Iñaki Mendizábal

Javier Díaz ‘Jabitxin’ (1978, Bilbao). Cerca de 75 combates en el terreno aficionado; tres veces campeón de Euskadi, otras tantas veces de Bizkaia; ha disputado cuatro campeonatos de España. Debutó en profesionales con 34 años, edad a la que otros deciden retirarse de los cuadriláteros. Ahora, con 18 peleas disputadas y un balance de 5 victorias, 6 derrotas y un empate, este púgil inquieto y bonachón se apresta a encarar el combate de su vida: el 4 de junio subirá al ring del frontón Bizkaia, en Miribilla, para enfrentarse a Saúl Tejada, viejo conocido, en pos del título español de los pesos gallos, al límite de los 53,525 Kg.

En su menudo cuerpo cabe un corazón gigante, corazón que palpita y contagia. “Guerrero, valiente”, dice uno de sus exentrenadores, Josu Lopategi. “Compañero fiel, disciplinado”, describe su actual mánager, Txutxi del Valle.
Y sus compañeros no dudan en calificarle como “un cacho de pan, un ejemplo que dignifica el boxeo”. No hay duda, el barrendero de La Casilla deja poso. “El tiempo que estuvo conmigo no rechazó ningún combate –recuerda Lopategi-. Se pegó con todo el mundo, con gente que le llevaba mucho peso, siempre buscando la guerra; en los últimos meses que estuvo conmigo trabajó mucho la defensa y eso le ha venido muy bien en profesionales para coger poco castigo. Es muy buena persona, constante en sus entrenos, amigo de sus amigos y compañero de sus compañeros. Me va a dar mucha pena no poder estar el día 4 junto a él, pero tengo que ir a Galicia, donde compiten varias de mis chicas. Eso sí, le deseo toda la suerte del mundo porque se la merece”. Las palabras de Del Valle, su actual entrenador, abundan en lo mismo: “Es el boxeador que todo entrenador querría tener. Une al equipo. Ha peleado fuera de Euskadi con los mejores y se merece esta oportunidad como el que más”.

Y todo arrancó en 1999, cuando un inquieto chico de barrio se apuntó a Nivel 3 para tratar de cerrar un capítulo enrevesado de su vida. “Llevaba mala vida, mucha fiesta. Dejé la fiesta, empecé a engordar y vi que tenía que hacer algo”, recuerda ahora. Sus padres (sobre todo su madre) se esforzaron para que estudiara algo, pero el chico no encontraba consuelo en los libros y empezó a trabajar en la carpintería de su padre. “Allí estaba con 14 años, en el taller de mi padre, donde se trabajaba de ocho a ocho, los sábados también. Era duro, pero ahora que soy barrendero aprecio más lo que tengo. Después de trabajar como carpintero, de estar en la obra, esto es un regalo. Echo de menos la carpintería, pero no suelto la escoba ni por el forro. Con todo lo que he trabajado… ahora vivo como nunca. Hago chapuzas, pero por compromiso”, señala el púgil bilbaíno.

¿Y por qué se decantó por el boxeo?

Primero me acerqué a Rekalde, con la intención de jugar a rugby, pero vi que eran muy grandes para mí. Tenía un amigo que iba a Nivel 3, a Indautxu, y él me animó. Empecé allí haciendo full contact, pero eran tres días a la semana y solo hacíamos ring los viernes, y había gente muy pesada, casi todos de más de 80 kilos, y allí tocaba siempre recibir palos.

Capa, Manu… Pesos pesados.

(Risas) Sí, era gente que pegaba muy duro. Había que tener mucho cuidado. Pero bueno, Manu era muy majo y sabía a quiénes enfrentar, controlaba mucho todo eso. Tenía don de gentes.

Allí le recuerdan bravo.

