Daniel Pi
@BastionBoxeo
Era enero de 2016 cuando por primera vez se comenzó a hablar seriamente del tema y poco más tarde llegó la confirmación oficial. Después de haber dinamitado todo su crédito y haber hecho un enorme daño al boxeo, en imagen y en credibilidad, por fin la WBA entró en razón y afirmó que comenzaría a aplicar una reducción de sus múltiples campeones para regresar al estatus de un solo titular por división en el organismo.
Muchos no les creyeron, dado que si la Asociación Mundial de Boxeo había sido capaz de producir a sabiendas tanto perjuicio al pugilismo, y de una forma tan ridícula, simplemente por dinero, no iba a volverse honrada de la noche a la mañana. Pero pequeños pasos dados en la buena dirección llevaron a pensar que quizás verdaderamente se habían dado cuenta de que la situación era insostenible.
Con todo, aunque se dijo inicialmente que para enero de 2018 el problema estaría resuelto, los hechos demuestran que se mintió. El presidente de la WBA, Gilberto Mendoza hijo, aseguró mucho antes de esta fecha límite, previendo los reproches que iba a recibir, que no era culpa suya, que sus intenciones eran buenas, que personas que ocupaban puestos clave en el organismo y que eran parte del comité directivo antes de que él llegase al poder estaban boicoteando su objetivo. Además, aseguraba que había promesas y compromisos contraídos con promotores y boxeadores de los que ya no se podían desdecir y que exigían la creación de algún título puntual más. Pero analizando movimientos recientes en la tabla de “campeones” del organismo se puede comprobar que todo eso son patrañas.
Antes de nada hay que señalar que parece increíble que, si se tenía realmente la intención de hacerlo, no se solventase la situación, al menos en gran parte, en dos años a través de las ordenes de defensa obligatoria. Dicho esto, pasando a los ejemplos prácticos, hay que distinguir entre casos preexistentes agravados o solidificados durante estos dos últimos años y otros en los que se creó un nuevo cinturón faltando flagrantemente a la promesa de disminuir los campeones.
Respecto al primer tipo de situaciones, se puede recurrir al peso pesado para ilustrarlo. La denuncia en los tribunales de Fres Oquendo a Ruslan Chagaev exigiendo una revancha por el cinturón llamado regular, es algo que se lleva arrastrando desde 2014, pero se le puede reprochar a la nueva directiva WBA la forma de resolver el asunto.
Y es que, cuando en marzo de 2016 Lucas Browne derrotó a Chagaev (tras el combate el ruso se retiró) pero dio un positivo en control antidopaje, siendo desposeído, el cinturón podría haber sido suprimido, o si se prefería haber hecho que Oquendo y Ustinov, que era retador obligatorio, se midiesen por el cinto intermedio sin dueño. Pero no fue así, sino que el organismo, con la intención de maximizar sus ganancias a través de las sanciones de “campeonatos” decretó un combate entre Manuel Charr, que aparecía en la escena de la nada, y Ustinov, con el ganador obligado a medirse a Oquendo. Aun así, cuando el duelo final entre Charr y Oquendo se produzca, la WBA no habrá resuelto el problema, ya que Alexander Povetkin ha sido nombrado aspirante oficial, de modo que o bien el ruso asalta el cetro regular e inicia un nuevo reinado intermedio o reta al supercampeón Anthony Joshua, quedando el poseedor del título regular a la espera, realizando nuevas defensas que eternicen el problema.
Esta caótica trama sería motivo de risa sino fuese por la rémora tan grave que supone para el boxeo, no sólo por la confusión que crea en los aficionados (y en los analistas también) o por la falta de respeto que supone a la historia del noble arte, sino sobre todo porque permite que boxeadores que ni siquiera son dignos de aparecer en el top 15 se llamen a sí mismos campeones por la voluntad de un organismo de llevar más allá sus ganancias con una práctica tan corrupta como ilícita y grotesca.
Pero el caso del peso pesado es sólo uno entre varios otros en los que la situación confusa no se solucionó sino que se mantuvo o incluso se agravó:
-En el peso supermedio desde enero de 2016 se han producido cuatro defensas del titular regular Tyron Zeuge, y en este mes llegará la quinta, no sirviendo de excusa alguna para la perpetuación en su trono que no participase en el torneo World Boxing Super Series junto al supercampeón Groves. Han habido muchos momentos para terminar con este cinto, pero la WBA ha preferido mantener contenta a Sauerland Promotions a la vez que la compañía seguía ganando dinero con defensas “mundialistas” de un boxeador que no está listo para medirse a la élite.
