Daniel Pi
@BastionBoxeo

La pasada madrugada en el MGM Grand de Las Vegas (Estados Unidos) el británico Tyson Fury (30-0-1, 21 KO) se proclamó campeón mundial WBC del peso pesado con una actuación extraordinaria ante el limitado monarca estadounidense Deontay Wilder (42-1-1, 41 KO), que cayó dos veces a la lona, que fue abrumado durante toda la pugna y que finalmente vio como su esquina tiraba la toalla en el séptimo round para protegerlo de un brutal castigo.

Desde antes de que se proclamase titular mundial Wilder, muchas personas han afirmado que el día que no pudiese romper un combate con su derecha y que un boxeador le plantase cara sin arrugarse sería derrotado amplísimamente, y eso es lo que sucedió. Fury salió desde el inicio a por la victoria, tomando la iniciativa y conectando duros curvos y unos sequísimos jabs que sacudieron al local y que parecieron tener un gran efecto psicológico en un Wilder que mostró duda en su rostro ya en los primeros minutos.

El potente directo de mano adelantada de Fury siguió martilleando a Wilder, que volvió a buscar su derecha como salvadora pero que no la encontró, recibiendo el directo de su adversario, crochés zurdos y un gancho tras una esquiva en un segundo asalto que precedió al crucial tercer round. En ese momento, con Wilder sangrando por la boca y un tanto amedrentado, Fury lanzó una derecha que impactó (quizás un tanto antirreglamentaria) contra el monarca, que cayó a la lona y que padeció posteriormente un preocupante sangrado en su oído. Tras el combate se pudo apreciar claramente una gran inflamación a la altura de la patilla izquierda.

Después del knockdown, las delgadísimas piernas de Wilder no aguantaban, teniendo que soportar tanto el trabajo entre clinches de un Fury más pesado como sus ganchos al torso, saliendo ya en el cuarto round la tan temida derecha de “The Bronze Bomber” sin potencia. Con todo, el suplicio de Wilder, quien tanto se ha vanagloriado del daño que realiza a sus adversarios, sólo había hecho que empezar, quedando tocado una vez más en el quinto asalto por un derechazo y siendo de nuevo derribado, en esta ocasión por un hook al cuerpo. El árbitro Kenny Bayless le quitó un punto a Fury por empujar hacia abajo en los agarres, pero el combate estaba sentenciado y el castigo del que era objeto Wilder resultaba tremendo.

Increíblemente, Wilder se mantenía en pie, pero estaba muy tocado, recibiendo poderosas andanadas encerrado, tambaleándose en todo momento e incluso teniendo que agarrarse a la cuerda superior. Así se alcanzó un séptimo asalto en el que un par de crochés zurdos de gran contundencia de Fury llevaron contra una esquina a Wilder, que castigado y sin respuesta por la derecha de su aspirante vio como el tercer hombre, tras arrojar la toalla la esquina del monarca, detenía las acciones.

De principio a fin, Fury estuvo en otra galaxia respecto a un Wilder que es sumamente peligroso pero que sólo sabe un único truco, que le ha llevado hasta ahora muy lejos (eso sí, a través de una cuidadosa elección de rivales) pero que no es suficiente para encarar con garantías un combate contra un adversario de élite, más joven y en teórica plenitud.

La tercera pelea entre ambos contendientes se consideraba un hecho por todas las partes implicadas en esta revancha, pero ahora destacados analistas ya están preguntándose si tiene sentido que se produzca un tercer combate habiendo sido Wilder tan inferior en este encuentro y, pese a las dos caídas, habiendo sido también dominado en el primer enfrentamiento. Sea como sea, no parece que el norteamericano vaya a querer renunciar a su perdido cinturón tan fácilmente y es más que probable que hacia verano veamos un nuevo choque entre el nuevo monarca Fury y un Wilder que ha sufrido con esta la primera derrota de su carrera profesional.