Allí aprendí mucho y me divertí mucho. Le cogí el gusto a esto y la gente me tentaba, diciéndome que tenía que competir, y para dar ese paso me pasé a un gimnasio de Erandio. Me probaron el primer día con el mejor de la clase, y nos dimos unos palos tremendos. Me dijeron que valía para eso y que volviera, pero no regresé porque no me gustó la encerrona. Y de ahí me fui con Juanjo, con el que hice la primera pelea de kick-boxing. Tengo cinco peleas en kick.

Antes se llevaba más el kick que el boxeo…

Mucho más. Eso ha cambiado estos últimos cuatro años; muchos aficionados de kick se han pasado al boxeo.

Y se fue al gimnasio de Lopategi.

Juanjo era majo pero no había llevado a competidores, y Lopa sabía bien lo que era eso. Hice una última pelea de kick con Lopa y me pasé al boxeo definitivamente.

Con Lopa estaban Zinkunegi, Asier Zulaika, Juan Alberto, Gonzalo Vitoria… Gente muy buena.

Sí, tenía un grupo tremendo, lo que pasa es que no pillaron años muy buenos, no había veladas como ahora y apenas peleaban fuera de las competiciones amateur. Y sin motivación la gente no sigue, claro.

Lopa siempre ha sido muy exigente, ¿no?

Sí, y al principio se me hizo duro, porque yo no estaba acostumbrado a que me exigieran tanto. Lopa es de la antigua usanza, los sábados nos llamaba para saber dónde estábamos, trataba de controlarnos, pero yo ya estaba más centrado. Para entonces prefería competir y entrenar que salir de fiesta. Disciplina. También aprendí bastante a boxear. Lopa lee bien las peleas y sabe mucho de este deporte. Siempre me decía que hay que salir al ring pensando que puedes parar las balas con el pecho.

¿Ahí empezó a darse cuenta de que no es lo mismo entrenar como un boxeador que vivir como un boxeador?

Sí, y es un matiz importante. Hay que ser sacrificado, hay que vivir como un boxeador.

¿Cuándo debutó en kick-boxing?

Pues en 2006 o 2007, no lo recuerdo bien.

¿Y en boxeo?

Algo más tarde, con unos 27 años. No podía dejar este deporte sin competir.

Y en ese tiempo disputó más de 70 combates, logrando varios títulos de Bizkaia y de Euskadi. ¿Satisfecho?

Sí. He sido tres veces campeón de Euskadi, y otras tantas, que yo recuerde, campeón de Bizkaia. También participé en cuatro campeonatos de España. Y algún que otro robo clamoroso también ya sufrí, por ejemplo, en el Campeonato de España que se organizó en Bilbao, pero bueno, esas cosas no me afectan demasiado…

¿Y por qué decidió dar el paso a profesional?

Por lo mismo, por saber lo que se siente, por conocer otros ámbitos de este deporte.

Y se atrevió con 34 años. ¿Un poco tarde?

No lo sé, siempre he estado de vuelta, y quizá por eso nunca he tenido ese hambre de ganar y ganar a cualquier coste. Yo no soy así. No pongo mala cara ni en los carteles. Quizá ha sido uno de mis fallos. No es que haya tenido miedo, no es eso, es que yo siempre he ido a disfrutar, y he disfrutado en cada combate. Juan Ángel Muñoz me dijo una vez: “Mirar, chicos, Jabitxin es el único que entra riéndose a las peleas y sale riendo”. Pero quizá ese ha sido mi talón de Aquiles.

¿Tenía que haber sido más ‘perro’?

Quizá sí. Pero yo siempre me he conformado con disfrutar y no me he llevado mal con ninguno de mis rivales. Eso que me llevo, ¿no? Me lo he pasado muy bien.

Los últimos cinco años los ha hecho en MampoGym. ¿Qué ha aprendido con los nuevos compañeros?

