Christian Teruel
@Chris_Le Gabach

Cuando era niño, en los noventa y principios del 2000, paseando por la calle, era frecuente ver carteles con celebridades. La torera Cristina Sánchez, el grupo musical Tenesse o el actor que interpretaba al hermano mayor en Farmacia de Guardia ocupaban esos pósteres que poblaban galerías, farmacias o bares. Junto a ellos, aparecía otra persona con renombre perteneciente al barrio: el campeón mundial de boxeo Javier Castillejo. Uno, dentro de su inocencia e ignorancia, consideraba esto un tema baladí, pero luego al crecer me di cuenta de que esa persona que aparecía ahí era historia viva del deporte en España.

En esa época, y a pesar de que no se considere como tal, era todo un referente. Porque, a pesar de que recientemente a España le ha acompañado el éxito deportivo, representado en el tan manido y a la vez rancio lema “soy español, a que quieres que te gane”, en esa época a lo máximo que aspiraba un español era llegar a cuartos de final. O conformarse con un Grand Slam de tenis por parte de Sánchez Vicario o Conchita Martínez, de manera aislada. O adaptar la leyenda negra al deporte como hacia Carlos Sainz cada vez que el gafe se cebaba con él. Sin embargo, ahí tuvimos a Castillejo ganando y defendiendo títulos europeos y mundiales por España, Francia y Alemania. Y peleando por la gloria contra una de las superestrellas del momento en Las Vegas, Óscar de la Hoya.

Como decía, el éxito español se ha hecho habitual y notable en los últimos tiempos. Entre otros, las selecciones de fútbol y baloncesto han conquistado Europa y el mundo, Mireia Belmonte coleccionado medallas de oro. Nadal, Alonso y Gasol se han convertido en estrellas mundiales ganándolo todo en sus correspondientes disciplinas, convirtiéndose en referentes mundiales. Y en los sustantivos de toda frase de paisano que quiera presumir. A todos ellos, se les honra con premios y reconocimientos, todos merecidos, por supuesto. Hasta el de yerno favorito de España. Pero a Castillejo, con los mismos e incluso más logros, apenas se le reconoce como debe: uno de los históricos.

Tampoco “El Lince de Parla” tiene suerte dentro de su materia. Condenado a un hipócrita ostracismo, el noble arte apenas cuenta con la consideración merecida en España. A pesar de contar con atletas notables y campeones, sólo se conocen las hazañas de Poli Díaz, más por su fuerte personalidad y sus escándalos y a Pedro Carrasco por haber estado casado con una cantante famosa. Sin embargo, Castillejo, es víctima de una singular fórmula: más éxitos deportivos que sus colegas menos ningún alboroto es igual a escaso reconocimiento.

No se si le importará. No le conozco personalmente. Pero seguro que tiene la conciencia tranquila. Lo que no es óbice para que, no sólo los aficionados al pugilismo sino cualquier ciudadano vea de sentido común que se le considere ya como uno de los grandes. Y sobre todo esas autoridades que a diferencia de mí, de niño, no pecan de inocencia e ignorancia y saben quién es Javier Castillejo. Una deuda histórica que España debe pagar.