-En el peso pluma se ha permitido que el supercampeón Leo Santa Cruz y el titular regular Abner Mares, que se sabía desde su enfrentamiento de 2015 que iban a tener que pelear en una revancha, hayan estado más de un año y medio realizando puestas en juego de sus coronas, pasando catorce meses desde que se dio la orden de que se enfrentasen hasta la fecha final del cruce. Mientras, existe un titular interino, Jesús M. Rojas, que ni se sabe cuándo accederá al supercampeonato.
-En el peso supergallo, hasta que se desposeyó de forma controvertida a Guillermo Rigondeaux, se produjeron cinco campeonatos regulares con tres cambios de titular sin que se amagase con eliminar la corona.
-En el peso gallo la situación acaba de dar otro paso atrás con la confirmación del campeonato regular WBA entre Jamie McDonnell y Naoya Inoue, pudiendo haberse suprimido hace mucho tiempo este cinto si simplemente se hubiese decretado un choque obligatorio entre el británico y un Zhanat Zhakiyanov entonces supercampeón.
La WBA, contrariamente a la opinión pública, se muestra muy satisfecha de sus resultados, recordando que actualmente tiene un solo campeón en siete divisiones, pero la creación de nuevos cintos durante los dos últimos años, o dicho de otro modo desde que se emprendió la política de reducción de titulares, demuestra que no hay ningún motivo para la alegría.
Haciendo un descenso rápido por las divisiones se debe señalar que en el peso crucero se ha confirmado hace sólo unos días la disputa de un nuevo campeonato regular entre Arsen Goulamirian y Ryad Merhy, complicando aún más la situación, en la que Denis Lebedev es campeón en receso y Murat Gassiev es supercampeón; en mayo de 2017 se creó un cinturón regular en el peso medio que ahora posee Ryota Murata, pero tras tener que disputar una revancha; en el peso superwélter se inventó de la nada en noviembre de 2016 un cetro interino que adquirió Brian Castaño, que este próximo fin de semana peleará contra Cedric Vitu, no por este cinturón sino por el regular, mientras que se creará otro interino por el que pelearán Michel Soro y John Vera este mismo mes; en el peso wélter el retorno el pasado enero de Lucas Matthysse ante Tewa Kiram fue premiado con un cetro regular concebido a propósito para su adquisición; en el peso supergallo se estableció en junio de 2016 un cinto regular que disputaron Nehomar Cermeño y el chino Xiaojun Qiu primeramente pero que ha cambiado de mano tres veces; en el peso minimosca se creará dentro de once días un título regular por el que pelearán Reiya Konishi y Carlos Cañizales.
Después de enumerar estos casos recientes el cómputo global del proceso de reducción de campeones no puede resultar más desolador. Y es que, aunque la WBA señala que en total ahora sólo cuenta con 26 titulares en 17 divisiones, o sea seis menos respecto a los 32 que tenía a principios de 2017, lo que no dice es que cuando termine este mes de marzo de 2018 tendrán otra vez 31. Lo más preocupante de todo es que en un margen de tiempo realmente reducido han creado cinturones en demasiadas divisiones, haciendo evidente que la cosa podría seguir yendo a peor. Hay que subrayar que ahora mismo existen rumores sobre la posible creación de cintos intermedios en el peso semipesado, en el peso superpluma y en el peso mínimo, por lo que, si bien no se debe dar categoría de certeza a las habladurías, está justificado esperar lo peor.
Desde que se puso de manifiesto que la fecha de enero de 2018 para cumplir la promesa de reducir monarcas era una completa mentira, la fecha límite no ha dejado de padecer aplazamientos. Mediados de 2018, finales de 2018, mediados de 2019 y ahora finales de 2019, aunque con la continua creación de nuevos “campeones” no sería desconfiado quien pensase que llegará el 2020 y se hará un aplazamiento hasta 2021.
Por ello surge inevitablemente la pregunta de si con dicho recrudecimiento de esta nefasta situación la WBA, antes de ponerle fin, va a aprovechar hasta la más mínima oportunidad para seguir amasando millones de euros con múltiples sanciones de peleas titulares por división o si simplemente nos debemos hacer a la idea de que este mal perdurará indefinidamente y será algo con lo que debemos aprender a convivir. Lo que está claro es que Gilberto Mendoza Jr. ya no puede escudarse en la herencia de esta carga y que él es directamente responsable de ella, y aunque quizás no le importe nada más que la fortuna que está amasando, si no le pone remedio jamás podrá borrar su mancha, que no es otra que la de tener en su mano la capacidad de enmendar un tremendo error, cuyo recuerdo flagelará para siempre al organismo, y no hacerlo.