Necesitaba más motivación para entrenarme, y tuve muchas dudas para pasarme de Lopa a Mampo. Estuve mirando más opciones, pero todo el mundo me decía que ahí estaban los mejores y opté por entrar. Ha sido una vuelta de tuerca más, apretar el entrenamiento porque la manera de entrenar en Mampo es diferente. No hay tanta disciplina pero tampoco hace falta, porque los compañeros entrenan a muerte. Eso sale de ellos, no hace falta decirles nada. Kerman, Andoni, Larri, Haritz… son unas máquinas y se sacrifican sin que nadie les apriete. Tienen un mérito tremendo. Lo bueno que tiene Mampo es que te ponen peleas y eso motiva mucho, porque un boxeador se apaga si no ve una pelea en el horizonte.

¿Se acuerda del pequeño ring del viejo Mampo?

Aquello era tremendo, entrenar allí te curtía mucho, porque no había escapatoria. Había que luchar sí o sí, palos por todos lados (risas). Creo que los boxeadores deberíamos probar también otros gimnasios y otros rivales, pero aquí, por desgracia, muchos gimnasios no se llevan bien y no podemos probar ese tipo de cosas. Entre los deportistas hay buen rollo, pero entre los entrenadores… Creo que pasa en toda España.

Usted siempre ha estado bien preparado.

Sí, pero en alguna ocasión también lo he pasado mal. Por ejemplo, en Zaragoza, contra un tal Oleg, un ruso, peleando a cuatro asaltos en neoprofesinal… Estaba en el ring y creo que no caí porque me agarró el árbitro. Acabé muy cansado, casi no podía ni respirar.

En el ring, un asalto puede ser eterno…

Y un minuto también.

Usted ha tenido la mala suerte de que muchas veces le han avisado que peleaba a última hora.

Sí, dos semanas antes, tres… Siempre he tenido menos de un mes para prepararme. De 18 peleas que llevo en profesionales, habré hecho con tiempo el debut, que fue muy mala pelea, y ésta que voy a hacer ahora por el título estatal.

Y, en el terreno profesional, ¿se acuerda en especial de algún combate?

No sé, he disfrutado de todos, pero guardo un recuerdo especial de mi despedida, en Gallarta. Ahí nos dimos buenos palos e hice buena pelea. Mi rival vino a sufrir. A mí me gusta que mi contrario venga a mandar…

¿No le gusta mandar en el ring?

Prefiero que me ‘achuchen’; soy más de boxear hacia atrás, de quitarme golpes y de responder. Si no me sacan manos es como si me faltara algo…

En su último combate no llegó a disfrutar…

En Getxo no. Yo estaba preparado para diez asaltos y el combate se acabó a las primeras de cambio, en el tercero. Mi rival no vino a sufrir y por eso me quedé a medias.

¿Y no le han tirado nunca?

No, nunca. Me quito muchos golpes, les hago fallar mucho a los rivales y sé mantener el tipo.

En alguna ocasión he leído que le definen como ‘jornalero’ del ring. ¿Eso le gusta?

No me importa que digan eso, pero no soy jornalero al uso, porque ni peleo por dinero ni salgo al cuadrilátero a pasar el rato. Salgo a darlo todo.

Hasta ahora ha hecho todas las peleas a cuatro y a seis asaltos, pero ésta será a diez. ¿Preparado?

Estoy corriendo mucho y estoy nadando, y lo noto mucho. Llevo al crío al cursillo y aprovecho. Me suelta mucho y me relaja. Lo malo que tiene es que corres el peligro de volverte un poco ‘diesel’. Con esta pelea estoy entrenando mucho, me encuentro muy motivado porque me hace mucha ilusión, es la pelea de mi vida y tengo que hacer los diez asaltos a conciencia.

¿Y en el ring?

