e ingrato y ningún futuro. La realidad, por tanto, impulsó a un adolescente Joe hacia Nueva York. Al poco tiempo, de los suburbios de la city marcharía a Filadelfia. Le esperaba un empleo en el matadero central de la ciudad.

Al igual que Alí, su gran rival, Frazier llegaría al pugilismo por casualidad: Cuando tenía quince, dieciséis años, pesaba más de ciento diez kilos. Y fui al gimnasio para adelgazar. Entonces fue cuando descubrí que tenía pegada. Cuando comencé a pelear, en el gimnasio había unos diecisiete pesos pesados. Y los tumbé a todos. Cuando trabajaba en el matadero, la emprendía a puñetazos con las reses muertas.(Opus cit, p. 257).

Y así, en la legendaria Filadelfia comenzaría a fraguarse una de las carreras más añoradas de la historia del noble arte. Y también allí, en la soledad de las cámaras congeladoras, golpearía las moles de carniza, una imagen que no dudaría en reproducir Sylvester Stallone en Rocky.

Tal vez el mejor gancho de izquierda de la historia del boxeo 
…El primer gancho fuerte explota contra mi mandíbula. El golpe es tan fuerte que tengo la impresión que ha sido un golpe de suerte. Oigo campanas dentro de la cabeza… De repente me suelta el gancho más potente que he recibido en mi vida, quedo con la cabeza insensible ( Muhammad Alí en Opus cit, p.392,395)

Con unas medidas antropométricas poco adecuadas al peso pesado, Joe Frazier destacó por el contundente gancho de izquierda, su arma de mayor calibre.

De cualquier modo, no debemos infravalorar su jab, algo corto aunque rápido y poderoso, ni su gancho de derecha al cuerpo. Su capacidad de encajar, además, era muy notable. El mismo Alí, su rival más enconado, reconoce esa cualidad tan vital para sobrevivir en el cuadrilátero: Joe Frazier encaja mucho y al golpearle noto como mis nudillos se hunden en el relleno del guante y chocan contra su cabeza, encaja mucho…” (Opus cit). En realidad, solo George Foreman pudo noquearlo aunque el gigantón de Texas no dudaría en confesar: “Solo he tenido miedo ante Joe Frazier”.

Por su parte, la estatura escasa para el peso pesado se compensaba con un acercamiento muy rápido al rival y una esquiva que le permitía entrar en la media y corta distancia donde propinaba rompedores ganchos. Escasos púgiles consiguieron encajar aquellos trallazos de lo que da fe su récord de 32-4-1, 27 de las victorias antes del límite. Las derrotas acaecieron al final de su carrera.

Y, no obstante lo anterior, la característica más notable de este púgil no radicaba en lo anterior. A fin de cuentas, otros miembros del club del KO también fueron rápidos, pegadores, encajadores y buenos esquivadores. El sello de Frazier fue su corazón, el coraje avasallador que lo convertía en un púgil capaz de sostener asaltos a un ritmo frenético, infernal… “echaba humo”.

Como declararía Alí años después: “Jamás había peleado con un púgil tan acometedor… pero ¿por qué no se detiene si los golpes tienen que hacerle forzosamente daño?”.

¿Quién habría ganado… Joe Frazier o Mike Tyson?
Espinosa cuestión. Obviamente, hemos de referirnos al momento de plenitud de ambos. En el primer caso, escogería el Joe Frazier que derrotó a Alí en el Madison Square Garden un cada vez más lejano ocho de marzo de 1971. Respecto a Tyson, tal vez su mejor momento podría extenderse entre 1985 y 1989. Tomemos 1988, año en que fulminó a Larry Holmes.

Los estilos hacen las peleas, y en el caso de Frazier pocos pensamos que modificara un ápice el suyo. Comenzaría el combate avanzando recto hacia Tyson, cimbreando la cintura y marcando la distancia con su jab a la espera de colocar su legendario gancho de izquierda…. Boxea lanzándose siempre hacia delante, sin parar ni un instante, con tremenda decisión (Muhammad Ali, El más grande, p. 391).

