Christian Teruel
@Chris_Le_Gabach

Gennady Gennadyevich Golovkin llegó a Estados Unidos en 2010 con la única compañía de una maleta. Así, este hijo de minero ruso y química coreana dejaba atrás todo para hacerse un nombre en el boxeo mundial. Criado en el Kazajistán post soviético, Sergey y Vadim, sus dos hermanos mayores y soldados del ejército ruso, le introdujeron tanto a él como a su gemelo Max, en el noble arte haciéndoles olvidar sus sueños futbolísticos. Creyeron, y el tiempo les dio la razón, que aprender a golpear con los puños les vendría mejor que patear un balón. Además, para endurecerlos, les hacían pegarse con gente mayor que ellos en la calle. Como si de una versión del Club de Lucha versión perestroika se tratase.

Tanto fue así, que según el primer entrenador de GGG, nadie quería hacer sparring con él en el gimnasio. Todo esto, sumado al dolor por el fallecimiento de Segey y Vadim en un espacio de cuatro años y en extrañas circunstancias, construyó la base de un atleta letal. Unos cimientos que fueron un récord amateur impresionante (345-5) y una medalla de plata en Atenas 2004 entre otros logros.

No fue la primera vez que Golovkin tuvo que emigrar en busca de oportunidades. Su primera parada fue Alemania, donde a base de KO comenzó a darse a conocer en el negocio. Las proezas de un tal “ruso” o “Superman” empezaron a escucharse al otro lado del Atlántico, llegando a oídos del entrenador mexicano que fue a recogerle aquel día de 2010 al aeropuerto. Porque después de ver videos de peleas y hablar con él, Abel Sánchez no dudó en llevarse a Triple G a su campamento en Big Bear, California. En esas montañas, a siete mil pies (2.134 metros) sobre el nivel del mar y rodeado de osos; lejos del glamur de Hollywood y las playas soleadas de Santa Mónica, sacaría a relucir todo el potencial del kazajo.

Porque a diferencia del resto, Abel Sánchez vio más que solo pegada en GGG. Trabajando juntos pulieron muchos aspectos, como esa técnica que le hace sacar combinaciones tan bonitas y precisas como una escultura de Miguel Ángel. También un juego de piernas determinante con el que acorta el ring haciendo que el rival no encuentre escapatoria a su castigo. Y algo que se pasa por alto y es tan notable como lo demás: una resistencia y equilibrio que han hecho que el bueno de Gennady nunca haya sido derribado en sus 350 peleas amateur ni en sus 43 como profesional. Todo ello a pesar de la barrera del idioma y cultural entre pupilo y preparador, aunque como Golovkin dice, hablaban un mismo lenguaje: boxeo.

Golovkin llegó a conseguir 23 KO consecutivos y una fama de ser el púgil más temido y evitado del panorama. Haciendo incluso que campeones como Canelo dejaran vacante su cinturón o que peleadores de pesos inferiores como Rosado y Brook subieran a retarlo. De manera inconcebible, se reprochaba a GGG agarrar esos combates en vez de volcar la crítica a esos que huían de él como John Connor del T-1000. Hecho confesado por boxeadores, periodistas especializados y hasta Michael Buffer. Además, el kazajo fue más que perjudicado al no poder tener las peleas más grandes en su plenitud, viéndose afectado tanto su legado como su bolsillo.

Ni siquiera el pelotazo dado con las contiendas contra Saúl “Canelo” Álvarez estuvo exento de problemas. Primero, siendo una saga que llegó tarde, habiendo pasado su “prime”. Segundo, las polémicas tarjetas en el primer combate. Después, echar a perder todo el dinero y entrenamiento del campamento de la revancha, al tener que posponerla por el positivo por clembuterol de Canelo. Al final, todo derivó en un buen contrato con DAZN, que buscaba una trilogía que ni se dio ni se espera. Este hecho también es objeto de crítica, ya que se le acusa de estar llevándose un dinero que no compensa con su actividad en el ring. Ese mismo dinero que precisamente dejó de ganar al ser rehuido y que tampoco fue destacado en su momento por los críticos.

Por todo esto, poco se entiende el recriminarle la suspensión de su pelea con Murata. La pandemia y las normas de Japón, país de la sede del evento, son razones que están por encima de todo. De acuerdo que Golovkin lleva tiempo sin subir al cuadrilátero y que Murata es como el Guadiana, pero son los mayores damnificados. Y es posible que si no se reorganizaba en otra fecha más próxima o en otro lugar es porque deportiva y económicamente no es viable.

Lo que es irrefutable es que, con la edad que tiene y estando en el otoño de su carrera, Triple G puede elegir el ritmo que quiera. Nada tiene que demostrar y mucho menos que contentar a aquellos que estuvieron en silencio y ahora le exigen, entre otras cosas, fechas o rivales que ahora quieren subirse a un barco con el viento favor y unas aguas menos bravas. Gennady Golovkin se ha ganado de sobra el derecho a vivir de las rentas.