Ahí el entrenamiento ha sido parecido, lo que hemos subido es la intensidad. Las manoplas las haces de diez asaltos, guanteando igual… Y yo salto a entrenar con quien me toque, me da igual el peso o la categoría, entreno con quien me diga Txutxi. Nunca he tenido problemas para eso, y en Mampo tienes dónde elegir. Una vez, que tras un entrenamiento no me quedé a gusto con los rivales, Gago me dijo que hay que pelear con todos, porque nunca sabes cómo va a boxear tu rival. Tenía razón. Que te toca Kerman, pues corres, que te toca Gago, pues palos, que te toca alguien que no tiene ganas de boxear ese día, pues boxeas tú, que salta al ring uno que boxea a base de voleas, pues es lo que hay…

Y tiene a Mario Ospina, que casi-casi es de su peso…

Es un crack, un espectáculo. A veces necesita coger tres palos para activarse. Pero es una maravilla verle…

Y la pelea de su vida es ya, este sábado, contra Saúl Tejada. Será, además, la revancha, porque ya se han enfrentado en dos ocasiones.

Le respeto mucho, no solo a él, respeto a todos mis rivales. Pero yo voy a hacer lo mío. Creo que boxeo un poco mejor que él, pero Saúl es más echado para adelante, tiene más aguante quizá. En León hicimos una pelea vistosa, levantamos a la gente de las gradas, y aunque al final creo que el veredicto no fue justo, me quedé contento. Y en Bilbao me quitaron un punto cuando faltaban diez segundos de pelea…

Pero supongo que todo eso le motiva.

Sí, creo que somos dos boxeadores duros y que la pelea está abierta. No somos ‘top’, pero somos dos guerreros que siempre peleamos con el que nos echen. Estoy muy ilusionado, sé que es mi pelea: moriré matando. Me da pena por mi mujer, que sufre con estas cosas, porque la pelea va a ser dura, pero este deporte es así.

¿Defectos? ¿Virtudes?

No soy muy estilista, voy muy cerrado y boxeo a la corta. ¿Virtudes? Que me quito muchos golpes. Y he aprendido a contemporizar, a no tener prisa en el ring, a hacer mi pelea.

Y tiene la nariz intacta, que no es poco.

(Risas) Sí, me he llevado pocos golpes.

Tampoco ha tenido grandes lesiones.

No, en kick sí, pero porque es un deporte muy agresivo. Es peor para las articulaciones. El boxeo tiene otro tipo de exigencias físicas y técnicas. Por eso me gusta tanto.

¿Y se va a retirar tras este combate?

No lo sé, depende mucho de esta pelea. Si pierdo, es probable que me retire. Si gano, me gustaría hacer alguna defensa. Pero mi mujer tampoco quiere verme en esto mucho tiempo y… Ya se verá. Es complicado, porque esto ya no es un deporte, es una pasión.

¿Tiene usted algún referente en este deporte?

Gago. Otros se fijarán en nombres más internacionales, pero para mí Gago es Dios. Nunca habla mal de nadie, hace su trabajo, tiene una disciplina increíble… Y mira si han hablado mal de él, que si no sabe boxear, que si no sé qué… Él nunca dice nada, nunca tiene una mala palabra para nadie… Bueno, alguna vez se ha enfadado ante los micrófonos de ETB, pero es normal, porque no se le ha valorado lo suficiente. Gago es mi referente y también aprecio mucho a los demás del gimnasio. Estos chavales me dejan alucinado: el compromiso que tienen con ellos mismos y con este deporte.

Kerman también le tiene a mucho aprecio a usted.

Y yo a él. Todos nos queremos mucho en el gimnasio, nos llevamos muy bien y eso se contagia, pero cuidado, no nos engañemos, el boxeo es un deporte solitario y exige mucha voluntad, mucho sacrificio. Te exige estar muy centrado y ser algo egoísta. Cuando estás entrenando en serio no hay bromas, no puedes distraerte. Las últimas dos semanas son duras, pasas hambre, estás tenso, estás más sensible y te encierras más en ti mismo. Creo que nos pasa a casi todos, y hay que saber respetar eso.