Tampoco es probable que Iron Mike fuera a sorprendernos. Mantendría su postura peek-a-boo, los puños en los pómulos, piernas algo flexionadas y presto a la finta y el movimiento súbito con la cabeza. Todo lo anterior orientado al golpeo con derecha recta, uppercuts y ganchos. Es muy probable que usara su jab letal, pero estas armas podrían ser contrarrestadas la mayoría de ocasiones por la cintura de Frazier.

Aunque las predicciones sobre esta pelea se encuentran muy divididas, una idea sí toma cuerpo, a veces a nivel de consenso: Tyson podría noquear a Frazier en los primeros asaltos. Pero sí Smokin consiguiese resistir los cinco primeros rounds, la pelea probablemente acabaría decantándose a su favor…

A todos nos viene a la mente, el combate Foreman vs Frazier. El planteamiento es conocido: si Frazier sucumbió a los mazazos de Foreman, de igual modo caería ante los puños del neoyorkino. Pero este axioma es algo simplón. Resulta evidente que Foreman pudo eludir por su estatura el gancho izquierdo de Frazier y hasta encajarlo sin pestañeos, pero no podríamos afirmar lo mismo de Tyson. Aunque buen encajador, en modo alguno poseía Tyson la mandíbula de Foreman. De hecho, Iron Mike ha sufrido KO espectaculares (Buster Douglas, Holyfield, Lennox Lewis…).

Así, en su biografía Toda la verdad, confiesa el púgil del Bronx el quebranto que los golpes de algunos peleadores le causaban: Tillis me había golpeado con tal saña el cuerpo que tras la pelea no podía caminar. Tuve que quedarme en el hotel. Ni siquiera pude conducir de vuelta… a lo largo de la pelea deseé irme al suelo para conseguir un respiro…. Horas después de la pelea, aún me sentía mareado por los golpes recibidos de Ribalta (Mike Tyson en Toda la verdad, p. 115, 118. Duomo Ediciones, Barcelona 2015).

Mike Tyson alude Tillis y Ribalta, buenos boxeadores, ciertamente, pero desde luego a años luz de la potencia, resistencia y coraje de Joe Frazier. Cuesta, por tanto, aceptar que los durísimos golpes de Frazier no mellaran a Tyson. Algo, por otra parte, reconocido por el neoyorkino: Cuando Alí estuvo en el exilio, regresó para pelear por el título mundial…Sí, Alí no lo consiguió, pero yo no me enfrento a Joe Frazier sino a Frank Bruno. Alí tuvo que vérselas con auténticos animales en su retorno. Yo voy a poder con el mío… (Opus, cit, p.295).

¿Dónde radicaría, pues el quid de esta gran pelea? A mi entender en la estrategia de ambos púgiles. Aseguraba Norman Mailer: Nada le gusta tanto a Joe como trazar una línea imaginaria delante de otro púgil y enfrentar su corazón con el de su rival.

Particularmente, opino que con este planteamiento no es seguro que Smokin saliera airoso. No obstante su resistente barbilla, el intercambio de golpes con Tyson no le podría favorecer, al menos en los primeros asaltos. El neoyorkino era un golpeador rapidísimo, de pegada eléctrica, capaz de noquear con un solo golpe de izquierda o derecha. Por su parte, Frazier fue un rompedor, un demoledor al estilo Hagler. En los primeros rounds resultaría mucho más probable un golpe definitivo de Tyson que una serie rompedora o un lucky punch de Frazier. Aunque tampoco deberíamos desdeñar esto último.

El previsible desarrollo de la pelea 
A mi juicio, tras haber visionado hasta la extenuación todas las peleas disponibles de ambos gladiadores, creo que este combate se desarrollaría del siguiente modo: ambos púgiles saldrían hacia delante, a buscar el centro, Tyson con la guardia alta y Frazier con su cimbreante balanceo de cintura y cabeza…

Y ambos comenzarían pronto a intercambiar hostilidades. Tyson con su jab seguido de gancho de derecha, tanto al cuerpo como a la cabeza. Frazier esquivando y contragolpeando con gancho de izquierda. Es más que posible y, desde luego, muy probable que Tyson consiguiera derribar una o dos veces al acometedor Frazier pero no imagino a Smokin escuchando la cuenta de diez. Básicamente por su inveterada “costumbre” de levantarse de la lona…

Así, Alí al relatar su combate con Foreman, también recuerda: Frazier jamás perdería la corona tumbado en el suelo. No hay árbitro que pueda contar segundos sobre su cuerpo yacente, mientras Frazier tenga una gota de sangre en las venas. (Opus, cit. P.461)

Es previsible, pues que los primeros cinco asaltos transcurrirían entre furiosos intercambios de hostilidades con gran posibilidad de ver a Frazier rodilla en la lona pero en modo alguno doblegado.

