Antonio Salgado
(Del libro en preparación, “Hitos del boxeo en las Islas Canarias”)

Era el sosiego y la tranquilidad en persona. Se llamaba Fermín Hernández Suárez y marcó toda una época en nuestro ámbito boxístico. En las veladas y en los carteles publicitarios, le anunciaban, simplemente, así: Fermín.

Hace algunos años, y organizada por la Escuela de Boxeo de Güímar (Tenerife), que dirigía –y dirige- Víctor Riesco, gran precursor del pugilismo de base, se llevó a cabo en dicha localidad sureña un cariñoso homenaje de simpatía a Fermín, por su brillante trayectoria como boxeador amateur donde, por cinco veces, ostentó el honroso titulo español de pesos pesados, conseguidos en los años y capitales siguientes: Salamanca (1965), Madrid (1966 y 1967), Palma de Mallorca (1968) y Tenerife (1973).

Fermín, junto al palmero, natural de Barlovento, Moisés Fajardo Pérez, han sido los únicos púgiles canarios que, como aficionados, lograron ser pentacampeones, ya que boxeadores del prestigio y categoría de sus paisanos Domingo Barrera Corpas, Manuel López López y Juan Manuel García “Kid Puerto Cruz”, consiguieron cuatro títulos cada uno, que también son cotas muy importantes si tenemos en consideración en las temporadas que los alcanzaron.

Fermín nos sitúa, inevitablemente, en la “Época de oro” del pugilismo tinerfeño con aquella cadena de boxeadores que se iniciaban con Antonio Miguel Falcón “Tony Falcón”, Alfonso Jorge Frías, Miguel Velázquez, Raimundo Estévez “Kid Martin”, Ricardo Cabrera, Marcos Chinea, Fernando Hernández “Tejina”, Daniel Rodríguez Figueroa, sin olvidarnos, por supuesto, de Felipe González Delgado, Juan Hernández Negrín y Francisco Ramón Rodríguez “Francis”, por nombrar el rosario de campeones de España. Era la época en que Tenerife, como equipo independiente, lograba el máximo galardón en escenarios tan difíciles de conquistar como Madrid y Barcelona.

Tras su fructífero paso por el campo amateur, donde incluso lució la internacionalidad en varias ocasiones, Fermín abrazó el profesionalismo en la primavera de 1975. Un año más tarde tuvo el honor, aunque salió derrotado, de enfrentarse al uruguayo-español Alfredo Evangelista, que posteriormente tendría una enorme repercusión en los cuadriláteros de mayor prestigio.

Si como amateur libó las mieles de un título nacional como rentado del ring repitió la hazaña, aunque con menos prodigalidad. El 9 de diciembre de 1977, y en nuestra plaza de toros, Fermín consiguió el fajín al derrotar por KOT en el segundo asalto al catalán Antonio Puente, en combate pactado, por aquel entonces, a doce asaltos de tres minutos. El árbitro era Bravo. Al año siguiente en Pontevedra, lo perdió ante el gallego Pantera Rodríguez, una esperanza convertida en realidad.

Fermín, natural de Santa Cruz de Tenerife, había dado sus primeros pasos en la popular y ya desaparecida Sala Iberia, vecina al Parque Recreativo, otro edificio derruido. En la toscalera Sala Iberia empezó su carrera bajo las órdenes de un preparador muy activo y entusiasta, Jorge Dos Santos. En aquella época presidia la Federación Tinerfeña un peculiar jerezano-tinerfeño, José Rodríguez Rodríguez, de recordada persuasión y apego hacia esta olímpica manifestación del músculo.

Fermín, espigado y cauteloso, de movimientos boxísticos pausados, siempre fue fiel al gimnasio. Sobre el cuadrilátero, y de una forma especial, se hacía respetar, primero, por su excepcional envergadura, que la supo emplear y, después, por su potente y demoledora pegada. Fuera de las doce cuerdas, repetimos, era un leal reflejo de la calma y de la paciencia.