Daniel Pi
@BastionBoxeo
Septiembre de 2014. El peso crucero ruso Grigory Drozd (40-1, 28 KO), que había enterrado la única derrota de su trayectoria ante Firat Arslan (en una eliminatoria en 2006) con una racha de trece victorias, alcanzaba el primer mundial de su carrera ante el campeón mundial polaco Krzysztof Wlodarczyk. Por el camino, había sumado victorias ante rivales de probada dureza, como Jean Marc Monrose, y se había coronado campeón de Europa derrotando por nocaut técnico en el undécimo asalto al imbatido en treinta peleas Mateusz Masternak, que hacía un año había vencido a su vez al invicto balear David Quiñonero.
Tras trece años como profesional y casi cuarenta peleas, necesarias para su desarrollo por su prácticamente nula experiencia amateur, Drozd no podía permitirse un tropiezo en este campeonato, y no falló. Ante Wlodarczyk, el ruso ofreció quizás la mejor actuación de toda su carrera, en la que su perfecta ejecución estratégica, su boxeo desde la media-larga y su precisión con el uno-dos y el croché de mano adelantada se tradujeron en una amplia victoria unánime, en la que incluso se anotó un knockdown.
Su coronación, seguida por una asequible primera defensa voluntaria ante Lukasz Janik, resultó, sin saberlo, el inicio de un cambio generacional en el peso crucero, en el cual Wlodarczyk, Yoan Pablo Hernández o Marco Huck, entre otros, dieron paso a una nueva oleada de figuras como Usyk, Glowacki, Gassiev y un largo etcétera. Para los seguidores de la categoría del peso crucero, Drozd estaba llamado a batirse con esta nueva élite, donde su combinación de potencia y técnica y su efectividad parecían garantizarle pugnas contendidas, pero estos combates nunca se produjeron.
Desde su encuentro en mayo de 2015 ante Janik, Drozd intentó regresar a los rings una y otra vez, pero diversas lesiones, en especial una en el hombro, le hostigaban y le forzaban a aplazar siempre un retorno a los rings que nunca llegaba y que terminó por causarle su desposesión. Finalmente, después de dos años y medio de esfuerzos sin recompensa ni mejora, Drozd ha decidido colgar los guantes definitivamente.
Nunca sabremos qué lugar habría podido tener en esta llamada edad de oro del peso crucero, pero las cualidades mostradas permiten darle buenas opciones en hipotéticos duelos. Al menos, a diferencia de excelentes púgiles que nunca lograron el máximo título, a Drozd le queda el consuelo de que llegó a ser monarca, cosa que agradeció en su despedida al promotor Andrei Ryabinsky: “Este hombre me dio la oportunidad de cumplir mis sueños, de alcanzar el peldaño más alto del pedestal, me convertí en campeón mundial”.