El combate tomaría otro cariz a partir del sexto asalto fundamentalmente por el corazón de ambos boxeadores. Tyson, al igual que su admirado Sonny Liston, estaba impregnado de la psicología del matón de barrio, se crecía ante el temor de sus rivales pero no cuando le plantaban cara. Esto último, incluso revelaba al peor Tyson, al marrullero y patibulario, el púgil con escasa resistencia a la frustración. Es más que razonable imaginar un Tyson frustrado ante un rival sin miedo, resistente a sus mejores golpes y que, a mayor abundamiento, le quebrantaría las zonas blandas como, sin duda, haría Frazier. No olvidemos que los golpes de Smokin quebrantaban: “Nunca me han dañada los golpes en la cadera pero cuando los propina Joe, uno los nota” (Alí en El más grande). “Alí te daba un golpecito, ping, y salía corriendo —declararía Larry Holmes— pero cuando te golpeaba Frazier te dejaba dormida la zona, notabas algo así como electricidad…”

Transcurridos los cinco primeros rounds, podemos, pues, vislumbrar a un Iron Mike disparando golpes ya con menos potencia y esperanzas de noquear al rival. Esto ya comenzaría a plantear un problema serio para el gladiador del Bronx, habida cuenta el fuelle y piernas de Frazier. Sí, porque entre las estimables virtudes de Smokin se encontraba la de “echar humo” desde el primero al último asalto, cualidad que pocos, muy pocos, han podido exhibir en la historia del noble arte. Es que no me canso, ¿sabes? No sé lo que es el cansancio. Soy como un ciervo. No tengo vesícula biliar. Puedo pasarme un día entero corriendo sin parar… reveló a su todavía amigo, Muhammad Alí, durante un largo un trayecto conjunto a Nueva York (Opus cit, p. 258).

Por otra parte, la ofensiva huracanada de Tyson solía eclipsar un aspecto nada desdeñable en pugilato: el trabajo de pies. Mientras el neoyorkino incurría en frecuentes errores de posicionamiento por no hablar de torpeza y hasta lentitud, las piernas de Frazier eran dos flexibles columnas de le permitían mantener perfectamente controlado al rival, crear y aprovechar espacios y entrar y salir en la distancia con rapidez. Aspecto que no estaría de más repasar cuando visionemos sus peleas.

Superada, pues la tormenta de los primeros asaltos y la sombra del KO, un Joe Smokin Frazier con su fuelle intacto, así como mejores movimientos y esquivas, aniquilaría la moral de Tyson a la par que lo iría demoliendo. Los últimos asaltos podrían resultar tremendamente crueles y muy probablemente nos encontraríamos ante uno de los combates más duros y recordados de la historia del noble arte con victoria apoteósica de Smokin Joe Frazier.

Probablemente, la gente muy joven, quienes no alimentaron su amor al boxeo a la sombra de púgiles como Frazier, puedan menospreciar el corazón y apariencia física de Smokin, pero como llegó a asegurar el orgulloso Alí: “Diga lo que diga en público de Frazier, sé que me he enfrentado a uno de los mejores boxeadores de todos los tiempos” (Alí, Opus, cit, p. 466).

Mucho más gráfico, George Foreman, reivindicaría la superioridad de Smokin sobre el mismísimo Alí y, en este sentido, no dudaría en alabarlo: “Hablen sobre Joe Louis, sobre Alí, también sobre mí si quieren, pero la verdad es que sólo hay un Smokin Joe, el único e inigualable” (El Mundo, p.38, 9-11-2011)… como una vez exclamó el periodista David Gistau, ¡gloria homérica a Smokin Joe Frazier!, el único, el inigualable.

Modestamente, solo me resta añadir: donde quiera que estés, gracias por deleitarnos con tu coraje y grandeza, Smokin Joe… hasta siempre.