Antonio Salgado Pérez
ansalpe38@hotmail.com

Verle, de blanco, con pajarita, entre el ensogado del cuadrilátero, inspiraba mucha seguridad porque, entre otras múltiples virtudes, sabía detener el combate en el momento preciso y oportuno. Y lo hacía con la autoridad, el estilo y la elegancia que siempre le caracterizó. Su semblante jamás tuvo un rictus destemplado para los púgiles cuando, por alteraciones del reglamento, tenía que dictar amonestaciones, que restaban puntos en las cartulinas de los jueces pero otorgaba a la lid la rigidez y seriedad tan necesaria en un deporte donde el riesgo siempre gravita en esta milenaria manifestación del músculo.

Se nos ha marchado para siempre, Wenceslao Montelongo Expósito, que se inició como púgil amateur a las órdenes de los preparadores Rogelio Alberto y Juanito “Terremoto”, que estaban al frente del popular gimnasio “Cuatro Torres”, gran vivero de boxeadores locales. Wenceslao, enjuto y estilista, actuó, como púgil amateur, bajo el pseudónimo de “Renacer”, y aunque sólo disputó una veintena de combates se enfrentó en su época, a los púgiles más destacados del momento, debutando ante Marcos Benavente y terminando su corta carrera frente a Ángel Chinea, en los albores de la década de los 60 del pasado siglo. Tras colgar sus guantes desempeñó papeles de ayudante de preparador, auxiliando a Peraza, que dirigía la “Sala Iberia”, gimnasio de gran solera en el pugilismo tinerfeño, que estaba ubicado en los aledaños del ya desaparecido “Parque Recreativo”, sala cinematográfica de gran arraigo en aquella época.

Wenceslao Montelongo, que ahora a sus 79 años, acaba de nacer para la muerte, llegó al campo del arbitraje a principios del año 1967. Debutó como tal en una velada celebrada en el acuartelamiento de Hoya Fría. Tras una campaña de actividad, reciclajes y cursillos, logró el título nacional en el año 1972 con motivo de los Campeonatos de España de Boxeo Amateur celebrados en Almería. Desde esa fecha actuó, o bien como juez o como director de combate en todos los Campeonatos de España que se habían celebrado hasta la fecha, arbitrando varias finales, que era la meta más ansiada cuando se ostentaba dicha titularidad. O sea, que durante casi treinta años, Wenceslao Montelongo, había estado presente en todos los citados eventos de corte nacional. Y en ese ínterin logró, por sus méritos y regularidad, la internacionalidad, que empezó a lucir en el “Torneo Boxam”, celebrado en Zaragoza, en 1977, donde Montelongo quedaba integrado como miembro de la Asociación Europea de Boxeo Amateur (EABA), el máximo organismo rector en el continente, en las lides de jueces y arbitrajes pugilísticos.

Como internacional,, y aparte de estar presente en todas las ediciones del mencionado Boxam, estuvo también en los encuentros donde España había actuado frente a equipos como Cuba, Bulgaria y Portugal, así como en un gran número de torneos como, por ejemplo, los celebrados habitualmente en Grecia, Venecia, Florencia, Túnez, Dinamarca, etc.
Como simple anécdota, Wenceslao Montelongo siempre se mostraba ufano de haber arbitrado, en diferentes etapas, a tres padres y a sus correspondientes hijos: los King Dongo, Ray Castro y Francisco Gálves. En su dilatada carrera, donde protagonizó unas dos mil actuaciones como árbitro y cerca de las cuatro mil como juez, siempre recordaba aquella final de los pesos gallos, en el Boxam•76, cuando el almeriense Juan Francisco Rodríguez, en un combate tan sensacional como inolvidable, consiguió la medalla de oro ante el francés Aldo Cosentino; y jamás olvidó aquella noche de junio de 1984, en el pabellón de Deportes de Santa Cruz, cuando se le saltaron las lágrimas al recibir una prolongada y unánime ovación del numeroso público tras para el combate, en el momento más propicio, entre el cántabro Julio Gómez y el andaluz Ramón Guirado, en la final de los pesos moscas, donde Gómez salió triunfador. Montelongo era el director de aquella contienda; y los jueces, el tinerfeño Manuel Valle; los grancanarios, Darias y Peña y los peninsulares Carbonell y Mateo.

Montelongo fue, por encima de todo, un árbitro que se distinguió por sus profundos conocimientos boxísticos, que los expandió en amenos y fructíferos cursillos por toda Canarias. De su seno familiar han surgido Juan Tomás Rodríguez y Aitor Montelongo, muy valorados en escalas pugilísticas nacionales e internacionales. A éstos les ha transmitido, en buena parte, su carismática tranquilidad y esa caballerosidad que esparció, con generosidad, tanto fuera como dentro del ring, cualidades que le valieron el nombramiento de “Leyenda Deportiva” por parte de la Asociación de la Prensa Deportiva de Tenerife, amén de otras y variadas distinciones.