Antonio Salgado Pérez
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En la última década de los 60, el timón de aquel barco a la deriva que era nuestro boxeo local fue encomendado a Manuel Villate Ybarra que, de entrada, se olvidó de mendigar ayudas oficiales y de pedir apoyos a la propia Federación Nacional. Y Villate, que ahora, a sus 88 años, nos acaba de dejar para siempre, empezó a luchar con un grupo de entusiastas y aguerridos directivos, a base de letras de cambio y de créditos bancarios. Todos aquellos directivos, José Sosa Suárez, José Rodríguez Rodríguez, Francisco González de Chávez y José Eugenio Padrón “Hito”, entre otros, disponían de muy poco tiempo pero de muchísima ilusión. Trabajaron muy duro y tuvieron suerte. Dignificaron y le dieron prestancia y personalidad a nuestros púgiles, preparadores , árbitros y afines. Y fueron los auténticos artífices de la “Edad de Oro” del pugilismo tinerfeño con esta galería de figuras: “Sombrita”, “Chicho”, Marcos Bevanete, “Kid Martín”, De León, Barrera Corpas, Raúl Tejera, “Tony Falcón”, Ángel Chinea, Julián Hernández, Ricardo Cabrera, Miguel Velázquez, Frías, etc. y los “importados” “Frank García “ y Lázaro Blanquer.

Letras de cambio, créditos bancarios, la habitual generosidad del citado “Hito”, muchísima ilusión .Llenos en el desaparecido Frontón Tenerife; y en nuestro coso taurino, ahora una triste y abandonada reliquia. Eran otros tiempos…
En 1958, Tenerife, después de una prolongada ausencia de los Campeonatos Nacionales de Boxeo Amateur, enviaba a Madrid, con motivo de los certámenes XXX, un equipo de postín: Manolito Díaz (gallo), Domingo Cabrera( pluma), José Antonio Nazco, “Robertín” y Ramón Almenara( ligeros) y Mario “Lagunero”( medioligero).
Cuando Manuel Villate dimitió de su cargo, debido a una disposición por la cual no podía alternar su profesión de alto funcionario del Estado con la de cualquier empleo o cargo deportivo, le preguntaron, ¿Cuándo llegó a la presidencia, qué encontró? Y respondió: “solo un utensilio, la balanza médica”.

Era verdad. Una verdad que reflejaba, de forma material, el lamentable estado de nuestra Federación Tinerfeña. Exigua, insignificante herencia que, a base de persuasión, trabajo y sacrificio, fructificaría más tarde en una extraordinaria realidad.
En el corto mandato de Manuel Villate -apenas cuatro años-, todo cobró vida y movimiento. Apunten: se celebraron 405 combates entre púgiles amateurs; 81 combates profesionales y nos visitaron siete campeones de España, desde el habilidoso “Boby Ros” hasta el fornido Ungidos, pasando por Pedro París, Sánchez Merayo, Antonio Díaz Méndez “Díaz II”, Manolo García y Francisco Francés. En su marcha, la Tesorería de la Tinerfeña reflejaba superávit.
Don Manuel-así le conocía toda la familia boxística -fue designado delegado especial para Canarias y nombrado presidente del Tribunal de Exámenes para Preparadores, a celebrar en Las Palmas. Su competencia-deportiva, federativa y técnica -estaba plenamente justificada.

Allá arriba, en el Edificio Marichal, enclavado en la santacrucera calle del Pilar, estaban las antiguas dependencias de la Federación Tinerfeña. Allí , entre una selecta, escogida y abundante galería fotográfica, estaba colgado un artístico pergamino, que rezaba así: “El presidente de la Federación Española de Boxeo saluda a la Federación de Boxeo de Tenerife agradeciéndole el haber cumplido las órdenes de esta Española en la celebración de los Campeonatos de España, considerando a esa Regional como MODELO DE TRABAJO, SACRIFICIO Y CABALLEROSIDAD, por el bien de este deporte”
Lo más emocionante del aludido documento, aparte de su texto, era que a la hora de firmar don Vicente Gil García- a la sazón presidente de la Nacional y, por cierto, médico particular del general Franco- ponía en la parte inferior de la rúbrica: “Y lo firmo porque lo merecéis.”

Así se reconocían los méritos que había esparcido aquel entusiasma y persuasivo presidente que puso los cimientos para erigir la “Edad del Oro” del pugilismo tinerfeño; que dignificó, dio prestancia y personalidad a toda la familia boxística, que había despertado de un largo y penoso letargo. Ojalá cunda el ejemplo que nos legó el extinto e inolvidable Manuel Villate Ybarra, que también con los pinceles fue un pintor galardonado.